—Val… —gime Declan, profundo, casi desgarrando su garganta. Sus muslos tiemblan sin control y su m*****o palpita en las manos de Helena. El orgasmo lo sacude con tanta fuerza que su excitación se derrama sobre su vientre y la piel de ella. Helena lo observa sin pestañear, atrapada por la intensidad del momento. No puede evitar sentir un estremecimiento que la recorre entera. La palabra “excitación” se queda corta; lo que la invade es un deseo extraño, nuevo, que no sabe cómo manejar. Por reflejo, aprieta los muslos entre sí, tratando de calmar el cosquilleo insistente que crece entre sus piernas. Nunca imaginó vivir algo semejante: Declan, un hombre tan fuerte y seguro, ahora está completamente vulnerable y derretido en sus manos. La sensación la embriaga. Por primera vez se siente poder

