Alejandro parpadea varias veces, como si su vista estuviera nublada y necesitara despejarla. Intenta ordenar sus pensamientos, confirmar que está despierto y que no se trata de una mala jugada de su mente. La mujer frente a él, con el rostro crispado por la tensión y los ojos húmedos de rabia contenida, parece otra persona. ¿Dónde había quedado aquella mujer dócil y cariñosa que él recordaba? Ahora la presencia de Camila se le antoja extraña, desconocida. Camila lo mira fijamente, con los labios apretados y los ojos centelleantes, exigiendo sin palabras una reacción inmediata. Su corazón late con violencia dentro del pecho, convencida de que ya no soporta más desplantes ni humillaciones. Ha decidido que si Alejandro no entiende por las buenas, tendrá que hacerlo por las malas. Amenaza

