CAPÍTULO 10

1506 Palabras
Con Jennell en brazos caminó tratando de no tropezar y tuvo que empujar la puerta que daba a la entrada, era de vidrio y se veía podía ver claramente los machones que dejaban algunos dedos sucios que le tocaban. Ancel disimuló el asco que sintió y diciendo unas buenas noches al hombre que se hallaba sentado tras un escritorio viejo se fue al ascensor. — Muchacho, ese ascensor lleva al menos un año sin funcionar, si quiere llegar a alguna parte, mejor tome las escaleras. — informó y sin muchos miramientos y sin preguntar porque iba con la joven en brazos o alguna identificación volvió a centrarse en un periódico. Genial, pensó con la morena en brazos mientras empezaba a subir las escaleras que estaban justo al lado del ascensor, de haber pesado más no sabía cómo se la hubiera arreglado para subirla al quinto piso, en brazos y por las escaleras. Ella pensaba menos que un almohadón de plumas. Luego de unos minutos logró situarse frente a la puerta que habitaba Jennell y aunque estaba nervioso porque el carro lo había dejado afuera más le preocupaba que la chica no despertaba. Abrió la puerta con una mano mientras que la otra la sostenía como si fuera un bebé y al abrir se buscó en la pared algún botón que presionar para encender las luces, y cuando lo hizo una luz pobre salió de un bombillo amarillo guindado en medio de aquella habitación, se tomó unos segundos para mirar todo cuando lo rodeaba dio unos cuantos pasos más y entrando por fin en aquel sucucho que consideraba insulto insinuar que era un departamento. Solo había un viejo sofá que podía verse el colchón en algunas partes porque la tela vieja que le cubría estaba rasgado y había una cocina eléctrica que parecía no funcionar, una pequeña nevera a su lado y otra puerta que supuso que era el cuarto y dentro algún baño. Con cuidado se dirigió al sofá y la puso con cuidado. Dio unos pasos más y sin mirar mucho se llevó las manos al bolsillo sacando su celular. Marcó un número y espero al tono. — Un momento —escuchó al fondo y pudo escuchar unos tacones repiquetear y supuso que se alejaba de quien sea que estuviera que estuviera con ella —. Si esta llamada tuya ha sido para ayudarme a librarme de esta conversación empiezas a progresar como novio. — bromeó — Hola, ¿sabes qué hacer cuando alguien se desmaya? — preguntó ignorando lo que ella decía. Mientras se giraba y veía a la morena tendida en ese viejo sofá. — ¿Llevarle al hospital más cercano? ¿Qué ha pasado? — preguntó curiosa Melanie — Necesito que me digas que puedo hacer yo mismo, pon a usar esos conocimientos de medicina Mel, rápido. — Pues, me asustas, pero comprueba si tiene pulso y respira, puede que sólo tenga un síncope pero si no si deberás llevarle al hospital de inmediato para que le hagan un masaje cardiorrespiratorio y... — Está respirando, sólo se ha desmayado y no sé qué hacer. — interrumpió Ancel — De veras que me lo explicarás luego, bien coloca a la persona tumbada boca abajo con la cabeza ligeramente hacia un lateral y sus piernas tienen que estar levantadas en forma de 'v', más o menos a cuarenta y cinco grados. Eso ayuda a que recupere el conocimiento. — Vale, ¿no tengo que darle algún medicamento? ¿Algo de beber? ¿Sólo dejar que despierte? —preguntó — No, no tienes que darle nada, quizás alguna bebida dulce para que pueda subir la tensión. Asegúrate de que esté en un lugar fresco y que no se agite al despertar. — Vale gracia. — ¿Sabías que puedes buscar eso en google no? Yo lo acabo de googlear para explicártelo. —No estoy pensando bien… Hablamos luego —Sin esperar a que le preguntara que pasaba cortó la llamada—. Bien, algo dulce, área despejada — dijo en voz alta buscando algún indicio de ventana o aire en alguna pared pero no había alguna. Fue hasta la nevera y la abrió para buscar algo que darle, un jugo o cualquier cosa que contuviera azúcar y con sorpresa vio que no había nada más que una avena en un plato y algunas latas de comida, nada más. La cerró con el ceño fruncido y pena por ella en el corazón, ¿qué podía darle si no tenía nada? volvió a abrirla para tomar algo de agua pero no encontró nada. No se imaginó que ella tomara agua del grifo. Buscó algo con que darle aire y cuando no encontró nada a su vista tomó un plato de plástico que había en el mesón. Se acercó a pasos rápidos y se sentó a su lado para brindarle aire con el plato mientras la veía respirar. ¿Quién era ella? ¿Por qué estaba en esas condiciones tan precarias si tenía dos trabajos? ¿Por qué no tenía comida al menos? Se le vino a la mente la conversación que había tenido con la doctora donde ésta le explicaba que ella estaba a un paso de sufrir una anemia severa, que de allí venían sus desmayos ya que a la mala alimentación le venía de manos la falta de glóbulos rojos, y todo lo que había entendido era que al no tener suficientes, era difícil que el oxígeno pasara su sangre a su cerebro, causando los desmayos. Miró al menos un minuto más su alrededor antes que ella se despertara y tratara de incorporarse para apartarse de él. — No es necesario, quédate allí. — dijo el mientras se levantaba pero igual Jennell se incorporó con un dolor de cabeza agudo y más débil que nunca. — ¿Me has traído? — preguntó bajito y si no fuera porque la sangre en sus venas le faltaba se hubiera ruborizado por vergüenza que viera algo tan íntimo como el lugar donde vivía y lo desastroso que era el lugar. — Sí. — ¿Cuánto tiempo me he desmayado? — preguntó desorientada. — Al menos unos siete minutos. — Vale, gracias por ayudarme, ya puedes irte. — dijo sin mirarle y si fuera por ella se paraba a abrirle la puerta pero dudaba que pudiera. — ¿Por qué vives aquí? Esto es precario, ¿Cómo es que no tienes comida si trabajas hasta el cansancio? ¡Tienes dos trabajos! — no pudo evitar preguntar de manera tan directa, pero es que los misterios que representaba esa chica empezaba a quebrarle la cabeza. — Eso no es asunto tuyo. — respondió mordaz Jennell empezando a sentir rabia porque no se había ido ya y porque ella fuera tan débil por haber necesitado su ayuda. El miró otra vez a su alrededor en silencio y caminó como un gato y llevándose la manos al pelo se sentó a su lado, y ella remilgó sus piernas para no tener contacto con él. — Tienes razón, no es mi problema — pausó un momento para mirarla pero ella se negó a hacer lo mismo, mientras miraba la pared—. Pero eso no puede evitar que me preocupe, ¿por qué no tienes comida? ¿Sabes de casualidad cuales son los motivos de tus desmayos? Ella abrió la boca pero él no dejó que hablara. — Yo si los sé, hace poco me los dijeron, debido a tu poca alimentación, al estrés y falta de sueño —ella iba a volver a interrumpir pero una vez mas no le dejó hablar— y no me digas que te pondrás bien cuando sólo tienes latas en tu nevera, tus desmayos seguirán y no podrás continuar trabajando porque un día de estos te quedaras tendida en la cama hasta consumirte en hueso. Eso está grave —por un momento frunció el ceño y pareció recordar algo y agregó un poco molesto—, es molesto ver como una persona te dejas consumir sin más, eres joven y bonita, pero solo eso, no eres más que eso si desperdicias tu vida. Ella enfrenta su rostro al de él y pudo ver como apuñaba sus manos en gesto molesto pero con cara serena aunque lo que dijera fuera hiriente, demandante y quizás algo más. Él no sabía nada, él no sabía por qué estaba sí o allí, él no sabía nada. Negó y antes de que él pudiera ver un rastro de lágrima que amenazaban por salir de sus ojos acuosos habló. — Será mejor que te vayas. Él se levantó y le miró desde arriba, por esos ojos azules pasaron algo que no pudo descifrar. Pudo ver como daba unos pasos hacia la puerta en silencio pero se detuvo y se volvió a pasos rápidos para agacharse a su lado y quedar a la altura de su cara pero con una distancia prudente. — ¿Por qué? ¿Por qué no dejas que te ayude? — preguntó suave y con un deje de desesperación.
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