21. VÍA LIBRE

2232 Palabras
Victoria El cuerpo me pesaba y a la vez era liberador al recordar el encuentro que tuvimos Alek y yo. Desperté con una gran alegría buscando su figura en la habitación, una que encontré apoyada en la ventana, aunque su semblante no destellaba precisamente felicidad. Me acerqué pese a la tensión en mis piernas e intenté abrazarlo del cuello, pero él apartó mis manos. —¿Qué pasa? —pregunté confundida. —Lo mejor es que te olvide de lo que pasó ayer —su respuesta era tajante, dura, fría, casi mortal… —¿Por qué? —A partir de este momento eres libre de hacer lo que quieras y volver con Dussan, yo me haré a un lado para que sean felices —de nuevo la sensación de abandono comenzaba a surgir en mi pecho. —No te entiendo, ayer estábamos bien. ¿Qué pasó para que me digas esto? —Anoche pronunciaste el nombre de Dussan mientras dormías y si es su presencia lo que buscas y mi cuerpo el que rehúsas, entonces no hay más por decir. —Pero nosotros… —¡No hay un nosotros, Victoria! —pronunció mortal—. No sé si viniste a averiguar lo que sentía por ti para darme la oportunidad o porque creíste que nos podías tener a ese imbécil y a mí en la misma cama, igual que hace tu madre con La Triada, pero yo no estoy dispuesto a competir con nadie después de todo lo que he hecho por ti. —A-Alek… Lo que dije ayer sobre lo que siento por ti… —Es obvio que sientes aprecio, Victoria, pero nunca has sentido amor por mí, tal como dijeron Yuliya y muchas personas más —su ensombrecida figura pareció engrandecerse cuando se apartó dos pasos, mirándome con dolor y, quizás, desprecio—. Creo que ya llegó la hora de arrancarte de mi corazón, pero no creas que por eso abandonaré mi trabajo, al contrario, seguiré al frente de la organización porque así lo quiere tu familia y yo también, pero te quiero lejos de mi vida, Victoria, y solo nos veremos lo estrictamente necesario. —¿Señor? —la inesperada voz de Kate apenas consiguió mi anonadada atención, mas él le extendió su mano a medida que se acercaba a ella y abrazó su cintura—. El auto está listo y el piloto ya está preparando el avión. —Perfecto. Entonces vámonos —si ya estaba impactada por este despertar, el beso que le dio a ella me petrificó por completo—. Adiós, Victoria, te deseo lo mejor con Dussan. Solo no olvides asegurarte de que no represente un peligro para la organización o nuestras familias, porque esta vez no limpiaré tus desastres. A partir de ahora estás sola. Y así, un frío más fuerte que el invierno me azotó con la partida de él, quien no soltó a Kate un solo instante, así como tampoco le importó volver a besarla, dándole a su vez una cálida sonrisa que quemó mi malherido corazón que no solo estaba destrozado, sino también abandonado en esa enorme casa. (…) Frontera con Kazajistán Serik —Señor. —¿Tienes algo para mí? —cuestioné a dura voz a mi asistente, este asintió e ingresó a la oficina—. Espero que sean buenas noticias. —Será mejor que lo vea y juzgue usted mismo. Con la última desaparición de Pauline, ordené a un hombre seguirla, obvio a escondidas de Luzhin para no soportar después su retahíla, y aunque quise confiar en que todo saldría bien, no creí que mi informante enviaría tan pronto noticias de ella, pero si algo enervó mis nervios, fueron las fotografías donde aparecía Pauline en San Petersburgo con otro hombre. Lo peor del asunto ni siquiera era que no había una sola donde se viera nítido el rostro de él, sino que su complexión y los pocos rasgos faciales que se apreciaban, me recordaban demasiado a ese perro de Morozov. —¿Por qué demonios no tengo su cara aquí? —pregunté en un gruñido, pues no dejaba de tensionar mi mandíbula al repasar una a una las imágenes. —El espía dijo que intentó conseguirla, pero unos guardias lo descubrieron y debió huir, por eso quedó movida la última. Con la poca razón que me quedaba, llamé a mi informante y le exigí una descripción del futuro cadáver, pero entre más hablaba, más fuerza tomaba la figura de ese perro en mi cabeza, entonces no soporté más y arrojé todo contra la pared con una furia descomunal, pues él ahora no solo jodía mis planes y negocios, sino que, de alguna u otra forma, su rostro se apoderaba de la mujer que quería a mi lado. Sé que no es él porque mi espía investigó al propietario y en las escrituras figura otro nombre, pero saber que es tan parecido a Morozov, solo empeoraba mi ira. —Esto me lo pagas, Pauline. Juro que las cartas quedarán a mi favor cuando nos veamos. (…) A causa de algunas reuniones, no pude hablar con Pauline el mismo día que me entregaron las fotografías, las cuales quemé para que Luzhin jamás las encontrará y de paso soborné a mi asistente y el espía para que tuvieran la boca cerrada. Sin embargo, ahora que por fin estaba libre, había citado a Pauline en un hotel en Petropavl, donde aguardaba por ella mientras quemaba mi garganta con un vodka que ardía como lava, entonces su esbelta figura apareció ante mí con el abrigo que le obsequié y uno de los reveladores vestidos que me encantaba ver en ella. —Esperaba despertar esa mañana contigo —pronuncié adusto. Ella se acercó y me dio un beso en los labios que sentí insípido. —Trabajo de último minuto, pero te dejé una nota —aunque me sonrió traviesa, no parecía la de siempre. —La leí, pero igual esperaba que desayunáramos o al menos que me levantaras para avisarme, en vez de huir como una fugitiva. ¿O acaso me ocultas un esposo? —No estoy casada. —¿Un novio tal vez? —Tampoco —la senté a horcajadas en mi regazo, y ella bebió de mi vodka. —Dime la verdad, ¿has estado con otros hombres en el tiempo que llevamos de conocernos? —ataqué directo, aunque ella no parecía sorprendida. —En ocasiones. Igual soy libre y no tengo compromisos contigo u otra persona. ¿Me equivoco? Su maldita superioridad por poco me descontrola, pero por desgracia tenía razón, no teníamos nada formal y yo no podía recriminarle por ello, así como tampoco podía decirle que la había mandado a seguir. —Tienes razón —enarcó arrogante su ceja—. Pero ¿qué pasaría si quisiera estar contigo? —Entonces ya sabes qué hacer —ella intentó desvestirme, pero la detuve. —No, Pauline, me refiero a que tengamos una relación. —¿Me propones que seamos novios? —cuestionó sorprendida. Por fin una reacción genuina—. Suena interesante, pero primero debes convencerme. Como era de esperarse, bastó con darme un beso y rozar mi pantalón para ponerme duro, la ropa desapareció y cuando menos creímos, ya estaba dentro de ella haciéndola delirar, aunque esta vez había algo diferente. No sentía a Pauline tan entregada como antes, a veces su mirada se perdía a un lado como si un pensamiento la consumiera y sus besos pasaban de la pasión a lo insípido. Aun así, nada evitó que nos corriéramos, pero sabía que no era ella y para colmo, no me sacaba de la cabeza que quizás podía ser ese malnacido que estuvo con ella hace un par de días en San Petersburgo. —¿Estás bien o el trabajo te agotó antes de tiempo? —cuestionó en cuanto volvió del baño. Lo curioso fue que esta vez se acostó sobre mí, cruzando sus manos entre mi pecho y su barbilla, viéndose inocente y delicada. —Quizás sea porque no he dormido bien los últimos días, aunque tú tampoco parecías tener la cabeza aquí. —Lo siento. Hubo varios cambios en el trabajo y no dejo de pensar en ello —no tenía pruebas, pero algo me decía que mentía, que quizás se trataba de ese malnacido, aunque no me atreví a confrontarla—. Dussan, ¿te importaría contarme algo? —¿Qué? —Lo que sea, solo quiero saber un poco de ti. ¿Cómo eran tus padres? ¿Cómo fue tu infancia? ¿Tienes hermanos o hermanas? No sé, lo que sea. No hubo un atisbo de maldad, burla o algo por el estilo en su faz, sino que en verdad parecía interesada en saber algo tan íntimo de mi vida. Solté un suspiro con pesadez y una nostálgica sonrisa se trazó en mí sin más. —Mi madre era una mujer muy hermosa. Físicamente, atraía la mirada de muchos hombres, se esforzaba por mantenerse bella y todos los días veíamos una sonrisa en ella; aunque esta se ensanchaba cuando mi hermano y yo volvíamos de la escuela, o cuando mi padre regresaba de trabajar. —¿Eres más parecido a ella o a tu padre? —Todos decían que tenía un poco de ambos. Mi hermano mayor era la viva copia de mi padre y mi hermano menor era idéntico a ella. Tenían la misma gracia e inocencia. —¿Por qué hablas en pasado? ¿Todos fallecieron? —el dedo en la yugular… —Sí. Todos fueron asesinados hace años y yo debí arreglármelas para sobrevivir en las calles. —¿Y cómo llegaste a ser el banquero que eres? —Con trabajo duro. Reuní el dinero necesario para mis estudios superiores y la escuela la terminé con ayuda de un profesor que se apiadó de mí. Quizás le di lástima, pero aquí estoy. —Y… ¿Quién asesinó a tu familia? —se notaba lo incómoda que estaba con la pregunta, pero también noté algo oscuro en ella. —No quiero hablar de eso. Intenté apartarme para que los dolorosos recuerdos no me consumieran, o peor, para que ella no me hiciera más preguntas, pero Pauline me abrazó comprensiva y, entre gentiles caricias, una vieja sensación de calidez me invadió, recordándome cuando mi madre me consolaba en la tristeza que un tonto niño apenas podía sentir, eso, hasta que supe lo que era en verdad estar triste y solo. —Lo siento, no quise traerte amargos recuerdos —pronunció suave, abrazándome más fuerte—. Solo quiero saber un poco más de ti, pero no creí que cargabas con tanto dolor. —Está bien. Imagino que tú debes tener un mejor pasado que yo, considerando que tus padres viven. —Sí, pero no son mis padres biológicos —esta vez la tristeza la abrumó, así como la sorpresa lo hizo conmigo, pero su mirada quedó fija en la ventana sin dejar de acariciarme—. Jamás conocí a mi padre biológico y mi madre era una enferma mental que quiso asesinarme. Era una niña para ese entonces, pero agradezco que la vida alejara a esa mujer de mí. —¿Qué le pasó? —Tuvo un delirio la noche del crimen y se arrojó por una ventana. Unos años después me adoptaron los que hoy son mis padres. Ellos me dieron su apellido y me cobijaron en una bella familia —levanté su rostro, dándole una melancólica sonrisa. —Al menos tuviste suerte, no como yo que estuve solo. —¿Sabes qué aprendí de mis padres adoptivos? —negué—. Que en realidad nunca estamos solos, siempre llega alguien a nuestras vidas que nos da algo bueno. Quizás no te has dado cuenta de quién es esa persona o no deseas admitirlo en voz alta. Su picardía aceleró mi corazón que la besó de una forma especial, no era posesivo ni lujurioso, sino que había cariño de mi parte. ¿Será que no solo la quiero, sino que la amo? —Pauline, ¿te gustaría estar conmigo? —cuestioné serio, pero sincero. —¿No me interrogarás por mis ex parejas? Porque parecías muy interesado cuando llegué. —Depende. ¿Debo preocuparme de sacar a alguien importante del camino? —ella se lo pensó un poco y aunque no quise hacerme ideas erróneas, el sonrojo en sus mejillas y la tristeza en su mirar me recordó al imbécil de las fotografías—. Parece que sí hay alguien —sentencié furioso, pero no me exalté. —No —contestó firme, sin apartar sus ojos de mí—. Hace un tiempo creí que había alguien, pero solo fue una ilusión. También creí que tú serías otra ilusión en mi vida, aunque tuviste las agallas que él no tuvo. —Mejor, me dejó el camino fácil, aunque me habría encantado demostrarle que eres mía, así le dolería saber cuánto perdió. —Olvídalo, no vale la pena. Ahora soy tuya, ¿o no? —Me gusta cómo suena en tus labios, pero ¿qué te parece si hacemos algo más para oficiarlo? Ella dudó al notar la maldad en mí, pues no me quedaría con esa espina clavada por las fotografías y menos ahora que tengo la confirmación de que hay alguien más. —¿Qué propones? —Encontrémonos en Sublime en unos días, allá te daré una sorpresa inolvidable.
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