Estoy en la cima de las escaleras negándome a bajarlas, me siento nerviosa y no en vano, justo ahora soy el blanco de varias miradas. Suspiro tomando algo de valor y bajo lentamente las escaleras hasta el lobby. La mirada de Darius es igual a la que me dio hace un rato, pero la de Abraham es indescriptible.
—Dharani, estás preciosa. –señala Darius con emoción–. Y ese vestido es increíble, color infierno, tan sensual.
Infierno, que ironía, Daem aborda mis pensamientos. Darius chasquea los dedos pero no a mi sino a su hermano que no ha dicho nada.
—Así fue siempre de idiota. –asegura riendo.
—Te sonará muy trillado, pero me dejaste sin palabras. Hoy en la mañana te veías hermosa y justo ahora no encuentro una palabra que esté a la altura. -dice por fin.
-Vayan o se les hará tarde. -nos dice Darius de manera apremiante.
Abraham me tiende su brazo y lo tomo, caminamos hasta la salida y las miradas están puestas en nosotros.
Al salir a la calle el coche de Abraham nos espera, abre la puerta para mi y subo con cuidado, cierra la puerta y camina hasta el otro lado y sube por fin.
Sus manos se aferran al volante visiblemente nervioso.
—¿Te sientes bien? –cuestiono bajito.
—No, yo solo o sea sí, estoy bien, es solo que los nervios se me atoran en la garganta.
—¿Quieres que entremos al hotel?
Su rostro se gira hacia a mi con una lentitud aterradora, el color carmesí en sus mejillas se aviva y sus ojos se abren tanto que a primera impresión dan miedo.
—¿Tú-tú?
—¿Tútú? –cuestiono sin entender.
Él respira tranquilizandose.
—¿Quieres que entremos al hotel? –hace la misma pregunta que le hice a él.
—O sea, me refiero a que si quieres que entremos por que no te encuentras bien.
—Ah, santo cielo. -–susurra muy bajo-. Vamos a cenar, será divertido.
Enciende el coche y avanza, yo también muero de nervios pero creo que los de él son aun más grandes que los míos.
Miro por la ventana el cielo nocturno de la ciudad de las flores, es precioso, nos detenemos en luz roja, mi mirada se posa en la rama de un árbol, ahí hay algo, algo blanco. Al principio pienso que se trata de una paloma mensajera pero no, me acerco más al vidrio como si eso fuese a darme mejor vista y entonces me doy cuenta de que no es una paloma sino un cuervo, un cuervo blanco.
Lo pierdo de vista cuando avanza el coche, ¿será posible que...? No lo creo, eso sí que me daría miedo, incluso más de lo que me da Daem, ese demonio tonto, con su complejo de superioridad y esa arrogante y coqueta sonrisa. Toco la tela de mi vestido con la palma de mis manos, es tan suave, tan lisa, tan cálida. Cierro los ojos y mi mente trae consigo aquella imagen del espejo, se ve tan perfecto que quiero odiarlo, ese traje le queda bien, su cabello peinado de esa manera, sus ojos verdes y no los rojos de cazador. Suspiro sintiendo calor inmediato.
—Oh por todos los... –se detiene–, si no lo estuviera viendo no lo creería.
Abro los ojos ante la sorpresa de Abraham.
Ambos miramos una de las muy conocidas mariposas preciosas pero extrañas de la bañera, obviamente él no las conoce, pero yo sí.
—¿Habías visto alguna vez una de éstas? –cuestiona maravillado sin dejar de verla.
No sé que decirle, como le explico que sí, que estuvieron en mi bañera el día en el que llegué aquí, después de saber que era una bruja.
—Dharani, dime que la ves también, por favor.
Sonrío nerviosa.
—Claro que la veo, es preciosa.
Asiente sin mirarme y apenas me doy cuenta que nos detuvimos para que él pudiera admirarla.
Una mancha blanca se cuela por el rabillo de mi ojo derecho, giro la cabeza y ahí está otra vez, ese cuervo blanco vuela cerca de los árboles que están a un lado de donde nos encontramos.
—Vamos, o se perderá la reservación y no queremos eso.
Niego con la cabeza, avanza unos cuantos metros más y nos encontramos justo frente a la puerta de un precioso restaurante.
Las marquesinas de la entrada denotan toda la elegacia del lugar. Abraham baja del coche y camina con paso presuroso hasta mi puerta, la abre y sonríe cuando me ve.
Me tiende su mano y yo la acepto, siento chispas cuando su piel toca la mía pero dejo pasar ese detalle.
En la puerta él saluda al Host quien lo reconoce de inmediato.
—Señor Miller, señorita. –saluda cordialmente.
Nos adentramos al lugar y casi quiero gritar de emoción, no es que nunca haya ido a cenar con alguien, lo que pasa es que este lugar es simplemente de película.
Nos llevan hasta nuestra mesa y Abraham me recorre la silla, él es tan formal y se mueve tan bien en este ambiente que es fácil saber que esto es lo suyo, día a día quizás.
—¿Qué se te antoja cenar? –pregunta cuando ya tenemos la carta.
—Realmente no lo sé, todo se lee delicioso.
—¿Comes de todo?
—Sí, de todo. –respondo pero al segundo me doy cuenta de que no sé exactamente qué sea "todo"–. Solo nada de animales en peligro de extinción o exóticos.
Él me mira entre divertido y sorprendido de mis palabras, debo parecer una tonta.
—Pollo y mariscos, ¿te apetece?
Asiento sonriendo.
Mientras él le hace una seña al camarero para ordenar, yo miro a mi alrededor, este lugar es precioso. Nunca imaginé encontrarme aquí, en esta ciudad sin mi madre, ella amaba la idea de venir y mostrarme el lugar donde nació, donde vivió una infancia feliz, donde seguramente supo que era una bruja cuando la abuela murió, justo como me pasó a mí.
—¿Dharani? –Abraham toca mi mano y lo miro–. ¿Estás bien?
—Sí, lo siento. Estaba observando el lugar.
—Me acaban de decir que habrá una presentación, un joven muy reconocido, canta muy bien y... Me preguntaba si después quieres bailar un poco.
—Me encantaría, pero debo advertir que soy pésima.
—No más de lo pastoso que puedo ser yo.
Ambos reímos y me siento más tranquila, traen la cena y una botella de vino, es delicioso y dulce, Abraham y yo hablamos y reímos durante la cena, cada vez se siente menos tensión y mis nervios se calmaron bastante. Pedimos postre a pesar de que no hay manera de que pueda comerlo, pero creo que es una excusa para no irnos del lugar.
Veo movimientos y Abraham me dice que es hora de la presentación, me sudan las manos, soy pésima bailando y no quiero hacer el ridículo.
La música empieza a sonar, esa melodía te invita a bailar, a sentirla, con los ojos cerrados.
Abraham toma mi mano y nos dirige hasta la pista de baile, pone sus manos en mi cintura y yo las pongo en su pecho.
Bailamos lento al compás de la melodia, nuestras miradas se encuentran, me regala media sonrisa nerviosa, hago lo mismo. Tropiezo con mi vestido y piso su pie, muero de vergüenza pero él me mira como diciendo que todo está bien.
La melodía inunda mis oídos, pero no la siento, solo la escucho, de pronto siento que el pecho de Abraham vibra, literalmente. Veo que saca su móvil y frunce el ceño.
—Dharani yo...
—Contesta, entiendo. No te preocupes.
Él asiente y camina a un lugar lejos del ruido de la música. Estoy por caminar a la mesa pero un cuerpo choca conmigo, no me da tiempo de reaccionar cuando siento que algo se clava en mi cuerpo, veo sus ojos, veo su rostro, y su maldita sonrisa satisfecha.
—Tú vienes conmigo, basura. –suelta antes de cargarme en su hombro.
Es difícil ver correctamente, por la posición en la que estoy y claro por que estoy herida y duele.
Nadie se percata de que soy llevada por un hombre horrible en su hombro.
—Abraham. –susurró en vano.
—Nadie va a escucharte, deja de intentarlo. Hay una capa de protección que nos aísla de la mirada de los humanos.
Sin poder creer lo que él dice, grito y me muevo pero me arrepiento ya que mi costado derecho duele.
—Da... em. –susurro muy bajo.
—No lo intentes, no sirve. Tú vienes conmigo.
Mi miedo es demasiado, no veo a Abraham, no hay nadie que me ayude, no entiendo por que mi cuerpo no me avisó del peligro, por que lo hizo con Daem la primera vez que lo vi, ¿o será que solo funciona con él?
Pese a mi dolor me remuevo y entonces algo pasa, la gente se empieza a levantar y a correr fuera del lugar, las lámparas del techo se mueven de un lado a otro y todas las copas y cubiertos tintinean a la par.
Entonces se enciende la alerta sísmica.
—¡Todos afuera! –gritan mientras la gente choca con nosotros pero el tipo este ni se inmuta.
Salimos por fin del tumulto de gente como si nada estuviera pasando. Yo veo a todo el mundo correr.
—Es raro que tiemble la tierra por estos lugares, ¿No tienes nada que ver con eso, o si? –cuestiona pero algo me dice que no espera mi respuesta.
Nos alejamos bastante de la gente y yo ya no puedo mantenerme con los ojos abiertos, mentalmente le pido que me deje pero mi voz no sale.
De pronto siento como él es derribado y yo junto con él. Mis ojos se cierran completamente y no me preocupo por intentar y abrirlos, escucho vagamente una pelea y de pronto nada, todo silencio.
Siento que unos brazos me toman de nuevo y luego todo es confuso, mi herida duele más que antes pero siento por fin que todo acabó. Daem no pudo matarme pero este tipo ya casi lo logra.