Un peón. Desde mucho tiempo atrás, mientras jugaba al ajedrez como parte de su educación para ser la princesa heredera y con la mirada puesta en el tablero Silvana descubrió su papel en la vida, ella era un peón de dama. Pequeña, insignificante y sacrificable, la emperatriz la movía de acuerdo a sus planes y ella avanzaba con la fiel creencia de que sería protegida. Eso cambió la noche de su boda, cuando Silvana descubrió que la emperatriz la traicionó desde el primer momento en que puso un pie en su mansión y fue cuando decidió que nunca más sería la pieza de otro. – Creí que lo había dejado muy claro, excelencia, soy una dama – se presentó nuevamente de una forma más coqueta – como le dije, las familias fieles a la emperatriz enviarán una carta notificándole de los recursos enviados,