Tensiones Divinas

1996 Palabras
En la antigüedad, los dioses griegos no solo eran figuras de adoración, sino también entes que caminaban entre los mortales, a menudo disfrazados. Se decía que estos dioses podían influir en el destino de los humanos de maneras sutiles y a veces drásticas. Los relatos de la mitología están llenos de historias donde los dioses intervenían directamente en la vida de los mortales, ya fuera por amor, celos o simplemente por capricho. Estas intervenciones, aunque a veces benévolas, a menudo traían consecuencias imprevistas y trágicas, demostrando que incluso los dioses no podían escapar a las complejidades del destino. Después de colgar con Adrian, Jade decidió que un paseo solitario por el parque no sería tan malo. Se vistió con ropa cómoda y salió a disfrutar del día. El parque estaba lleno de vida, con niños jugando, parejas caminando de la mano y el suave murmullo de una fuente cercana. Jade encontró un banco cerca de la fuente y se sentó, sacando un libro de mitología griega de su mochila. Se perdió en la lectura, fascinada por las historias de dioses y héroes, disfrutando de la paz y la tranquilidad del parque. Después de un rato, decidió regresar a su apartamento para prepararse para la función de música clásica a la que asistiría esa noche con Joseph y Aurea. Esa tarde, Jade regresó a su apartamento con una mezcla de emoción y nerviosismo, lista para prepararse para la orquesta. Al entrar, el silencio y la calma del lugar le ofrecieron un respiro bienvenido después de un día agitado. Abrió su armario con cuidado, sus dedos rozando las telas hasta que encontró el vestido perfecto para la ocasión. Era un vestido elegante de un azul profundo, un tono que recordaba al cielo nocturno y que realzaba su figura de manera impecable. El vestido tenía un escote en V moderado, lo suficientemente discreto para ser elegante pero con un toque de sensualidad. La tela se ajustaba suavemente a su torso, destacando su cintura antes de caer graciosamente en una falda larga que rozaba el suelo con cada paso. El material del vestido brillaba ligeramente bajo la luz, añadiendo un toque de magia a su apariencia. Jade se dirigió al espejo de cuerpo entero y se observó con una sonrisa de satisfacción. Decidió dejar su cabello castaño suelto, permitiendo que cayera en suaves ondas naturales alrededor de su rostro. Tomó un peine y suavemente lo pasó por sus mechones, asegurándose de que cada onda cayera perfectamente en su lugar. Luego, se sentó en su tocador y se aplicó un maquillaje sutil. Un toque de base ligera que igualaba su tono de piel, un rubor suave que daba vida a sus mejillas y una fina línea de delineador que acentuaba sus ojos marrones, haciéndolos parecer más grandes y expresivos. Aplicó una capa de rímel para alargar sus pestañas y un labial nude que complementaba su look sin restarle protagonismo. Cuando llegó al teatro con Joseph y Aurea, Jade se sintió emocionada por la velada que les esperaba. El teatro era majestuoso, con grandes lámparas de araña colgando del techo, iluminando la sala con un brillo dorado. La atmósfera estaba cargada de elegancia, con el murmullo suave de los asistentes y el susurro de los programas siendo hojeados. Las paredes estaban decoradas con ricos terciopelos y detalles dorados, creando un ambiente que evocaba épocas pasadas de glamour y sofisticación. “Este lugar es increíble,” susurró Joseph, admirando el esplendor del teatro. “No me imaginaba que fuera tan impresionante.” Aurea asintió, sonriendo. “Sí, es como estar en otro mundo. Me encanta la decoración. ¡Mira esos detalles en el techo!” Jade sonrió, sintiendo una cálida emoción al ver a sus amigos tan maravillados. “Estoy tan contenta de que hayamos decidido venir. Esta noche va a ser especial, lo puedo sentir.” Tomaron sus asientos en la sección central, donde tenían una vista perfecta del escenario. Jade se acomodó en su butaca, sintiendo la suavidad del tapizado bajo sus manos, y lanzó una mirada de complicidad a Joseph y Aurea. “¿Qué piezas crees que tocarán esta noche?” preguntó Joseph, hojeando el programa con curiosidad. Aurea le respondió, “Creo que abrirán con Beethoven. Siempre es una buena elección para empezar una velada como esta.” Jade asintió, añadiendo, “Sí, y después probablemente algo de Mozart o Tchaikovsky. Estoy deseando escuchar cada nota.” Se prepararon para disfrutar de la música, sus corazones latiendo en sincronía con la anticipación que llenaba el aire. La orquesta comenzó a afinar sus instrumentos, y Jade supo que la noche sería inolvidable. “Escuchen, ya están empezando a afinar,” dijo Jade, inclinándose un poco hacia sus amigos. “Es como una promesa de lo que está por venir.” Joseph sonrió, su mirada fija en el escenario. “Sí, es emocionante. Es como si cada nota que tocan nos llevara a un viaje.” La sala se llenó de un silencio expectante mientras las luces se atenuaban, y Jade sintió una oleada de felicidad. Estaba rodeada de amigos, en un lugar hermoso, lista para disfrutar de una noche de música sublime. Durante el intermedio, Jade decidió ir al baño. Mientras caminaba por el pasillo, giró una esquina y de repente, quedó cara a cara con Alexander. La sorpresa la dejó sin aliento. Él estaba allí, como una visión salida de un sueño, vestido con un traje oscuro que acentuaba su porte elegante y su presencia imponente. Su cabello oscuro, peinado impecablemente hacia atrás, brillaba bajo las luces suaves del teatro, y sus ojos, de un azul profundo, parecían penetrar hasta su alma. La mandíbula fuerte y bien definida de Alexander, junto con su porte erguido y confiado, le daban una apariencia casi aristocrática. Cada detalle de su atuendo, desde la caída perfecta de su chaqueta hasta el brillo pulido de sus zapatos, hablaba de una elegancia innata y un gusto exquisito. Sus labios esbozaron una ligera sonrisa, llena de misterio y magnetismo, haciendo que el corazón de Jade latiera con fuerza. Sus ojos se encontraron y el mundo pareció detenerse por un instante, lleno de electricidad y misterio. Jade sintió un escalofrío recorrer su espalda, consciente de la intensa presencia de Alexander y el inesperado giro que la noche había tomado. “Alexander,” dijo Jade, sorprendida pero sonriendo. “Jade,” respondió Alexander, sus ojos grises brillando con intensidad. “No esperaba encontrarte aquí.” “Yo tampoco. ¿Vienes a menudo a estas funciones?” preguntó Jade, intentando mantener la conversación ligera. “De vez en cuando. La música clásica tiene una forma de calmar la mente,” respondió Alexander, su tono borde pero curioso. Jade asintió. “Es verdad. Es un respiro necesario del caos diario.” Alexander la miró fijamente, sus ojos penetrantes como si intentaran leer su alma. “¿Disfrutas de la música clásica, Jade?” “Sí, mucho. Me ayuda a pensar y a relajarme,” dijo Jade, sintiendo la intensidad de su mirada. “Interesante,” murmuró Alexander. “Parece que siempre estás buscando maneras de calmar tu mente.” Jade sintió un leve rubor en sus mejillas. “Supongo que sí. ¿Y tú, Alexander? ¿Qué te trae aquí esta noche?” “Negocios, como siempre. Pero también un poco de escapismo,” dijo Alexander, su voz suave pero cargada de un subtexto que Jade no podía identificar del todo. Un momento de silencio incómodo pasó entre ellos, ambos conscientes de la atracción palpable que sentían. Finalmente, Alexander rompió el silencio. “Espero que disfrutes el resto de la función, Jade,” dijo, su voz baja pero con un tono posesivo. “Gracias, Alexander. Lo haré,” respondió Jade, sintiéndose extrañamente atraída por su actitud borde pero intrigante. Mientras Jade regresaba a su asiento, no podía dejar de pensar en Alexander. Había algo en él que la atraía y la desconcertaba al mismo tiempo, una mezcla intoxicante de peligro y encanto que la mantenía en vilo. La música volvió a llenar el teatro, pero sus pensamientos seguían girando en torno a ese encuentro inesperado. Alexander observó a Jade mientras se alejaba, sus ojos fijos en ella como un depredador acechando a su presa. Su mente era un torbellino de emociones contradictorias, una mezcla de deseo ardiente y una oscura posesividad. Sabía que estaba jugando con fuego, pero la atracción era irresistible. Algo en ella lo llamaba, una luz que él deseaba poseer y dominar, una pureza que quería corromper con su toque. Un susurro siniestro en su interior le recordaba que este juego podía tener consecuencias devastadoras, pero la idea solo avivaba su determinación. Nunca antes había experimentado una atracción tan intensa y abrumadora. Jade no era solo una mujer; era un enigma que debía desentrañar, una joya que quería reclamar como suya. Mientras la observaba desaparecer entre la multitud, una sonrisa oscura se dibujó en sus labios, y supo que esto era solo el comienzo. Mientras regresaba a su asiento, se encontró con Adrian. Ambos intercambiaron una mirada cargada de tensión y reconocimiento. Un breve asentimiento de cabeza fue todo lo que se necesitó para entender que ambos estaban en un terreno peligroso, encaprichados por la misma humana. En otra parte del teatro, Adrian, Julian, Christopher y Victoria continuaban su conversación de la mañana. La tensión en el aire era palpable, y cada palabra parecía estar cargada de un significado más profundo. “La historia nos ha demostrado que las relaciones entre dioses y mortales solo traen problemas.” Victoria sonrió con burla. “¡Los humanos son juguetes! Juguetes que usamos y desechamos cuando nos aburren. “¡No todos somo como tú!” exclamó Adrian, sus manos temblando de rabia. “Algunos de nosotros valoramos más que solo el poder y la manipulación.” Victoria se adelantó, su rostro a centímetros del de Adrian, su voz goteando veneno. “Tú eres un Dios, Adrian. Actúa como tal." “No podemos permitir que esto nos divida. Necesitamos mantener el control.” musitó nuevamente Christopher, su voz resonando con autoridad. Victoria se volvió hacia Christopher, su mirada aún llena de desprecio. “¿Y qué sugieres que hagamos, Christopher? ¿Dejar que Adrian juegue a ser humano mientras el equilibrio se tambalea?” Christopher frunció el ceño, su paciencia al límite. “No, pero debemos ser prudentes y recordar quiénes somos. Las acciones impulsivas no resolverán nada.” Adrian, sintiendo la presión de sus palabras, asintió lentamente. Sabía que tenían razón, pero en el fondo no podía dejar de pensar en Jade y en lo que ella significaba para él. La lucha interna era intensa, un torbellino de emociones y deberes enfrentados. Sabía que tenía que encontrar una manera de resolverla, pero ¿cómo? Mientras el silencio se apoderaba de la sala, Adrian miró a sus compañeros, sus rostros serios y llenos de expectativas. Victoria, con su frialdad característica, parecía ajena a cualquier tipo de sentimiento, pero Adrian sabía que detrás de esa máscara había una historia de dolor y sacrificio. Christopher, por otro lado, era la voz de la razón, siempre firme y decidido, pero con una comprensión profunda de la humanidad que a veces sorprendía a todos. Adrian se levantó lentamente, sintiendo el peso de su decisión sobre sus hombros. “Lo entiendo,” dijo con voz firme, aunque su corazón latía con fuerza. “Entiendo lo que está en juego y la responsabilidad que tenemos. Pero también sé que no puedo simplemente apagar lo que siento. Jade... ella es importante para mí, más de lo que puedo explicar. No sé cómo reconciliar estas dos partes de mi vida, pero prometo que encontraré una manera. No dejaré que mis sentimientos nos pongan en peligro.” Victoria lo miró con una mezcla de desdén y algo que parecía ser una sombra de comprensión. “Más te vale, Adrian. No podemos permitirnos distracciones ahora.” Adrian asintió nuevamente, decidido. “Lo sé. Y no los defraudaré.”
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