Se siente como un sueño, pero me temo que es real. Desde aquí solo puedo ver un escalón, la neblina no me permite ver más al fondo, solo sé que es un camino que tengo que recorrer, a partir de ese primer escalón en el que se lee muy claramente, Julieta Lefranc. Ese fue mi nombre. Antes del tiempo de mi existencia, cuando Verium era un sueño dulce escrito entre nubes de libros y mi mayor preocupación era no quedarme dormida durante la lectura del mediodía, yo fui… – Julieta, despierta, niña, te quedaste dormida otra vez, ¡qué va a decir tu padre sí no aprendes a leer! Mi madre, Lucrecia Lindwood, fue la mujer más inteligente que conocí en mi vida, la forma en que manejaba a los sirvientes a pesar de ser una plebeya casada con un general a quien el rey despreciaba, o la forma en que res