Entre las muchas ciudades que Danil visitó mientras buscaba los ejemplares del martillo de Onilas y acababa con demonios, hubo un lugar en especial. Una ciudad entre las montañas, con una laguna y un puente por el que pasaban los coches, no muy lejos de la playa y con personas amables, al menos, era así cuarenta años atrás. Una mujer salió temprano de su casa cargando bolsas de basura, las apiló en la esquina de la calle y al dar la vuelta se encontró con un joven de ojos extrañamente rojos que la hizo sentir inquieta – buenos días – saludó y caminó hacia un costado para evitarlo. Danil sujetó su hombro y la miró a los ojos para hipnotizarla. La mujer con tres meses de embarazo parpadeó ligeramente y se talló los ojos, estaba sola en el jardín de su casa y creyó ver a alguien – necesit