Las noticias llegaron pronto, mi padre, el general Maximiliano Lefranc asesinó al rey Lizar y le llevó su cabeza al emperador Syanova.
Quienes lo llamaron héroe, lo nombraron traidor y lo odiaron por lo que hizo, yo también me sentí extraña, la lealtad era importante para los caballeros, el honor, el compromiso, todas esas cosas eran primordiales para mi padre y en una noche, él cometió una traición.
Fue difícil aceptarlo.
Jamás venceríamos a Syanova, sus ejércitos nos superaban diez mil a uno, su fuerza de ataque, su riqueza y su territorio eran tan grandes, que estaríamos comparando un campo de entrenamiento con un hormiguero, nunca tuvimos ni la más mínima oportunidad.
La única forma de escapar del fuego de la derrota, era rendirse, si el rey Lizar voluntariamente entregaba su coron
