Las rodillas de Silvana se doblaron y cayó al suelo después de escuchar la historia – había un gran proyecto – lloró – no me dijo de qué se trataba, tampoco a mamá y yo lo olvidé – apretó las manos en puños y se golpeó la cabeza. – ¡Silvana! – exclamó Jonás y sostuvo sus manos para detenerla. – ¡NO ME TOQUES! – le gritó. Su padre era culpable, lo supo desde el comienzo, ese fue “el regalo de la emperatriz”, para que ella no pasara el resto de su vida atrapada en una venganza sin sentido, le dejó ver que su padre era culpable. Él cometió un fraude, vendió armas al ejército al precio reglamentario y ocultó que realmente eran armas forjadas por aprendices y de baja calidad, cometió un crimen que para los artesanos era imperdonable, aunque su hermano recuperó el título y su madre la admini