—Esperen a reposar un poco —nos pide Jannet, pero yo niego insistentemente. —Debemos irnos… Mi papá debe estar preocupado sin saber de nosotras y mi teléfono está apagado —le explico, mientras doy la vuelta al mesón y camino hacia la salida de la cocina. —Merci! Ese desayuno estaba delicioso —comenta Michel, mientras se apresura en alcanzarme y se nota un poco confundida. Nos despedimos de todos desde la puerta y veo a Julien riéndose con satisfacción, pero ahora no me dan ganas de devolverme a ahorcarlo, sino que quiero desaparecer y ojalá pudiera borrar su memoria o mejor aún, viajar al pasado y eliminar ese momento. Salimos de la casa de Julien como alma que lleva el diablo. La vergüenza me estaba carcomiendo. Nunca imaginé que tomar licor me fuera a pasar factura de esta forma…