Capítulo 2

2779 Palabras
Respira, por quien respiró y que te amó. Muchos odiamos la rutina, pero Paula, sentía la necesidad de aprovechar cada segundo, hasta el punto de que disfrutaba de la rutina, ir a la escuela todos los días y compartir con sus amigos, con quienes de vez en cuando salía. Sao Paulo era un lugar hermoso, después de todo, con mencionar Sao Paulo, no había que adivinar para saber que se hablaba de Brasil. Frotándose los ojos se paró de la cama y extraviada buscó con sus pies, sus sandalias favoritas. Cuando abrió los ojos, parpadeó varias veces antes de tener una vista nítida, arrastró los pies hacia su baño y justo en ése momento su madre le gritó: —¡Paula, vas tarde! —¡Ya voy! —respondió exclamando. Sin importar el hecho de que ya iba tarde, se dió un baño relajante y tranquilo, sin apuros; una de las cosas que había aprendido de su padre, era ser paciente y no turbarse. Ella no era de las chicas que tardaban una eternidad en alistarse, por ende en poco tiempon ya estaba lista, ponerse el uniforme, recoger su cabellera y ya, no necesitaba maquillaje para verse hermosa. Tan pronto que estuvo lista, bajó para desayunar con su mini-familia, Verónica su hermana ya estaba lista para ir a la universidad. —Buenos días —saludó entrando al comedor. Con una sonrisa pasó a sentarse en su puesto, al frente de su madre y con una vista perfecta para poder ver a su padre, por algo amaba ese asiento. —Buenos días —Le respondió el saludo su hermana, entusiasmada y feliz. —; estoy tan feliz de que pronto ya terminaré la universidad, Fray está igual de emocionado. —Yo feliz de que me faltará solo dos años —Le sonrió. —Ja, apenas empiezas hermanita. —Si siguen hablando, ambas llegaran tarde o se irán sin comer —Le reprochó su madre a ambas, mientras, pasaba a sentarse, al lado del asiento de su esposo quien tristemente ya no estaba y tan solo con ver el asiento vacío, sentía esa ausencia que le dolía pero entendía el hecho de que estaba en un lugar mejor. Paula se paró mientras, tomaba su vaso de jugo, cuando terminó lo que contenía miró a su madre para despedirse, seguido de su hermana y salió a esperar la llegada de sus amigos, pero ya Laura estaba en la puerta a punto de tocar. —Hola, parece que hoy solo somos tú y yo —Encogió los hombros y seguido abrazó a su amiga. —Conoces a Isabel —dijo Laura haciendo un ligero movimiento con la cabeza. Juntas tomaron un taxi rumbo a la escuela. El día fue similar al anterior, en el receso se encontraron con Thomás y como siempre charlaron hasta que finalizara el recreo. Paula era la mejor de su salón, tenía muy buenas calificaciones y era activa, se destacaba muy bien en la escuela tanto como en la iglesia, con esa hermosa voz que tenía era imposible no admirarla. Sus ojos estaban atentos a los movimientos de su maestra, mordió su lápiz y desvió los de su maestra y la pasó sobre su amiga, quien miraba fijamente a la maestra como si trataba de entender algo que no le cuadraba. Esperó pacientemente que la maestra dejara de explicar para tocarle el hombro a su amiga y hablar entre susurros. —¿Qué te parece si estudiamos juntas para los exámenes finales?-le propuso. Laura no tardó en contestar. —¿En tu casa o la mía? —En la tuya. —Vale —asintió Laura. Sonó la campana y se sintieron liberadas, era un poco presionado estar en las finales, exámenes, proyectos y lo más importante, vacaciones. Ambas salieron juntas y se pararon en el corredor para esperar a Thomás. —Debemos avisarle a Isabel, para que no se moleste y nos acompañe —explicó mirando a su compañera a los ojos. —Si yo conozco a Isabel, tú también. Además ella está aún más extraña desde que ese tal chico se volvió su crush —Laura empezó a buscar a Thomás con la mirada. —¿Cuál chico? —Es un tal Ed... Laura tragó sus palabras al ser interrumpida, por el chico de ojos grises. —Que lindo, mis dos grandes amigas me esperan. —Siéntete dichoso —Sonrió Paula. La mirada de Laura cayó sobre la de Thomás quien sonreía y no le pudo parecer más guapo cuando reía. Thomás inclinó su brazo y rodeó el cuello de ella para empezar a caminar juntos, con la enana de Paula en frente. [...] Antes de organizar su mochila le avisó a su madre que iría a estudiar a casa de Laura, su madre no tuvo problema en aceptar, ella y Laura tenían años de amistad, la confianza era mutua y preocuparse por ella estando con Laura, era como una pérdida de tiempo. Laura además de su amiga era su consejera y siempre se empeñaba en cuidarla, al igual que Thomás. —Ya me voy, mamá —exclamó parada en medio de la casa. Victoria dejó lo que hacía y se dirigió hacia su hija. —Si es muy tarde, toma un taxi, yo saldré temprano de la empresa. Ve con Dios, linda. Besó la frente de su hija y la dejó marcharse. Al llegar a la casa de su amiga, solo tuvo que tocar dos veces el timbre para que bajara su amiga y la dejara pasar. Repasaron los puntos más importantes de cada materia y luego decidieron jugar, sonaba ridículo ese hecho, pero, apenas eran adolescentes de catorce y dieciséis años, jugar a su edad era algo tan normal como comer. —Paula, son las seis y pico, deberías irte —comentó Laura parándose del suelo y ella lo imitó. —Sí, no quiero que mamá se preocupe —Tomó su mochila y la llevó a su hombro. —Le diré a mi hermano que te lleve, no puedes irte sola a esta hora —Propuso Laura. —Puedo hacerlo, no es tan tarde, tampoco necesario que tu hermano me lleve —Se negó ante el pedido de su amiga. Laura negó con la cabeza y le dijo severa: —Sabes perfectamente lo peligroso que es que te vayas sola, ya regreso. Laura salió de la habitación y se dirigió al de su hermano, entró y lo vió acostado con su laptop encima. —Anthony —Llamó la atención de su hermano, se quedó en la puerta para no evadir la privacidad de él. —¿Qué quieres?—Le contestó el joven de ojos verdes similares a los de ella, de manera cortante, cosa que le indicó que estaba haciendo algo importante. —Necesito que lleves a Paula a su casa —Pidió amablemente. —. por favor, es tarde. —Solo porque esa niña me agrada —aclaró su hermano. —Pronto no la llamarás niña, ya tendrá sus quince. —Interesante, deja y me pongo una camisa. —Vale —Accedió Laura satisfecha. Anthony era un chico de veinticuatro años, estudiaba arquitectura, era alto y algo fornido, con los mismos ojos que su hermana. —Ya viene —Informó la chica a su amiga quien simplemente asintió. —Vamos, pequeña —Apareció el joven de ojos verdes en la puerta de la habitación donde se encontraban. —Vamos Paula —dijo Laura con la intención de acompañar a su amiga. —Tú te quedas —ordenó Anthony. —Pero...—La castaña intentó quejarse pero su hermano no se lo permitió. —Te quedarás a cuidar la casa, cualquier cosa llamas y ni se te ocurra salir —Le advirtió. —, vamos Paula —Le hizo una seña con la cabeza para que avanzara. Paula antes de tomar la iniciativa se despidió de su amiga en un fuerte abrazo y siguió al joven, al cual debía alzarse para ver a los ojos. Sí, Paula y Laura eran dos chaparritas, sin mencionar que en aquel tiempo ya no se sabía quién era madre o hija, por el gran desarrollo que estaban teniendo las adolescentes. Con algo de dificultad, subió a la camioneta del hermano de su amiga quien estaba serio. En todo el transcurso del camino, nadie habló hasta que Paula decidió romper el silencio. —¿Cómo es la universidad?¿es tan difícil como dicen? —Bueno —El joven suspiró. —, no es la gran cosa pero, debes ponerle empeño. No deberías preocuparte por eso ahora, te falta mucho para esa etapa, mientras, disfruta tu adolescencia. En ningún momento giró a mirarla, simplemente le contestó haciendo pequeños gestos sin apartar la mirada de la carretera. —Sinceramente da miedo según testimonio de algunos —dijo Paula haciendo un gesto de terror. —Solo debes ponerte para lo tuyo. —Ya veo. Decidió no hacer más preguntas, igual ya llegaría su momento y podría dar su opinión sin dudas. Claro, lo iba a experimentar. Anthony estacionó la camioneta frente a la casa de la chica, quien veía por la ventana. —Gracias por traerme pero, debes entrar, mi madre debe ver quien me trajo y no estará tranquila hasta no hacerlo —Dejó de mirar por la ventanilla del auto y miró a quien la acompañaba a los ojos. —Dile que ha sido el hermano de tu amiga —dijo el universitario en forma de obviedad. —De todas maneras, mi madre nunca te ha visto. Es que ella es así, se preocupa mucho —explicó. —La entiendo, en estos tiempos nunca se sabe; fíjate que podría ir preso sólo porque me vean contigo. —Que exagerado —dijo sonriendo. —¿Te parece?—El chico giró a mirarla arqueando una ceja. —, porque no lo es, la juventud es un asco. Finalizó y bajó de la camioneta, ella sin perder tiempo, lo imitó y se dirigió a la entrada de su casa, tocó el timbre dos veces y abrió su hermana Verónica. Anthony a su lado se perdió en la morena que tenía enfrente, con sus ojos delineó el rostro de la chica de ojos cafés, la morena tampoco se quedó atrás, sus ojos escanearon sin dejar escabullirse ningún detalle, al joven que tenía en frente. —Ella es Verónica, mi hermana, él es Anthony, el hermano de Laura —Los presentó, pero no interrumpió su burbuja de miradas. —Puedes decirme, Vero —La morena le extendió la mano con una sonrisa. Él le sonrió igual y le dió un ligero apretón de manos, sin apartar la mirada. —Es un placer, Veróni... digo, vero —Le respondió nervioso. —¿Nos dejas pasar?—preguntó Paula cruzándose de brazos mirando al par de embobados a primera vista. Verónica bajó de las nubes y le dió una mirada apenada a las personas que tenía en la puerta de su casa. —Lo siento, pasen —Se alejó de la puerta y los dejó pasar. Verónica los guió a la sala, los dos se sentaron menos Paula quien no paraba de menear la cabeza por la tensión de ambos jóvenes. —Iré por mamá, ¿atiendes a Anthony por mí?—Miró a su hermana quien se encontraba sentada frente a Anthony, llevaba el pelo suelto y un vestido blanco. La pelinegra rió. —Paula, él no es solo tu invitado, tranquila. Paula negó con la cabeza y se dirigió a la cocina en busca de su madre. Mientras, que en la sala ambos jóvenes estaban totalmente nerviosos, había un silencio no tan incómodo pero, el ambiente estaba tenso. Los ojos de la pelinegra empezaron desde los zapatos del castaño que no le podía sostener la mirada, hasta su pecho, el cual vestía una camisa negra y unos jeans del mismo color. El ambiente cambió con la aparición de madre e hija, Anthony se paró inmediatamente que vió a la señora Victoria, no tenía prisa, pero, sí una hermana sola en casa. —Él me ha traído, madre. Es el hermano de Laura —Paula rompió el silencio. —Muchas gracias por traer a mi pequeña —La señora con una sonrisa le extendió la mano al joven, quien no tardó en aceptar. —, Victoria. —Anthony, no fue nada, ya me voy —contestó el joven llevando una mano a su bolsillo delantero. —¿Por qué no te quedas a cenar?—Propuso Victoria amablemente. —Me encantaría pero, tengo una hermana que me espera en casa —Se excusó. —Tómalo como agradecimiento por traer a Paula, acepta cenar con nosotros —pidió la señora. Tenía el pelo n***o, similar a su hija mayor, era más parecida a ella, Paula heredó algunas cosas de su padre y casi todo de su abuela, empezando por su cabellera. —Sé nuestro invitado de honor —Verónica apoyó a su madre, y con solo mirarlo, ya lo había convencido. Era una pizca de nervios, envuelto de emoción, ambos querían conocerse más e interactuar pero, ninguno se atrevía abiertamente. —Yo que tú —La pequeña de ojos marrones señaló al chico. —,aceptaría, no se detendrán hasta escuchar el "sí" —Está bien —El castaño cedió al final. Estaba demás decir que era hermano de Laura, el mismo color de ojos y de pelo. Verónica sonrió satisfecha, y con la cabeza gacha dejó un mechón detrás de su oreja. Segura de que nadie la veía alzó la cabeza sin dejar de sonreír y se topó con la mirada del joven, quien trató de disimular un poco su sonrisa. —Vamos —Propuso Victoria y su hija fue la primera en tomar la iniciativa. La tomó de la mano y la arrastró hasta el comedor quejándose de lo hambrienta que estaba. La cena fue agradable, se conocieron más a fondo, hablaron de sus familias y otras cosas más. Paula se mantuvo callada y comentaba de vez en cuando, era amiga de Laura, no de su hermano, aunque le caía bien, pero muy pocos temas la involucraban. —Fue agradable aceptar esta propuesta, pero, ya debo irme. No quiero preocupar a mi hermana —Habiendo dicho eso, el invitado se paró para retirarse. Paula iba a pararse pero, su hermana se ofreció a acompañar al chico hasta la puerta. Una vez en la puerta, los dos jóvenes se miraron a los ojos. —Adiós —La pelinegra alzó su palma. —Hasta pronto —contradijo él. —¿Seguro?—preguntó ella, en duda. —Nunca se sabe, adiós vero —Le brindó una sonrisa amplia dejando al descubierto sus hermosos hoyuelos y solo con eso enloqueció a la chica que tenía enfrente. Era justo sus gustos, a ella le encantaban los chicos con hoyuelos, y con ello le gustaba más. Con una sonrisa de labios sellados, la joven entró a su casa, cerró la puerta y se pegó a ella embelesada. Paula frente a las escaleras al lado de su madre, carraspeó para llamar la atención de su hermana, y lo consiguió. —¿Qué?—espetó su hermana avergonzada. —Te gusta, te gusta —Paula empezó a molestar a su hermana, haciéndole caritas. —Estás chiflada, claro que no —Se defendió la acusada. —Es verdad, ¿cierto madre? No cabe duda —La enana buscó ayuda con su madre. —Sí, pero, esos temas de amor no son para tí, eres muy pequeña, aunque admito que tu hermana no sabe fingir —La señora miró a su hija en la puerta. —, buenas noches, vayan a la cama —dijo antes de marcharse entre las escaleras. Paula siguió molestando a su hermana hasta conseguir su afirmación. —Ya, me gusta, sí, un poquito, pero, no le digas a mamá. Paula con sus dedos hizo una seña de "bien callada me quedo". —Dios, esos hoyuelos que tiene —dijo Verónica subiendo las escaleras embobada, se pegó a la puerta de su habitación, mirando la nada. Paula siguió, y se colocó frente a ella. —¿A eso le llaman amor?—frunció el ceño. —, mejor descansa,¿vale?—Le dijo con una mueca y entró a su habitación. Aún faltando un mes para su cumpleaños, la emoción era muy grande, como si fuera mañana y era normal, cuando somos niños queremos crecer, cuando llegamos a la etapa de la adultez queremos volver a ser jóvenes, pero es imposible. Por eso es bueno aprovechar no solo cada etapa de la vida, sino la vida entera, cada minuto, cada segundo, sin importar la gran batalla que es vivir.
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