Era la noche antes de la fiesta, pronto amanecería y Silvana no había vuelto, Elsa golpeaba el piso con sus zapatos mientras contaba los segundos de manera apresurada, de pronto, escuchó la puerta abriéndose. – ¡Al fin! – exclamó – ¿estás bien? Silvana ya no traía la máscara – me torcí el tobillo – caminaba dando pequeños pasos para no agrandar el problema. – Pediré que te traigan agua fría, ¿cómo pasó? Dio un mal paso, en más de una forma – un accidente. Con algunas velas encendidas, el pie levantado y un paño con agua fría encima de su tobillo, Silvana se sintió un poco más tranquila, a su lado Elsa acomodaba la bandeja. – Dijiste que era importante y que tenías que salir esta noche, dime, ¿lograste hablar con…, esa persona? – bajó el tono de su voz – ya sabes, el caballero impacie