Era otoño nuevamente y el primer aniversario de bodas de Silvana estaba cerca – el tiempo pasa muy rápido – pensó mientras miraba por la ventana. Las noticias del sur eran pasajeras y después de lo sucedido con Marcia, cortó toda comunicación con el restaurante Tamilla y el duque Aldrich. Dos semanas después la publicación en el tablero de anuncios volvió. “Mi bella dama, sí la ofendí, pediré su perdón de rodillas, por el resto de mi vida” El problema no era él, era ella, comprometió su secreto por culpa de un descuido y no quería exponerlo, Marcia sabía que se comunicaba con una persona, pero no sabía de quién se trataba y lo mejor, era dejarlo de esa forma. Pero lo extrañaba. No tenía idea de cuánto significaban sus cartas o la emoción que sentía al desdoblar la hoja y leer las fras