Desde tiempos antiguos, los dioses han guiado y manipulado a los mortales, a veces de manera sutil y otras veces con un impacto directo y devastador. En las historias y mitologías de todas las culturas, encontramos ejemplos de deidades que intervienen en la vida de los seres humanos, alterando el curso de sus destinos por capricho, amor o venganza. Estos seres divinos, con sus poderes incomparables y su sabiduría milenaria, han sido figuras de adoración y temor, moldeando civilizaciones enteras con sus acciones y decisiones.
La capacidad de un dios para influir en el destino de un humano ha sido un tema constante en la mitología. Historias de héroes favorecidos por los dioses, o de ciudades arrasadas por la ira divina, nos recuerdan la fragilidad de la existencia humana frente a fuerzas superiores. Los dioses, desde lo alto de sus tronos celestiales, observan a los mortales con una mezcla de curiosidad y desapego, a veces eligiendo intervenir por razones que solo ellos comprenden.
Sin embargo, estos encuentros no siempre terminan como se espera. A lo largo de los siglos, los relatos de amor y tragedia entre dioses y mortales han capturado la imaginación de generaciones. Cuando los dioses se enamoran de los mortales, las consecuencias pueden ser tanto maravillosas como trágicas. El amor divino, con su intensidad y su poder, puede elevar a un mortal a alturas inimaginables, dotándolo de bendiciones y favores inigualables. Pero también puede ser una maldición, trayendo consigo celos, conflictos y sufrimiento.
Jade se despertó temprano con la luz del sol filtrándose a través de las cortinas de su habitación. Sentía la necesidad de hacer algo diferente, así que decidió llamar a Adrian para ver si podía acompañarla a dar un paseo.
“Hola, Adrian,” dijo Jade cuando él contestó el teléfono. “¿Te gustaría salir a caminar hoy? Hace un día precioso.”
Adrian, que estaba en medio de una conversación seria con Julian, Christopher y Victoria, se disculpó con ellos y respondió a Jade.
“Me encantaría, Jade, pero estoy un poco ocupado con algunos asuntos importantes hoy. Tal vez otro día.”
Jade sintió una leve decepción, pero no dejó que eso la desanimara. “Está bien, Adrian. Nos vemos otro día entonces.”
“Nos vemos, Jade. Cuídate,” dijo Adrian antes de colgar.
Adrian volvió a su conversación con los otros dioses, la tensión en el aire era palpable. Julian observó a Adrian con una mezcla de preocupación y curiosidad.
“Adrian, sabes que lo que estamos haciendo es extremadamente riesgoso. Los mortales son impredecibles,” dijo Julian, su tono grave.
“Lo sé, pero no puedo evitar lo que siento,” respondió Adrian, sus ojos reflejando su lucha interna.
Julian, que había estado observando desde un rincón de la sala, intervino, su voz calmada pero firme. “Adrian, debes entender que tus sentimientos complican todo. Nos estamos jugando mucho más que nuestras emociones personales.”
Victoria intervino, su tono lleno de frialdad y desdén. “Adrian, deberías mantener tu distancia. No podemos permitirnos distracciones. Recuerda lo que está en juego.”
Adrian se cruzó de brazos, su frustración evidente. “¿Y qué sugieres, Victoria? ¿Que simplemente ignore lo que siento?”
Victoria se acercó un paso, sus ojos fríos como el hielo. “Exactamente. No hay lugar para tus sentimientos en esta misión. ¿O es que no puedes controlarte?”
Adrian sintió la ira burbujeando en su interior. “¿Controlarme? ¡Hablas como si no tuvieras corazón, Victoria! ¿Es eso lo que quieres? ¿Que todos seamos como tú, insensibles e indiferentes?”
La expresión de Victoria se endureció aún más. “No se trata de ser insensible, Adrian. Se trata de ser fuertes. Los sentimientos solo nos hacen débiles. Y no podemos permitirnos eso ahora.”
Adrian dio un paso hacia adelante, acortando la distancia entre ellos. “¡No puedes hablar de fuerza cuando eres incapaz de sentir! ¡Eso no es fortaleza, es cobardía! ¿De qué tienes tanto miedo, Victoria? ¿De que si sientes algo, te desmoronarás?”
Victoria le miró con una mezcla de furia y desprecio. “No me conoces, Adrian. No sabes nada de mis luchas. Lo que hago, lo hago por el bien de todos. No necesito justificarme ante ti ni ante nadie.”
“¡Esa es la gran diferencia entre tú y yo!” gritó Adrian, sus manos temblando de ira. “Yo al menos tengo el valor de enfrentar lo que siento, de admitirlo. Tú solo te escondes detrás de esa máscara de frialdad.”
Victoria le empujó, su fuerza desproporcionada a su apariencia. “¡Basta, Adrian! No voy a permitir que pongas en riesgo todo por una estúpida emoción. Si no puedes manejarlo, entonces no tienes lugar aquí.”
Adrian, sin poder contener más su ira, se lanzó hacia Victoria, agarrándola por los hombros. “¡No me iré a ninguna parte! Y no permitiré que tú o nadie me dicte cómo debo sentir. Si eso significa luchar solo, lo haré.”
Victoria se liberó con un movimiento brusco, sus ojos brillando con una furia peligrosa. “¡Inténtalo y verás lo que pasa! No tienes idea de con quién te estás metiendo.”
Adrian recuperó el equilibrio, sus ojos brillando con desafío. “¿Y quién te dio a ti el derecho de decidir eso? Eres tan arrogante y controladora. No puedes mandarnos a todos solo porque tienes miedo de tus propios sentimientos.”
La tensión en la sala era palpable, cada palabra llenando el espacio con una carga explosiva. Victoria, respirando con dificultad por la rabia contenida, respondió. “No es miedo, es responsabilidad. Algo que claramente no entiendes.”
“¡Oh, claro! Responsabilidad. La excusa perfecta para no sentir nada, para no ser humano,” dijo Adrian con sarcasmo, su voz resonando en el silencio pesado de la sala.
Victoria levantó la mano, señalando hacia la puerta. “Si no puedes seguir las reglas, entonces lárgate, Adrian. No necesitamos a alguien tan débil y descontrolado.” Se acercó unos pasos hacía él en modo de retarlo "Y te recuerdo que no somos humanos..." lo observó de arriba a abajo con desprecio.
Adrian se quedó quieto, su pecho subiendo y bajando con respiraciones pesadas, sus ojos fijos en Victoria. “No me iré a ninguna parte. Y no permitiré que tú o nadie me dicte cómo debo sentir. Si eso significa luchar solo, lo haré.”
Christopher, que había estado escuchando en silencio, finalmente habló, su voz resonante llenando la sala. “¡Esto es inaceptable! Nos estamos desviando de nuestro propósito principal. No podemos permitir que nuestros sentimientos interfieran con nuestras responsabilidades.”
Victoria giró hacia él, sus palabras llenas de ira y determinación. “¡Christopher, no es tan sencillo! Existen Dioses que simplemente no quieren apagar sus estúpidos sentimientos.”
Adrian miró a Victoria con una mezcla de frustración y desafío, pero Christopher no estaba convencido. “No estoy pidiendo que apaguen sus sentimientos, pero deben recordar quiénes somos y lo que representamos. No podemos permitir que una mortal nos desestabilice.”
La tensión en la sala aumentó y Victoria respondió con dureza. “¡No tienes idea de lo que estás diciendo, Christopher!”
“¡Insensible!” exclamó Christopher, sus ojos brillando con furia. “¡Estamos hablando del equilibrio del mundo mortal y divino! ¡No podemos permitirnos ser débiles!”
Adrian, sintiendo la necesidad de defenderse, levantó la voz. “No es debilidad, Christopher. Es humanidad. Algo que parece que has olvidado.”
Victoria, con los ojos entrecerrados y la voz cargada de desprecio, replicó. “Nosotros somos dioses, Adrian. ¡No podemos permitirnos ser débiles por una simple humana!”
Adrian se enfureció. “¡No soy débil, Victoria! ¿Por qué te molesta tanto que me importe alguien?”
“Porque es una pérdida de tiempo y energía. Los humanos son juguetes, no compañeros,” dijo Victoria con frialdad. “Deberías saberlo mejor.”
“¡No todos piensan como tú, Victoria!” exclamó Adrian, sus manos temblando de rabia.
“¡Eso es suficiente!” gritó Christopher, su voz resonando con autoridad. “No podemos permitir que esto nos divida. Necesitamos mantener el control.”
Julian intentó intervenir, su tono más conciliador. “Debemos encontrar una manera de resolver esto antes de que se salga de control. No podemos permitir que nuestros sentimientos interfieran con nuestras responsabilidades.”
Christopher asintió lentamente. “Exactamente. Debemos ser prudentes y recordar quiénes somos.”
Victoria miró a Adrian con una mezcla de furia y frialdad. “Adrian, sabes que esto no terminará bien. Debemos mantener nuestra distancia.”
Adrian asintió, sabiendo que tenían razón, pero en el fondo no podía dejar de pensar en Jade y en lo que ella significaba para él. La lucha interna era intensa, y sabía que tenía que encontrar una manera de resolverla.