6. PIRÁMIDE TRIANGULAR

2505 Palabras
Victoria El resto de la tarde no tuve cabeza para el trabajo, tampoco para comer y menos hablar con alguien, solo permanecí encerrada en el estudio de mi padre pensando en la fuerte discusión que tuve con Alek y Nika. Más allá de mi temor en que ella hiciera efectiva su amenaza, acepté que me había pasado con él al gritarle frente a todos, pues una lección que siempre nos dejaron claro mis padres a mis hermanos y a mí era que solo se regañaba o se hacían reclamos en privado y se felicitaba en público, es algo que incluso los hombres de mi padre saben a la perfección y la escena que hice no es digna de alguien que recién toma el mando de una organización mafiosa tan poderosa como la nuestra. Por otra parte, y aunque pareciera ser tan sencillo enfrentarme a Aleksei, la verdad es todo lo contrario. Alek siempre fue un hombre con gran determinación, disciplina y un físico que me fascina, todo me resulta atractivo en él y es que se hace notar con mucha facilidad con su metro noventa y cinco, unos inmensos músculos definidos que pareciera haberle copiado a mi padre al igual que su barba (la cual solía llevar hasta el pecho y quizás con el último ataqué se quemó por la explosión que casi lo mata, por lo que ahora solo le cubría hasta la mitad del cuello), eso sin mencionar su piel que es de un dorado particular que me encanta y más cuando expone sus tatuajes, lo que es inusual. De igual forma, y sin importar lo intimidante que pudiera resultar su apariencia o su fuerte voz de mando para otros (lo cual me fascina), Aleksei tiene una cualidad que siempre me ha gustado y más desde que optó por tener esta apariencia, y son sus ojos marrones cuya mirada mostraba mucha amabilidad y cariño, dos cualidades que siempre me ha reflejado cuando no tenemos una discusión. Mamá y mi tío Oz siempre han dicho que en los ojos encontramos el alma de las personas y solo los más entrenados y perturbados (como ellos) pueden camuflar la verdad de su ser, pero en el caso de Aleksei, aun cuando se muestra al mundo como un hombre fuerte, despiadado e impenetrable, siempre sentí que me daba algo especial cuando estábamos a solas. Nunca supe explicarlo o comprenderlo, pero jamás lo he visto reflejar esa sinceridad con otra persona y es lo que más me encanta de él, por no decir que es mi debilidad en cierta forma. Agotada de tanto silencio y la culpa carcomiéndome, esperé hasta la medianoche, recorrí los silenciosos pasillos hasta llegar a la habitación de Aleksei donde vi la luz encendida, entonces me dispuse a tocar y esperé a que abriera, aunque no era para menos su fastidio al verme. Sabía bien que se contenía, sabía que seguía enojado, pero no podía dar marcha atrás cuando por fin había reunido el coraje para darle frente. —¿Te faltó algo por gritarme? —¿Podemos hablar? —¿Hablar o gritar? —detesto cuando usa el mismo tono de mis padres porque me hace sentir igual que una niña regañada. —Hablar. Él lo dudó, pero igual me dejó ingresar y aseguró la puerta antes de darle de la cara, aunque esto no pude hacerlo. —Te escucho. —Vine a pedirte una disculpa, no debí hacerte esa escena frente a nadie, pero entiende que tengo mucha presión encima y que sigas trabajando a mis espaldas no me ayuda en nada, menos si tu vida está en riesgo. —Sé que mi vida no es importante para ti, sino el hecho de no informarte mis pasos, así como también sé que en verdad no confías lo suficiente en mí. —¡Sí confío en ti! —chillé estresada dándole por fin la cara, pero no esperaba encontrar la decepción en él. —No confías lo suficiente en mí, Vicky, pero ya te dije que ese será tu problema. El silencio que nos rodeó solo incrementó la presión en mi pecho y sin soportar más, caí en el sofá derramando esas lágrimas que no me permití a lo largo de la tarde. En cuestión de minutos sentí el puesto continuo hundirse y los brazos de Aleksei me llevaron a su pecho. —L-Lo siento. —¿Por qué siempre juegas tan bajo conmigo? —su enronquecida voz era tierna y con la delicadeza que siempre ha tenido conmigo, me levantó lo suficiente para sentarme en su regazo con el mismo cariño que lo hace mi padre cuando quiere protegerme o consolarme—. No llores, sabes que odio verte mal. —Sé que no debí gritarte, pero ¿qué te cuesta darme la misma lealtad que le das a mi padre? ¿Qué debo hacer para conseguirla? —él levantó mi rostro y unió nuestras frentes. —Mi lealtad es tuya, Vicky, cada parte de mí te pertenece y lo sabes. —No es cierto. —Sí lo es, chiquilla malcriada, ¿o quieres que te lo demuestre como siempre? —nos fundimos en un apasionado beso que despertó mi éxtasis en un segundo, algo que solo él conseguía (en comparación con los amantes que he tenido hasta ahora). A decir verdad, nadie sabe satisfacerme tanto como Alek y la forma de repasar mis piernas era el recordatorio de cuánto había querido estar con él por mucho que me fastidie la idea de tenerlo conmigo en Rusia vigilándome. —A-Ahí… —gemí fascinada en cuanto succionó mi seno sobre la tela y embarró sus dedos con mi humedad. —Siempre lista conmigo —fanfarroneó egocéntrico. —Cállate y hazme tuya —Alek me cargó cual princesa y me dejó en la cama con total delicadeza, aunque su boca arrebató el interior de mis piernas con el dominio de cualquier conquistador. La mezcla de sensaciones que me producía su húmeda lengua y la extensa barba, desprendían electrizantes emociones que me recorrían desde el vientre hasta mis extremidades. Sin embargo, antes de llegar al placer máximo, Alek se apartó lo suficiente para retirarse la camisa en ese sensual movimiento que él sabía me enloquecía, pues lo hacía con una calma que me desesperaba a más no poder y era peor cuando me dejaba al borde del orgasmo. —No te atrevas, Morozov —advertí entre la furia y el éxtasis creyendo que no terminaría lo que empezó. —¿Y qué si lo hago? —cuestionó perverso a sabiendas de qué y cuánto me perturbaba. Él se levantó a un lado de la cama donde terminó de desnudarse y quedó de espaldas para provocarme más al estirar sus músculos y de paso los enormes tatuajes que lo cubrían, entonces retiré mi camisón, me levanté dispuesta a devolverlo de un tiro al colchón, pero él me sujetó de la muñeca y me aventó a la cama dejándome bocabajo de rodillas al suelo, presionó en la zona baja de mi espalda evitando que me levantase y su boca se apoderó de intimidad tras abrirme con sus pulgares. —No creíste que en verdad te dejaría con las ganas ¿o sí? —mordisqueó fuerte mi trasero, a lo que inevitablemente levanté mi cadera y él acomodó un cojín debajo para más altura—. Me encanta cuando colaboras —una fuerte nalgada resonó y atacó sin piedad mi palpitante centro. Sí, cuando se trataba de él, mi cuerpo sucumbía por alguna extraña razón, en un segundo encontraba mucha tranquilidad en el regazo de ese hombre y al siguiente él era volátil, pasional, me rendía ante él como no lo hacía con nadie y sí, me encantaba, pero a veces sentía que él no me daba todo en la cama y por eso suelo buscar experiencias más fuertes con otros hombres, aun así, Aleksei me hacía gemir hasta que mordía desesperada la sábana justo antes de explotar. —A-Alek… —Todavía no te atrevas a hacerlo, Vicky. —Y-Ya no aguanto —mis uñas dolían de tanto rasgar la sábana, estaba a punto de estallar por cada orificio. —Tendrás que esperar un poco más —susurró ronco en mi oído. No supe en qué momento subió, pero sí sentí cuando ingresó a profundidad sin ser brusco. Su vaivén era delicado, demasiado desesperante para mí y más porque me encontraba al borde del colapso, así que mi trasero buscó su ritmo, aceleré y él se aferró de mis manos. —Siempre a la carrera. —C-Cállate… Odiaba que jugara con mi placer, odiaba que supiera mis debilidades, odiaba que me conociera en cada aspecto, pero al mismo tiempo me encantaba porque me llevaba a un punto indescriptible donde me domaba y es ahí cuando iba a profundidad y sin piedad, tal como hace ahora. Así mismo, me enloquecía sus delicados besos con tan frondosa barba en lo alto de mi nuca, ya que hacía que mi cadera se moviera más y mis pensamientos se disiparan. De pronto Alek arrastró una de mis manos hasta mi seno presionándolo con fuerza y en lo que yo le regalaba ese espectáculo, la punta de sus dedos descendieron hasta mi ombligo y ahí los arrastró juntos a un lado para aferrarse de mi cadera y penetrarme con desenfreno, nuestros cuerpos cayeron a un lado sin separarse y él levantó una de mis piernas llevándola hacia atrás sin abandonar su vaivén, así, su mano volvió a arrastrar la mía hasta mi vientre, pero debí aferrarme de su fornida pierna en cuanto estrujó mis senos con ternura y alevosía. No sé cómo consigue esa mezcla, no sé cómo une el agua y el aceite sin harina, pero el placer producido me retorcía y hacía que gritara hasta que las lágrimas advertían que una mega explosión estaba a punto de reventar en mi interior. —Levántate. Su autoritaria orden en mi oído me impulsó a acomodar mis piernas mientras él sujetaba mi cintura y nos acomodaba bocarriba, entonces, con una mano, levantó mi espalda lo suficiente para darme el impulso necesario de cabalgarlo en tanto su otra mano mantenía mi trasero abajo para que su firme m*****o no saliese de mí en ningún momento. Así, con el control de mi lado, dejé que mi cadera fuese en círculos sobre él mientras rasgaba su pecho con una mano hacia atrás, pero aun cuando era yo quien llevaba la correa en tan pasional encuentro, era él quien la movía a su antojo, pues transformaba mi placer a medida que masturbaba mi abultado punto cargado de sangre y electrizantes sensaciones dejadas por sus huellas, las mismas que me hacían moverme más y más rápido hasta conseguir mi ansiado orgasmo, que parecían tres bombas estallando una tras la otra, pues cada una representaba el pico más alto de placer que él contuvo en mí. Con mis piernas temblorosas y un ritmo más lento de mi parte, Alek me acostó a un lado para después abrir mis piernas y saborearme una vez más, pero todavía estaba cargada de esa palpitante explosión que provocó en mí, por lo que intenté evitarlo, aunque esto no le importó, sino que volvió a sujetar mis manos con las suyas y me sacó una risilla al besar mi ombligo. (…) Aleksei —Detesto que me uses así —recorrí su cintura con mi lengua mientras detallaba su bello mirar complacido. —No mientas, te encanta estar conmigo. —¿Y a ti conmigo? —pregunté con el mayor dolor del mundo al acercarme a su boca. —Sabes que sí o no estaríamos aquí, pero me fastidia que me hagas a un lado. —No es cierto, Vicky, jamás te he hecho a un lado. —Entonces no vuelvas a ocultarme nada, Alek, permíteme saber cada paso que das para mantener juntos esta organización a flote. —Solo tienes que confiar en mí y no ser tan impulsiva conmigo —besé casto su boca y me acosté para refugiarla de nuevo en mi pecho. —¿No te gusta que sea impulsiva? —y he ahí el descaro que me saca de mis casillas y su vez me enamora de ella. —Es una de las cualidades que más me encanta de ti, pero no te servirá de nada ahora que estamos al frente y menos porque debemos trabajar juntos, mucho más que antes —de nuevo sus ojos miel me atraparon en esa suplicante red que me dejaba a su merced—. No hagas eso. —¿Qué? —preguntó inocente mientras acariciaba mi barba. —Sabes bien lo que haces, no te hagas. Solo intentas manipularme con esas caricias para que ceda ante ti. —¿Y funciona? La giré, dejándola debajo de mí, y enlacé nuestras manos a la altura de su cabeza mientras mi entrepierna se cargaba de sangre, siendo el condón lo único que contenía mi ansiado deseo por adentrarme de nuevo en ella. —No abuses o acabarás pronto conmigo, Vicky, y eso no te conviene. —Creí que por eso entrenabas tan duro. En automático la besé posesivo y a la vez con amor, demostrándole una vez más cuán grande era este sentimiento por ella, aun cuando se negaba a verlo. (…) Malta, Letonia Serik —¡¿Cómo es posible que ese maldito perro siga con vida?! —arrojé colérico la botella de vodka contra mis hombres—. ¡¿Acaso ese imbécil tiene siete vidas o qué?! —N-No sabría decirle, señor, solo sabemos que sobrevivió y también descubrieron al espía que usted envió —mis ojos se abrieron enardecidos y de no ser porque Luzhin los sacó, les habría agujereado el cráneo hasta dejar irreconocible sus rostros. —Debes calmarte, no ganarás nada con esa actitud. —¡¿Cómo más esperas que esté!? ¡Por fin me sentí tranquilo al haberme deshecho de él y resulta que sigue vivo! —Lo sé, ya lo escuché, pero no sirve de nada gritar —contestó calmo. Una gran característica de él que yo no poseía, por eso nos complementábamos a la perfección—. Mejor enfoquémonos en el siguiente golpe. ¿Has pensado en algo? —menos mal él es mi ancla o ya habría bombardeado Rusia sin importarme nada. —Sí, esta vez nos dividiremos. —¿Cómo? —Quiero que te enfoques en buscar a la princesita rusa en lo que yo busco la cabeza de Aleksei, nos desharemos de una vez por todas de ellos, pero esta vez no quiero rehenes ni espías, necesito acabar con esta guerra y recuperar el poder de mi familia cuanto antes. —Esa actitud me gusta más —sirvió dos tragos de vodka y brindó conmigo—. Viajaré a Rusia por la princesa Victoria, tú ve a Kazajistán, nuestro espía me informó antes de morir que Aleksei tendrá una reunión allá. —Perfecto, avísame en cuanto tengas a esa zorra de rodillas. —Por supuesto, no te arrebataría el placer de hacerla gritar.
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