Le hice un gesto a mi entrenador de que todo estaba bien y me fui, cojeando de nuevo a intentar subir el balón. Me coloqué por la banda derecha esta vez y Bea me pasó el balón en una jugada en la que era marcada por Ángela. Frené. La miré a los ojos y ella hizo lo mismo, descuidando así mi pierna hábil. Le sonreí irónicamente mientras cambiaba de pierna y lancé un caño, al ir de nuevo tras el balón, se tiró ferozmente con el pie hacia delante, pegándome fuertemente de atrás y haciéndome caer nuevamente al suelo, de narices, pero generando una espectacular chance de convertir de tiro libre. Traté de concentrarme para dejar de sentir el dolor, pero no me levanté del suelo… el estadio estaba en silencio, temiendo lo peor, otra vez. Cuando giré, vi una tarjeta amarilla sobre su nariz así q