Silvana no recordaba la primera vez que comenzó a fingir emociones, fue quizá en el primer año en el monasterio, en el segundo, o fue tras su llegada al palacio.
Sin importar la fecha, representar un papel se volvió parte de su vida, ella era para la señora Stephen, una buena estudiante, para la emperatriz, una joven sumisa y obediente, para Jonás una prometida comprensiva y para Gideon, una mujer misteriosa.
Con la práctica, se volvió muy hábil en las interpretaciones.
En su camino por el pasillo una mujer corrió de prisa y casi chocó contra ella, su doncella Matilda se interpuso, Denis apresuró el brazo y la joven de cabello rubio se ruborizó.
– Alteza, lo siento mucho.
– Estoy bien – sonrió Silvana y continúo su camino.
Pronto vieron que ella y la joven de largo cabello tenían el
