CAPÍTULO 8

1142 Palabras
Pasaron al menos unos treinta minutos hasta que una doctora salió, llevaba una bata y un aspecto elegante con unos toques cálidos que pocos doctores tenían al dar una noticia, y con una sonrisa de boca cerrada se acercó a él. — Debes ser el chico que trajo a Jennell hace un rato, soy la doctora Zimmerman — le extendió la mano y solo dijo un gusto— ¿sabes que no se permiten las gafas? — preguntó con amabilidad y él maldiciendo internamente se las quitó. — Las necesito. — dijo al mostrar su rostro y ésta pudo reconocerle, a lo que ella hace un gesto de entendimiento. — Puede estar tranquilo, los periodistas no tienen acceso — asintió pero de todos modos se volvió a poner las gafas—, bien, imagino que eras algún amigo de la señorita Jennell —vio como ella sacaba un cuadernillo parecido a una agenda—, tu amiga no está muy bien, ha tenido suerte de no haber decaído antes, aunque puedo estar seguro que estos desmayos no son de ahora —Pausa un momento para tomar aire—. Hemos hecho unos análisis y encontramos una anemia que se empieza a tornar severa, todo indica que es una falta de hierro y ácido fólico en su organismo, es decir su anemia es causada por una mala alimentación y ha llegado a este estado por no ser tratada. Ahora mismo está recibiendo hierro por vía intravenosa (IV) y en cuanto despierte necesito que me llene algunos datos, a menos que usted los sepa puesto que no hemos encontrado su documentación en las pertenencias de la señorita. Ancel proceso todo eso y asintió, claro, todo concordaba con su condición física, no solo el agotamiento, era una anemia. — Claro, ¿qué es lo que debemos hacer para tratarla, es decir, la anemia? — preguntó mientras se paraba para estar a su altura. — Necesita una dieta estricta en hierro, carne de res y otras carnes, frijoles, lentejas, cereales fortificados con hierro, vegetales de hojas verdes oscuras, frutas secas, folato, vitamina B-12 y Vitamina C — ella fue anotando mientras hablaba en una hoja con un bolígrafo —. Debe consumir también Sulfato ferroso: es una de las muchas formas de suplementos de hierro disponibles. Estas tabletas se toman hasta tres veces por día con el estómago vacío, a menos que no las tolere. — Bien, gracias. — Ancel no sabía que más decir y tampoco le había quedado claro todo lo que acababa de decirle más que necesitaba una alimentación balanceada. Ella le extendió el papel y este lo tomo con asentimiento como agradecimiento para no caer en la repetición de dicha palabra una y otra vez — ¿Puedo pasar a visitarla ahora? — Claro, —la doctora acomodó su bolígrafo en el bolsillo de su bata— te acompaño —empezó a caminar y él automáticamente a seguirle—. Recuerde que en su estado no puede estar agitada o estresada, preferiblemente si tiene algún trabajo o estudia que lo deje al menos por una semana y media, su estado es delicado y aunque físicamente no lo aparente tanto — ¿Decía ella? si parecía un fantasma, pensó Ancel—, por dentro sus glóbulos rojos tienen una lucha por mantener el oxígeno y su cuerpo despierto, si no se cuida su anemia se tornará grave del todo. Está a solo pasos. Finalmente llegaron a una habitación y cuando pasaron ella aun dormía, llevaba una intravenosa en sus venas y parecía dormir calmadamente. — Te dejaré unos minutos hasta que vuelva a monitorear como sigue, en caso de que se despierte, llámanos para poder tomar sus datos y hacerle unas preguntas. — sin decir nada más abandonó la habitación dejándolos solos. Ancel tomó una silla acercándola a la cama y quintándose las gafas, le observó en silencio, era hermosa, realmente lo era, en ese estado no podía evitar compararla con blanca nieves, pálida, morena y en un sueño profundo. ¿Quién era ella? ¿Por qué trabaja hasta el cansancio y vivía en un barrio de mala muerte? estiró su mano hacia la de ella y estuvo a punto de tocarla cuando una sobresaltada Jennell se despertó. — ¿Dónde estamos? — preguntó con alarma, sus ojos recorrieron la habitación y el reconocimiento se ceñí en sus ojos. — En un hospital, te has desmayado y te he traído aquí cuando... — ¿Le has dicho mi nombre a la enfermera? — preguntó con más alarma que antes. Su cabellera oscura caía alrededor de su cara y parecía realmente alterada. — No, de hecho estaban esperando a que despertaras para que respondieras unas preguntas y — Ancel se interrumpió cuando vio sus intenciones y se levantó llevando una mano hasta donde tenía la intravenosa para protegerla de su otra mano— ¡¿Qué haces?!, cálmate, llamaré una enfermera. — ¡No! No, no, no — ella pareció respirar por primera vez desde que se despertó—, sé que no me conoces realmente pero necesito un favor. — Prométeme que te calmaras y escucharé. — ella asintió y él sin soltarle la mano protegiendo la intravenosa le presta atención. — Debemos salir de aquí antes de que alguna enfermera se dé cuenta de que he despertado — dijo y toda esa actitud de ella empezaba a ponerle nerviosa — por favor, no puedo quedarme aquí. — ¿Por qué no? ¿Eres una delincuente? —preguntó él mientras empezaba a pensar en el lío que se estaría metiendo si así era. Uno grande. — No, no lo soy —su voz sonó convincente, pero hasta los asesinos sonaban convincentes—. Ahora ayúdame a salir por favor —por primera vez le estaba suplicando y parecía desesperada—, luego te explico. Él se levantó de la silla y dio varias vueltas en la sala antes de decidirse. — Si me estoy metiendo en un lío por esto, te juro que no volveré hacer caritativo. — advirtió, la verdad estaba nervioso. Ella se sentó en la camilla y cuando Ancel vio que se iba a arrancar la intravenosa sin miramientos, la detuvo con un “yo me encargo”, y con suma delicadeza sacó la aguja que pasaba el tratamiento a sus venas. Con rapidez tomó los zapatos deportivos que estaban junto a su cartera y sin esperar a que le diera permiso la calzó con delicadeza para ayudarla a ponerla en pie. Y aunque Jennell moría de vergüenza y nerviosismo por dentro, no dijo nada. — Agárrate de mi brazo y ruega porque no te desmayes en plena sala o pasillo. — dijo mientras tomaba una respiración y se encaminaban fuera de la habitación, no sin antes Ancel colocarse las gafas. Y con el corazón acelerado dejaron las instalaciones.
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