Tempestad volvió a un lugar muy especial en su vida, el jardín de Otoño. En ese cementerio dónde siempre era de noche tenía cientos de recuerdos valiosos y sin importar su estado de ánimo, siempre volvía, para encontrarse con el dios de la muerte y también, su esposo. Siendo el matrimonio insignia de la segunda generación de dioses, eran de las pocas relaciones en Verium que jamás atravesó una separación. – Hoy sonríes más que de costumbre – dijo Otoño, mirándola caminar entre los árboles y extender los dedos hacia la corriente de luciérnagas. – Es curioso, hoy le hice un favor a mi hermano y en lugar de agradecérmelo, me ignoró – alzó los brazos para abrazar a Otoño – estoy muy molesta. – ¿Cuál fue el favor? – Lo apuñalé. Otoño tomó la mano de Tempestad para darle un beso y la coloc