Dentro del cuarto de baño, Declan vuelve a tomar el rostro de Valentina entre sus manos. Sus ojos, enrojecidos por la fiebre y el efecto de la droga, la miran con intensidad. —No tienes que devolver nada, Val. Todo lo que hice por ti, lo hice porque me nacía hacerlo, sin esperar nada a cambio. Helena lo observa con un nudo en la garganta. —Lo sé —responde con suavidad—. También me nace ayudarte ahora. Se quita el saco que había tomado a toda prisa antes de salir de su departamento y se queda únicamente con la bata. Su rostro se enciende de vergüenza, sus pezones erguidos se marcan a la perfeción. No trae nada debajo; la tela ligera es lo único que cubre su cuerpo. Aprieta el nudo de la cintura con ambas manos como si esa acción pudiera darle seguridad, aunque sabe que no puede ocultar

