Solo espero que este loco no me haga daño. Él sale de la carretera y entramos a un camino en medio del bosque. Busco el celular en mi cartera. Le llamaré a Dana. Abel me arrebata el celular y lo tira por la ventana. —¡Eres un maldito imbécil, Abel! Al quitarme el celular pude sentir su temperatura, lo miro detenidamente. ¡Él está sangrando de la frente! Toco su frente y como lo sentí antes está ardiendo. —Abel, ¿qué pasa contigo? —¡No es tu problema, Paula! No me hagas enojar, guarda silencio. Él estaciona el auto frente a una mansión preciosa, pensé que Abel tenía alguna herencia o algo así, pero este lugar es de un millonario. Él me agarra del brazo y me hace bajar del auto. —¡Abel, suéltame! ¡Ayuda! —¡Grita todo lo quieras, Paula! Nadie podrá escucharte. Él me carga y me