Una verdad sin anestesia

2846 Palabras

Stefano la subió sobre el lavamanos y acarició sus nalgas, sacándole un gemido alto a la venezolana, que comenzó a arquearse en busca de más caricias. Eso lo volvió loco y pronto comenzó a complacerla, sintiendo que su cuerpo entero respondía a sus caricias, como si el tiempo no hubiera pasado o no se hubiesen separado nunca. Empezó a creer en una reconciliación, aunque todavía estaba el asunto del inglés y el niño, algo que apartó de su mente con mucha facilidad para seguir en sus besos y caricias, deleitado con los gemidos y jadeos de Minerva. "Total, primero fue sábado que domingo", pensó con innata frialdad, diciéndose que si tenía que quedarse con Minerva, sería lo justo, ya que él había llegado primero a su vida. —Oh, Stefano… —gimió la castaña, cuando tomó uno de sus pechos y me

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