Stefano desayunó, le dio un beso en la frente a su hijo, a su mujer y se marchó. Minerva pudo observar en la mirada de él cierta ternura, cosa que hacía mucho tiempo que no veía. A media mañana, la llamó por teléfono. —Minerva... —¿Cómo estás? —Bien, te llamo para decirte que he ido al médico, para que te quedes tranquila. Me ha dicho que los puntos que me agarraste eran necesarios y como no voy a dejar de trabajar, los ha cambiado por unos de sutura, que son más fuertes. Me ha hecho radiografías del costado y de la pierna, y no hay nada roto, pero dice que los ligamentos del muslo están muy inflamados y que llevará algún tiempo que vuelvan a la normalidad, sobre todo si no hago reposo. Tampoco descarta una ligera fisura en una costilla. Ella sintió pánico y una opresión en su pecho.