Hoy papá se vuelve a Australia y no le volveré a ver hasta las vacaciones de Navidad.
Allie quería acompañarme al aeropuerto, pero quería venir yo sola porque sé que voy a ponerme muy triste aunque ya hemos hecho este ritual miles de veces: nos abrazamos, nos despedimos, soltamos un par de lágrimas, nos volvemos a abrazar, nos volvemos a despedir, y se va. Siempre es así cuando voy a verle a Australia y me suelo pasar todo el viaje pensando en cuando volveré a verle.
—Puedo acompañarte a facturar el equipaje —le digo, mientras bajo la maleta menos pesada del maletero de mi Ford.
—No —niega. Está desatando la tabla de surf de la vaca, cuando lo consigue la deja apoyada en el coche—. Vuelve a casa que es tarde ya.
Papá me abraza, y no quiero soltarle. En el camino hemos pillado un poc
