CAPÍTULO 9

1357 Palabras
Salir no fue tan dificultoso como pensaron que era, aunque sus corazones estuvieran latiendo a un ritmo rápido disimularon al salir y más que ella fue él el que tuvo miradas por las gafas dentro de un hospital. Cuando llegaron al auto él le abrió la puerta y cuando vio que podía sola lo rodeó para subir. El silencio que se formó fue incómodo, Jennell miraba por la ventanilla con la vergüenza bajo la piel y no encontraba que decir, si hubiera estado unos minutos más allí no sabía que clase de problemas le hubiera tocado, no tenía una identificación validada y si le hacían análisis de sangre verían perfectamente que ella no correspondía al nombre de la identificación barata que había conseguido por unos cuantos dólares. Probablemente sería reportada a la policía y en el menor de los casos ella hubiera sido devuelta a Rusia, y en el peor de los casos, pagar una condena de unos cuantos años por falsificación de identidad. Ninguna de las dos era una opción. Ancel no había desviado la mirada en ningún momento de la vía y aunque ahora mismo su cabeza estaba llena de interrogativas se esforzaba por no preguntar nada hasta que ella le explicara que sucedía, él veía como ella parecía estar serena pero esa desesperación por salir minutos atrás del hospital le ponía nervioso, no sabía quién era ella, no la conocía, sabría Dios porque había hecho. Los minutos pasaron y ella no abrió la boca en ningún momento, cuando llegaron al lugar donde ella siempre se quedaba, la noche ya había caído y el farol que alumbraba esa calle oscura estaba encendido como siempre, el estacionó en silencio, y cuando vio como ella se quitaba el cinturón para salir activó el seguro al carro. — ¿Qué haces? — preguntó ella sin elevar la voz pero con un deje de irritación. El la miró callado y también se quitó el seguro para estar más cómodo, la calle no le daba confianza de estacionarse pero ella debía de darle algunas explicaciones sí o sí. — ¿Que pasó hace rato? — preguntó, su voz era suave pero no dejaba ese toque varonil y serio. Ella miró por la ventanilla y que él se estacionara allí empezaba a ponerla nerviosa ahora a ella, el lujo de su carro era demasiado para un barrio asquerosamente peligroso y pobre. — Eso es personal. —él enarcó una ceja como recordándole que ella había prometido explicarle. — Habíamos acordado a que me dirías porque me hiciste salir corriendo contigo antes de que volviera la enfermera, necesito saber por qué confié en ti y que no eres una delincuente. La doctora que te atendió sabía quién era yo. Ella juntó sus manos y apretó los dedos, ese gesto no pasó desapercibido para Ancel pero hizo como que nunca lo vio y mantuvo su mirada en su rostro que aún no tenía color y la palidez no desaparecía desde que habían salido del hospital, las ojeras estaban realmente acentuadas y daba un aspecto enfermo. Anemia, se recordó, anemia, a un paso de caer en una severa. — ¿Sabes qué?, olvídalo no me expliques nada si no quieres, pero al menos dime que no eres una delincuente. — cortó la incomodidad de ella, no quería presionarla. Ya le diría después. — No, no lo soy. — aseguró ella rápidamente. — Eso es bueno. — ¿Solo te conformas con mi palabra? —pregunta ella incrédula. —Sí. Algo me hace hacerlo. Espero no equivocarme al confiar en ti. El silencio volvió a tomar el lugar y Jennell tomó el bolso que antes por querer salir estuvo a punto de dejar. — Tengo que bajar —dijo suave y bastante bajo— y creo que tu deberías de irte ahora mismo antes de que causes conmoción con este auto. — recomendó seguidamente. — Iré contigo. —dijo de pronto él, y vaya idea loca y arriesgada que estaba tomando. Pero quería asegurarse de que llegara bien a el lugar donde se alojara y explicarle lo que le habían dicho en el hospital. — No vas a ir conmigo a ninguna parte. — ese tono cortante dejó salir ese acento que si no lo dejara escondido olvidaba que estaba allí. El la miró y encendió el auto nuevamente. — Claro que lo haré, voy asegurarme de que llegues a salvo a casa. ¿Casa? Jennell no mostró como ese término le afecto, el miserable apartamento donde vivía no era su casa, pero pesándolo bien, ¿dónde estaba su casa? — Voy a llegar bien, ahora por favor quita el seguro y vete de una vez. — su paciencia empezaba a agotarse y sentía fuerzas para discutir ahora mismo. — Dime hasta donde conduzco, me debes al menos esto, si te dejo ahora me voy a quebrar la cabeza pensando si llegaste bien — dijo ya con su acostumbrada amabilidad tratando de que ella cediera. — No tienes que hacerlo o porqué preocuparte, por favor, déjame acá. —contrarió ella. — ¿Tienes de donde avisarme? —Buscó en la guantera del coche y sacó un lápiz con una pequeña libreta anotando un número mientras hablaba — este es mi número privado, puedes llamarme si necesitas algo o si aceptas la ayuda que te ofrecí el otro día. Ella aceptó el papel que él le estiraba sin responder si tenía de donde comunicarse, puesto que no, no lo tenía, se guiaba por la hora de ese viejo reloj que conservaba. — Gracias. — y esta vez el sí quitó el seguro. La vio bajar, cerró la puerta y volvió a repetir un gracias antes de que empezara a caminar, esta vez él dio la vuelta y cuando empezaba a conducir la vio por el retrovisor apoyarse al faro como si estuviera mareada nuevamente y sin pensarlo mucho volvió a dar la vuelta hasta estacionar a su lado y bajar del auto a trote para llegar a donde estaba. — ¿Estás bien? te he visto por el retrovisor y... — No, otra vez me he mareado —susurró ella y aunque la vergüenza y el orgullo se le situaban en la garganta dijo lo que no le había pedido a Will—. Necesito que me ayudes a llegar, ya te irás después cuando esté allí. Ancel ignoró esto último y la ayudó a subir otra vez al auto. — ¿Dónde es? — preguntó tratando de estar calmado. — Sigue hasta la calle del fondo, y está a la izquierda de la 40B. — y diciendo esto se volvió a sumir en la oscuridad, oficialmente se había desmayado por segunda vez en el día. El manejó y efectivamente como había pensado lo que caminaba ella era un buen tramo y las casas y pequeños edificios que había no eran mejores que los que se situaban al principio de la calle. Buscó con la vista la 40 B hasta que la encontró, y a su lado un edificio de al menos unos cinco pisos, se veía viejo y bastante descuidado. Quitó su cinturón y cuanto le iba a decir a Jennell que habían llegado se percató de que ésta se había desmayado. Otra vez. Se llevó las manos al cabello nervioso y notó que en algún momento se lo había quitado junto con las gafas. Se paseó entre la opción de llevarla de regreso a hospital o bajar y llevarla a su piso. El bajarse era un riesgo total y ya con el auto llamaba bastante la atención y aunque no había visto a nadie hasta ahora no quería decir que el lugar fuera peligroso. Pero ella había salido espantada del hospital por alguna razón, y aunque quizás se estuviera metiendo en lío bastante grande, volvió a ponerse el pasamontañas y las gafas, quitó el bolso del regazo de Jennell y rebuscó hasta encontrar una llave que efectivamente decía el número de piso, donde habitaba. Bajó del auto y abriendo la puerta del copiloto rápidamente la bajó tomándola en brazos y activó el seguro del auto antes de encaminarse a aquel edificio viejo y descuidado.
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