Sofía se mira en el espejo una última vez antes de salir. Su vestido no es demasiado elegante, pero le gusta cómo le queda. Esta vez fue ella quien insistió en invitarlo al cine; sentía que hacía falta una noche ligera, algo que no girara alrededor del trabajo ni de conversaciones tensas. Marcos había aceptado encantado, y ella estaba ilusionada con esto.
En la fila de la boletería, Sofía toma la delantera y compra dos entradas. Él protesta con un gesto exagerado.
—No, Sofi, esta vez pago yo.
—Ni lo sueñes, ya me debes tres cafés, cuatro helados y dos cenas —bromea ella, entregando el dinero al cajero.
Él se ríe, le acomoda un mechón rebelde detrás de la oreja y deja un beso ligero en su mejilla.
—Me siento mal de que siempre me consientas tú… te prometo que lo compensaré.
Ella sonrí
