—Si no quieres estar en la cena, siempre podemos encontrar una excusa para nuestros padres —dice Arlette, llamando la atención de Emilio, quien ha estado mirando el celular sin siquiera probar su plato.
Él parpadea, como si regresara de un lugar lejano, y deja el dispositivo sobre la mesa.
—Lo siento… —murmura, acomodándose en la silla—. Estaba viendo unas noticias empresariales. Esta cena es completamente aburrida.
Arlette deja su copa de champaña con delicadeza y se acomoda el cabello detrás de la oreja.
—Te lo dije una vez, y te lo repito —responde con calma—: no voy a interferir en tu vida. Si quieres, puedes irte. Yo me encargaré de hacer algunos contactos. Tengo a mis guardaespaldas, volveré a casa sana y salva.
Emilio la observa en silencio, con el ceño levemente fruncido. Se a
