Con la emperatriz en el calabozo y el emperador camino a la prisión, faltaban dos personas que debían enfrentar la justicia, el primero yacía en una cama con dificultades respiratorias y mucho dolor, el segundo entró de prisa, miró los cajones, abrió las gavetas y volvió a la cama – ¿en dónde está?, ¿dónde lo guardó? – preguntó Abrahán. Un hombre como el duque de Diana no moriría pacíficamente, alguien así se preparaba mentalmente para llevarse a todas las personas posibles junto con él y de ser así, en algún lugar de esa habitación tenía que haber un libro de registros, una caja secreta o una bolsa de diamantes, lo que fuera. – ¿Dónde? – volvió a preguntar sin especificar lo que buscaba porque no sabía qué era y al ver que el duque de Diana no respondía, se acercó a la cama y presionó s