Sentada sobre los asientos de bloques personalizados recubiertos con cojines gruesos, cómodos del jardín trasero de mis padres, bajo el cobijo de la noche y el fuego delante de mí, que crepitan y parpadean en la oscuridad, arrojando sombras sobre la hierba. Había llegado a casa y luego de un rápido saludo me escabullí al patio trasero, y decidí encender el fuego, casi como un ritual para calmar los pensamientos que giran caóticamente desde nuestra conversación esta tarde luego del almuerzo. «Desde ese instante mi mente no encuentra descanso». Dentro de la casa, están mis padres junto a la Yaya, que esta noche se ha hecho cargo de la cocina y decidió preparar su pulpo a la gallega. Puedo oír las risas apagadas de mis padres que de seguro estaban en la cocina con la abuela mientras compart