Silvana palideció, lo sabía porque vivió cuatro años en el monasterio y ninguna mujer tenía el nombre de “Dalia”, pero no podía compartir esa información – porque es un lugar público, muchas nobles han hecho el viaje y se han hospedado una o dos semanas, sí una de ellas hubiera descubierto la verdad, le vendería esa información a su padre, le sorprendería, la discriminación que sufren las hijas nobles por haber nacido siendo mujeres y lo ansiosas que están por tener control de su vida – logró desviar el tema – bueno, aclaramos algo, ¿qué pasará con el oro? – Necesito volver a la muralla para saberlo. Cierto, Silvana se fue poniendo cada vez más nerviosa – me iré ahora, fue un placer volver a verlo. Gideon tomó su mano y se inclinó para susurrar en el oído de Silvana – encontramos una pe