La casa no había cambiado, nada era diferente de un par de horas atrás cuando subieron a la camioneta, el equipaje de Alexa seguía en la sala y las luces de la cocina estaban encendidas. Era un desastre. Guerra se sentó en el sillón, estaba demasiado molesto consigo mismo – debí saberlo, los mortales no sienten afinidad por las reliquias, no importa que sean dioses reencarnados o que calcita no estuviera – se llevó las manos al cabello y lo peinó hacia atrás – mi poder siempre estuvo fuera de lugar. Y nunca antes lo notó, porque se sintió como algo natural. Alexa se sentó a su lado – quizá el objetivo era espiarnos, pero sí no fuera por eso, no habríamos llegado a la mansión de Sabrina, ni encontrado a calcita. Pronto sería la media noche, las luces de afuera estaban encendidas y dent