II. La famosísima Hally Weer

1180 Palabras
Me gustaría decir que me levante, con el sonido de los pajaritos y lo mejor de todo… frente a la playa. Pero no fue así tristemente, me había despertado por el grito de mi madre, y hasta del susto me caí de la cama. —Hally Weer —mi madre se envió a mi lado y yo dio un puño en mi brazo— ¿No confías en tu madre? —Mami, no entiendo lo que me dices —dije sobándome el brazo. —Cuando ibas a decir que salías con Arthur O'Donel?, mi amor tú sabes que yo te apoyo en todo. —¿Disculpa? —Inquirí confundida —Sí, sales besándote con Arthur en todos los televisores y revistas de farándula. Creí que estaba viendo porno. Mis mejillas empezaron a un arder, ¿Qué mierda? Me levanté de golpe y corrí a ver la televisión. "¿Podemos considerar a Hally Weer y Arthur O'Donel están saliendo juntos?, ya que salen en estas fotos besándose en público. —Tienes razón Eduardo, se les ve que se aman mucho. —Si, es cierto. Eso nos lleva a la pregunta ... ¿Desde hace cuando están juntos" Apagué el televisor, y comencé una gritar hasta que la mano de mi madre impacto mi espalda. —Pareces una loca. NO.PUEDE.SER Me dirigí al baño e intente no pensar en esta situación o se me haría tarde.  Antes de salir me puse unas lentes de sol y llevar mi cabello hacia delante para que me tapara, lo que menos quería era tener un medio millón de personas mirándome. —Mami, yo voy. —Ok cielo, cuídate mándale saludos de mi parte a Arthur. Antes de poder refutar salí de mi casa encontrando millas de cámaras apuntando mi cara. —Señorita Hally, ¿Usted está saliendo con Arthur O'Donel? «¿Desde hace cuando sale con Arthur? ¿Usted está embarazada de Arthur? ¿Se van a casar?» Salí corriendo entre la gente hasta la calle, donde se multiplicaban las cámaras. De un momento a otro un Convertible rojo se puso enfrente mío y al bajar el vidrio la puerta del copiloto. —Sube. Al ver de quien se encuentra, no dude en subirme. —¡Todo esto es tu culpa! —Le grité muy enojada, mientras yo estaba un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. —Lo siento preciosa, se me salió de las manos. Lo miré a los ojos para continuar tomando su camisa y jalarlo hizo mí. —Oye imbécil, ¿crees que diciéndome eso me quedaré tranquila? —No te preocupes, preciosa. Todo se solucionará. Aquel idiota frente a mí, comenzó a tocarme la mejilla y se acercó a mí para besarme. Y no fui capaz de pararlo. Yo le correspondo el beso sabiendo que más tarde, me voy a arrepentir. Sus labios acarician los míos, muerde mi labio inferior para poder tener acceso a mi cavidad bucal, me remuevo y gimo. Deseo tanto que me toques. Deseo que me hagas suya. —Yo también te deseo preciosa, pero no es el lugar ni el momento. ¿Estaba pensando en voz alta? —Te llevaré a tu universidad ... ¿Dónde está? Le indiqué el camino a mi universidad, y cuando me dejo frente a ella me sonrojo al sentir sus manos sobre mis muslos. No veo preciosa. Asiento, relamo mis labios y decido salir del auto. Miles de miradas se encuentran sobre mí. Miro el coche de Arthur, muevo mi mano sé lado a lado en señal de despedida hasta que su auto se aleja de la universidad. Muerdo mis mejillas  y comienzo a caminar a la entrada, con mis piernas temblando. Cuando logro salir de la universidad de escondida, tuve que aguantar los rumores y todas las mentiras que decían de mí. Cuando era la hora de la salida, me subí a la terraza de la universidad, donde había unos telescopios. Abrí mi bolso de mano y saqué un paquete de cigarrillos y encendí uno con el encendedor en miniatura. Al llevar el cigarrillo a mi boca y darle una calada, sentir como aquel humo llenaba mis pulmones; al alejar el cigarrillo de mis labios puse la palma de mi mano en mis ojos para intentar alejar el problema de los O'Donel. Estaba algo asustada porque, no entendía como un simple beso pudo causar todo esto... y, además, ¿quién había grabo aquel video? ¿Abría sido Arthur? ¿Otra persona? —Sabía que estarías aquí —una voz detrás de mí, me saco de mis pensamientos. No era ni más ni menos que Miranda, decidí darle otra calada al cigarro. —¿Estás saliendo con Arthur? —quiso saber Miranda. —Sí, es el amor de mi vida. —mentí. —¿De dónde lo conoces? Claro, si se puede saber. —¿Te importa? —musité molesta mientras le daba la última calada al cigarrillo antes de tirarlo al suelo, y pisarlo con la suela de mi zapato. Me di media vuelta para irme, bajé las escaleras a la entrada principal. Mi corazón dio un vuelco al ver el auto de Arthur... —¿Qué mierda haces aquí Arthur? —Sube, te llevaré a tu casa. —No me digas, ¿ahora eres un Uber o qué? —digo mientras me cruzo de manos y lo miró fijamente mientras alzo mis cejas. En eso, veo como Arthur se baja del auto, camina hacia mí... Y cuando esta frente a mí, él se relame los labios y lleva su mano a su cabello. —Mira... quería decir que siento mucho lo que te paso esta mañana, se me salió un poco de las manos. —Si, si no te preocupes. Ahora largo. —No, te llevaré a tu casa, es lo menos que puedo hacer. ¡¿Qué parte no entiendes de "lárgate"! —¿No te vas a subir? En ese momento, cambio el peso de mi pie para indicarle mi decisión, esta forzó una sonrisa y miro al cielo. —Está bien.  En eso, Arthur se acerca a mí, me sube sobre su espalda como si de un saco de papas se tratara. —¡Maldito idiota! ¡bájame! Arthur abre el asiento trasero y me tira sobre este. Él se encuentra sobre mí, pasa su dedo por mi labio inferior para después volverme a besar...  Mis manos, sin previo aviso, bajan a su trasero apretándolos... Y como respuesta él gime sobre mis labios... lo que hace que me sonroje. Esta era un beso cálido y lleno de excitación. Cerré los ojos para dejarme llevar por el momento... Me sentía bien, me embargaba calidez y un profundo deseo en mi interior. Sus labios se volvieron más insistentes hasta que entreabrí la boca y su lengua me invadió. Se me puso toda la piel de gallina cuando su mano bajó por mis hombros, hasta mis pechos. Me tocaba con calidez y suavidad, como si pudiera romperme. Escuche como se me escapaba un gemido casi inaudible cuando sus dedos apretujaban mis senos más sensibles que nunca. Me arqueé casi involuntariamente para que mi cuerpo se pegase aún más al él. Fue en ese momento cuando se separó de mí y dijo: —De solo verte así, me dan muchas ganas de follarte. Aquello me había dejado realmente estupefacta, nunca había conocido a un hombre sin filtros como lo era él. Me sonrojé y relamí mis labios nerviosa… —Vamos te llevaré a tu casa.    
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