Nueve meses habían pasado desde que Celeste y Faris nacieron, los dos pequeños dioses anunciados como catástrofes no eran diferentes a dos mortales, Celeste tenía el cabello rubio y Faris lo tenía oscuro, Odio les enseñó a decir ¡rey!, para referirse a ella, y ¡esclavo!, para referirse a Retoño, en labios de los pequeños la primera palabra se convertía en ¡ei!, y la segunda en ¡bo!, pero para Odio sus hijos hablaban con mucha claridad y elocuencia. Por su lado, Retoño constantemente les susurraba una palabra secreta, ¡mamá!, siempre que Odio no miraba la repetía y cubría sus labios con los dedos para mantener el secreto. Era gracioso ver la diferencia de crianzas, Retoño quería que caminaran y se sostuvieran correctamente para no caerse mientras que Odio quería que aprendieran a usar una

