El ambiente era muy oscuro debido al clima y las dos se recostaron sobre la cama. – Fue durante el último invierno que pasamos con la abuela, ¿lo recuerdas? – contó Elsa – era una fiesta para mayores, te quedaste con Felipe y la nana en la mansión, yo viajé con mamá y papá, se suponía que debía acercarme a uno de los Renoir, los dos se veían muy toscos y fríos, me dio miedo, fui a una de las mesas y vi a un chico escondiendo cuatro pastelillos, notó mi mirada y dio la vuelta para comerlos, en ese momento pensé, ¡es tan lindo! – suspiró – se veía diferente, era… – Gordo – completó Silvana y se ganó una mirada acusadora – ya no es tu prometido, ya puedo decirlo, Edwin Constantino era muy gordo. Elsa sonrió – quería que bailara conmigo y él siguió escondiéndose, por la noche le dije a mamá