Espero reclinada en el auto mientras mantengo la vista en las puertas del avión privado que se abren. Siento cómo una sonrisa tira de mis labios, segundos después lo veo descender por las escalinatas con rapidez y antes de que me dé cuenta estoy caminando en su encuentro y soltando un chillido cuando me alza en brazos antes de que los labios de mi marido se posen sobre los míos. Me recreo con su boca, así como él hace lo mismo. —Han sido tres semanas eternas —murmura a milímetros de mis labios y no podría estar más de acuerdo con ese hecho. —Te amo y es una mierda estar alejado de ti. —No tienes ni idea, cariño. —Confieso dejando otro beso, esta vez uno rápido antes de poner los pies en el suelo y avanzar hasta el auto donde sube la maleta. — ¿Cómo está, Lois? —Inquiero mientras subo del