Elsa estaba feliz por ver a su madre de nuevo, preocupada por Silvana y su embarazo, y entusiasmada con las cartas que le enviaba Felipe, sin embargo, había otra cosa que le preocupaba. – No debí rechazarlo. Prometió que no lo perdonaría fácilmente y estaba orgullosa de haber mantenido la frente en alto, pero, conociendo al barón Salvoni, quizá nunca volvería a verlo. No había forma, el hombre era tímido en extremo, sí la persona a la que quería ver estaba ocupada, él esperaba por horas para ser atendido. – Tonta – se llamó a sí misma y le dio patadas a la cama. Afuera el día comenzaba, con la adición de Lucinda Terran, la cantidad de trabajo disminuyó y también la responsabilidad, su madre se hacía cargo de todo, ella podía tejer una pequeña sábana y dar por terminado su día. O, lleg