Julieta se niega a comer, mira la comida y presiona la tela de su vestido, tiene ojeras, lleva días enteros sin poder dormir, lo sé porque la escucho gritar por las noches y Lucrecia va a verla, tomo un trozo de costilla de cerdo y lo coloco en su plato. Ella me mira con tristeza – no tengo hambre. – No te pregunté sí la tenías – tomo un plato con calabaza y lo pongo junto a la carne – come, es una orden. Lucrecia suelta un resoplido – es tu hija, no uno de tus soldados. – Hice demasiado por esta familia para que me mires de esa manera – volteo la mirada, sin querer llevé la mano hacia mi cuchillo ausente, porque lo dejé en la entrada, es un requisito en la corte del emperador Syanova, me puse nervioso por un espectáculo mediocre. El vocero interrumpe el banquete, hace una reverencia

