Las flores eran hermosas, blancas y colgando hacia abajo como campanas, adornaban los árboles cubriéndolos con sus luces, más que flores, parecían lámparas modernas en medio del bosque y al final del camino había un gran espejo de cuerpo completo. Al llegar a ese punto Alexa se detuvo, porque el espejo no reflejaba su imagen, tenía todo lo demás, el camino, los árboles y las flores, no a ella, miró hacia atrás y luego volvió a mirar el espejo, sí no tenía su reflejo entonces ella no estaba ahí, o ese no era un espejo, colocó la mano sobre la superficie y su mano atravesó hacia el otro lado. – Yo soy más fuerte. – No, yo soy más fuerte. Dos chicos de catorce o quince años jugaban con espadas de madera, el día era tan brillante, que Alexa no podía ver otra cosa, solo a esos dos pequeños