63. RETOÑO

2562 Palabras
Ragnar Habíamos hablado con Nick y Alex respeto a la decisión que tomamos sobre tener un hijo y cuál sería nuestro proceder, a lo que ellos junto con Max, aprovecharon para que les respondiera algunas preguntas que tenían sobre lo ocurrido con David y Katherina. Ya sabía que Alex me había hecho la prueba de ADN a escondidas, así como también supe que él les dijo a ellos la verdad. Después de contarles mi versión de los hechos ellos lo tomaron bien, finalmente, los tres adoraban a los pequeños sin importar nada y su instinto protector y paterno lo tenían muy activo, así que les dio mucha ilusión el que pudiese haber un bebé en la familia. Para mediados de febrero Max y yo viajamos a Nueva York, quería realizar el tratamiento como la última vez, pero en esta ocasión teníamos a alguien especial en mente para que llevase a nuestro hijo, así que hablé primero con Oz para que preparara todo y hablara con su colega, mientras tanto, fuimos a hacer una visita muy especial al taller. Al llegar, todos nos saludaron con mucha emoción, las bromas no se hicieron esperar y las risas nos sobraban a todos. Recuerdo que hace años cuando llegué por primera vez no les sonreía, las cosas eran muy tensas y pasaba por un momento difícil, pero volver y estar en este ambiente tan alegre me hacía sentir bien. —¡Rag, Max! Todos giramos y vimos a Verónica correr hacia nosotros saludándonos con un beso en la mejilla, estaba hermosa con su vestido blanco entallado, pero lo más hermoso fue cuando me dio esa mirada que encendió todo en mí. —Te ves increíble Vero, hasta parece que te arreglaste para nosotros —dice Max. —Es un As para el trabajo, pero ¿qué hacen aquí? No creí que volverían tan pronto. —¿Te importa si hablamos en la oficina? Ella accedió y fuimos los tres a su despacho, puesto que ella no quería que estuviera Liam con nosotros por una discusión que tuvieron el día anterior ¿Por qué mi hermano no puede mantenerla feliz? No es tan difícil. —Bueno ustedes dirán. —Vero, Rag y yo hemos decidido tener un hijo. —Felicidades, me alegro por ustedes. —Gracias hermosa, pero como bien sabes el único medio sería In Vitro, así que necesitamos a alguien para que lleve nuestro hijo o hija y queríamos pedírtelo. Noto que las manos de Max están temblando, está muy nervioso, pero hizo un gran esfuerzo por no demostrarlo. —¿En serio? ¿Y consideraron a alguien más? —contesta ella sin mucho interés. Debí morder mi labio para evitar reírme, se nota que Vero quiere gritar esa respuesta a los cuatro vientos. —La verdad es que no, eres la única en quien pensamos, Janet está embarazada así que tampoco es que tengas competencia, pero la otra opción si tú no quieres es… —¡Obvio sí!!! —grita con euforia. Por eso es un encanto esta mujer. Max parece al fin sacar el aire retenido por los nervios y sonríe a más no poder. —¿Cómo pudiste pensar que me negaría? Yo soy quien más merezco eso, fui testigo en primera fila de toda su relación por tantos años y como mínimo debía ser la madrina, pero esto que me piden es mucho mejor. —¿De verdad lo harás? —es lindo ver cuando Max muestra esa faceta ilusoria. —Deja de insultarme así Massimo D’Porti y mejor ven a darme un abrazo. Él se levanta con toda esa alegría que lleva y la abraza hasta levantarla del suelo, después viene a mí y me abraza con su loca sonrisa, salimos para contarle la noticia a mis hermanos, pero sabíamos que ella tenía su propia manera de decir las cosas. Al parecer en cuanto salimos, se olvidó por un momento de la rabia que sentía por Liam y lo abrazó muy fuerte, él estaba feliz de verla así y la besó con ilusión hasta que llegó el momento. —¿Y a qué se debe tanta felicidad? —pregunta Liam a Vero. —Vamos a ser padres. Habría pagado lo que sea para tener una cámara y fotografiar la cara de mi hermano, se puso de todos los colores y creo que casi se desmaya. —¿Qué? —murmuró. —Que vamos a ser padres Liam, reacciona ya, Max y Rag me propusieron llevar a su futuro hijo y dije que sí. —Felicidades es una excelente noticia, y gracias Vero por ayudar a mi hermana a ser más feliz de lo que ya es —dice Robert quien viene a abrazarnos dándome esa mirada que hace mucho tiempo se estaba guardando. El verme cumplir su sueño es una dicha muy grande para él y una vez lo tengo en mis brazos se lo hago saber en un susurro. —Ahora te puedo decir con toda seguridad que soy muy feliz Robert y esto es mucho más de lo que llegué a pensar para mi vida. Él me abraza con más fuerza haciéndome perder de nuevo en ese exquisito aroma veraniego que solo él sabe portar, luego me mira y en el rostro del otro encontramos las demás palabras. —Te quiero Rag, me has hecho el hombre más feliz hoy —deja un beso en mi frente y de nuevo me abraza. En la noche fuimos a cenar a casa de Marcus para decirle a toda nuestra familia la noticia, por supuesto las felicitaciones, los besos y abrazos nos sobraron para dos vidas más, aunque solo una persona faltó esa noche y no hizo falta llamarlo ni hacer preguntas porque él lo supo desde diciembre. Unos días después nos encontramos en la clínica con Oz, su colega Lambert, Vero, Max y yo, los tres nos hicimos los exámenes de rutina, a Vero y a mí nos enviaron toda una lista de cosas por hacer y tomar para comenzar el tratamiento. Así fueron transcurriendo los días, Max viajaba cada cierto tiempo a Londres para la entrega de los proyectos y reuniones, hablábamos a Rusia e Italia por video llamada y les contábamos todo lo ocurrido, sabíamos que esto tomaría su tiempo y tampoco había garantías de nada. No obstante, los que más guardaban ilusión eran Vero y Max, siempre la veía empeñada en cumplir sus horarios para la toma de vitaminas, se cuidaba bastante en su alimentación y hacía todo al pie de la letra hasta el punto de que la acompañaba para que Oz la revisara luego de sus consultas. Parecía que era más su bebé que el mío, pero en mi caso no quise ilusionarme, no quería tener un golpe tan fuerte en el corazón, David fue un milagro de la vida, el que naciera y sea el increíble niño que es ya me generaba felicidad, pero decir que tendría una segunda oportunidad como esa era arriesgado para mí. (…) Verónica Hace dos meses que empezamos este tratamiento para que Max y Rag pudieran tener su hijo, siempre estuve pendiente de no descuidarme con ninguna de las indicaciones, incluso era precavida cuando estaba con Liam hasta el punto de que nos cuidábamos para evitar cualquier inconveniente, me hacía mucha ilusión el poder darles la noticia pronto, pero a medida que pasaban las semanas no ocurría nada. Llegué a ir con Oz para hacerme revisar y asegurarme de que no ocurriera nada malo conmigo, él me decía que debía tranquilizarme pues mi estrés también podía llegar a influenciar en el proceso, no sé si lo decía en serio o solo por molestarme, no sería la primera vez, pero preferí confiar en sus palabras. Hace un mes creí haber quedado embarazada, justo era en la semana donde las gemelas cumplían años y creí que podía darle la noticia a la familia, pero muy a mi pesar el embrión no continuó el proceso y fue desechado por mi cuerpo. Recuerdo que Max me había dado una sonrisa melancólica, ellos nunca me culparon de nada y eran comprensivos, pero sabía que les dolía. Estuve trabajando con Rag desde ese entonces, ella buscaba algunas formas para distraerse y creo que al estar en el taller y recordar viejos tiempos conmigo la hacía olvidarse de toda esta situación. A veces recordaba cuando Max llegaba saludándonos con esa hermosa sonrisa y nos traía algo a las dos, eso me hacía pensar en cuánto tiempo había pasado y todo lo que hemos vivido. (…) —Amor, creo que deberíamos ir al hospital, estás muy pálida y es posible que te intoxicaras con los mariscos de anoche. Esta es la tercera vez en la mañana que iba al baño para devolver todo en mi interior, algo me decía que no debía comerlos, pero yo y mi debilidad por los mariscos me pasaron factura. —Estoy bien, solo déjame descansar un poco y ya verás que se me pasará. —Vero, amor, no seas terca y vamos al hospital, me preocupas. —Estoy bien Liam, sabes que detesto los hospitales y solo voy cuando es algo extremadamente necesario, mejor ve al taller para que te hagas cargo de todo. —De acuerdo, pero quiero que te mantengas con el móvil cerca y llámame si necesitas cualquier cosa —me da un beso en la frente luego de dejarme en la cama y sale de la casa. Al cabo de un tiempo estoy de nuevo en el baño y escucho que tocan la puerta, pero no tengo fuerzas para salir de aquí. Tengo que buscar la forma de sobrevivir o tendré que aguantarme la retahíla de Liam más tarde en urgencias y no pienso darle ese gusto. —¿Sí sabes que tu esposo lleva molestándome toda la mañana por tu culpa? —río ligeramente al verla apoyada en el marco de la puerta. —Ya sabes que es un exagerado, no le prestes atención, mejor ayúdame a evitar que vomite el hígado dentro de cinco minutos. —¿Desde cuándo llevas así? —Anoche que salimos a comer unos mariscos cerca del puente de Brooklyn. —Dime que no fue en ese restaurante que a él le gusta. —Ya lo dijiste. Quisiera reírme de mi tragedia, pero las dos sabemos que ese lugar debería estar cerrado y yo en un hospital. Me ayuda para llegar a la cama, cambiarme y luego salimos para ir en su auto al hospital. —¿Le dirás que vamos a urgencias? —Es mi hermano, no tengo por qué decirle nada de lo que haga si no quiero. —Por eso te adoro. —Al menos pudiste llamarme más temprano y habría venido por ti. —Lo sé, pero no quería preocuparte por una tontería. —¿Una tontería? Vamos Vero ni que fuera la primera vez. Llegamos al hospital, me hicieron algunos exámenes, pusieron suero y medicación, poco a poco me iba sintiendo mejor y las náuseas iban disminuyendo. Rag apareció un tiempo después con algo de comida ligera, pues no había probado bocado alguno desde anoche y ya era medio día. —¿Qué te tiene tan mal Vero? —Creí que no lo preguntarías nunca. —Te estaba dando tiempo y preferí esperar a que se fueran las náuseas —estiro mi mano y ella la toma con cariño. Siempre me encantó la confianza que me brindó desde que nos conocimos y los momentos que peor me sentía, ella estuvo para mí sin excepciones. —Lamento decepcionarte, siempre me esforcé por hacer todo bien y el día que más confiaste en mí te fallé. —No lo hiciste Verónica, las probabilidades siempre han sido bajas y antes es una suerte que David naciera. —Lo sé, pero igual siento que te fallé Rag, quería darles la noticia desde hace mucho y mira, ya estamos en mayo, tres meses de espera, tres oportunidades y todavía no pasa nada, no quiero que el día de mañana me digan que renunciarán a esto. Ella se acuesta a mi lado acomodándome en su pecho y acaricia mi cabello con suavidad. —No te culpes por eso que nosotros no lo hacemos, Max sabía los riesgos y las probabilidades, quizás le duela un tiempo, pero luego se hará a la idea y buscaremos otra alternativa. —No quisiste confiar y esperanzarte como él ¿no es así? —No, es un dolor que preferí evitarme, por eso no me afecta en la misma medida ni reniego de nada —levanta mi rostro acariciando mi mejilla. —Vero, tengo tres hijos más que me hacen muy feliz y tres hombres que harían lo que sea por mí, si culpara a la vida por no darme otro hijo sería una desagradecida. —Pero este pequeño es importante para ustedes. —Mi familia es importante para mí, pero no me quejaré por nada, las cosas son como son y si este embarazo se da o no, eso lo dirá el tiempo. Esa misma noche estaba a punto de recibir un sermón de parte de Liam, pero Rag le pidió que me acompañara sin decir una palabra y que ahora lo que necesitaba era que estuviera a mi lado para animarme, así que se dio una ducha para ponerse más cómodo, preparó algo ligero de cenar y me acompañó en todo momento. Me sentí muy apoyada por mi esposo esa semana, él sabía cuán importante era esto para mí y parece que comprendió lo que me pasaba, no sé si habló con Rag o lo dedujo de otra forma, pero sus actos eran todo lo que contaba para mí y los que al final levantaron mi ánimo. Estábamos arreglándonos para ir a trabajar cuando recibo una llamada de un número desconocido, según me dice él, le pido a Liam que conteste porque estoy ocupada en el baño y lo veo regresar con mi móvil en la mano. —Cariño será mejor que atiendas, es del hospital. Frunzo el ceño y atiendo la llamada, escucho todo lo que dice la enfermera del otro lado de la línea y luego corto abruptamente quedándome paralizada por las palabras que acabo de oír, Liam me mira esperando una respuesta, está muy asustado, pero yo no tengo voz para decirle nada. —¿Amor qué pasa? Dime Verónica me estás asustando ¿Qué te dijeron? —dice él tomándome por los hombros y sacudiéndome un poco, entonces lo veo fijo y apenas sale un murmuro de mi boca. —Liam yo… ella dijo que yo —no podía hablar, estaba impactada. —¿Tú qué? Maldición Verónica habla ya que no puedo más con esta angustia. —Liam estoy embarazada. Comienzan a salir lágrimas y río sin comprender bien esta montaña rusa de emociones. —¿Cómo? —pregunta desconcertado, pero a su vez no puede evitar sonreír. —Estoy embaraza Liam, ¡estoy embarazada, sí funcionó! Grito tan fuerte que él hace una cara muy graciosa haciéndome reír más y es que no puedo de la dicha al saber que esta vez sí pasó. Resulta que sí me había intoxicado con esos mariscos, pero gracias a eso, también se pudo saber que el verano había traído un sol muy brillante, uno que me ayudaría a decirle a todos que tenía un mes cargando una pequeña vida, un futuro D’Porti Wintar.
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