Silvana salió corriendo del carruaje y buscó un árbol para apoyarse y vomitar, Matilda sujetó su cabello, le llevó un balde con agua y la ayudó a regresar al asiento cubierto por cojines. – Debimos ir con ellos al hospital – dijo Jonás. Silvana negó con la cabeza – no estoy enferma, esto me pasa siempre que estoy nerviosa, ansiosa, estresada o las tres cosas. – Pronto llegaremos a la capital, irás a ver a un médico y no digas que esto es normal, sí yo tengo que organizar una reunión diplomática con los bárbaros en el norte, es justo que tú vayas al médico – reclamó. – De acuerdo – soltó Silvana – iré a ver al maldito médico – de pronto se sentía de mal humor. A través de la ventana apareció la capital, con las altas torres, la iglesia y encima de todo, un clima frío. Los guardias les