Con el correr de las semanas, yo ya podía caminar mejor, pero aun no me adaptaba al movimiento del balón más allá de los toques cortos y rectos. Camilo me miraba desde su entrenamiento y me animaba, al igual que Mateo y los demás chicos.
Tenía mucha fuerza, pero muchas veces sentía que perdía el ánimo, pues si bien sabía que mi lesión era más grave, ver como el Robert Lens ya había dejado el entrenamiento diferenciado y varios chicos más del primer equipo y los canteranos se lesionaban y volvían rápidamente, me hacía pensar en bajar los brazos.
Estaba ansiosa por volver y eso no se podría tan rápido. ¿Pero quién me lo hacía entender? Ni el “Todo a su tiempo” constante de Luis y Camilo, me lo hacían entender, porque para colmo de males, desde mi lesión, las chicas habían perdido la
