Estaba enfrente de unas casas deterioradas, con el patio lleno de maleza y la verja de fierro casi caída. Realmente nunca me imaginé que viviría en un lugar así, sé que no era rico, pero nunca tuve una expectativa sobre él, porque le quería por ser él mismo.
—Es aquella casa gris, la tercera. —la vislumbré. Sentía un mal presentimiento sobre este lugar, como si no debiera estar aquí. No pertenezco.
—Es suficiente, vámonos.
—No, espera. —mordí el interior de mi mejilla, algo que hacía cada vez que me sentía nerviosa.
—¿Qué? Ya sé donde vive, no es para tanto ¿creíste que me decepcionaría por el lugar en el que vivía? Que equivocado estabas. —reproché comenzando a molestarme. —No soy ese tipo de persona. Que poco me conoces.
—No es eso. —señala la casa. —Quiero que te quites la venda de los ojos. No me gusta que seas la única que no sepa la verdad. —no entiendo a que se refiere. Me acomodo en mi asiento cruzándome de brazos frustrada. No debí venir.
Minutos después veo entrar al patio un conocido auto Mustang azul reconstruido. Lo veo bajarse del auto con bolsas en mano, la puerta de la casa se abre y una chica sale corriendo a ayudarlo, está sonriendo. Nunca olvidaré esa sonrisa.
La sonrisa de una mujer enamorada esperando al hombre que quiere.
Creí que me quería. Pero haciendo recordatorios en mi cabeza me doy cuenta que nunca me dijo que me quería. Solo que me necesitaba o deseaba. Que estúpida fui. Siento el nudo en mi garganta y las lágrimas pican en mis ojos, me siento tan tonta mirando la escena tan real. ¿cómo no pude ver las señales? Como se miraban, el hecho de que pasaran tiempo juntos. Que ella sabía más cosas de él que yo. Su repentina desaparición. Las llamadas que hacía que él saliera corriendo hacia ella, todo fue por ella. Me llega el recuerdo de la vez que íbamos a tener sexo y una mujer le llamó, aunque él me aseguró que fue un amigo, era ella. Me mintió en la cara. Y yo le creí como tonta. También mintió sobre el hecho de saber donde se encontraba viviendo.
—¿Lo sabías? —pregunto a Alex. No hace falta mirarle para saber que lo hace. Todos sabían menos yo.
Empujo el dolor hasta el fondo de mi corazón, limpio de un manotazo las lágrimas derramas, la herida está abierta y clavan cuchillos una y otra vez.
—¿Desde cuándo ella está viviendo con él? —le miro. Me da una mirada vacía.
—Desde el año pasado, eso creo. —cierro los ojos sintiendo la otra puñalada. Desde el año pasado, yo estaba enterrando a mi amigo, habíamos pasado tiempo juntos y después se distanció. Y todavía intentó echarme la culpa de que era la responsable de darle las señales equivocadas. Cierro mis manos en forma de puños cuando miro que entran con las bolsas a la casa, él sonríe. Otra puñalada.
—¿Quién más lo sabía? —se encoge de hombros. —¿Gustavo? ¿Luis?
—Gustavo parecía tener dudas a cerca de ello. Por eso dejó las cosas con ella mucho antes, no quería jugar su juego. Y Luis, vivía en su mundo. No creo que lo haya sabido alguna vez, y si sospechó o se enteró se lo llevó a la tumba —esa referencia me pone los pelos de punta.
Consideré a Cami mi mejor amiga. Creía que contaba con ella, con su confianza. Ahora entiendo que realmente nunca lo fue, solo fingió. Lo de estar en Los Ángeles, solo fue una mentira más, siempre estuvo aquí, en casa de Félix. Todavía recuerdo preguntarle a cerca de ella, si sabía sobre su paradero, antes de que ella respondiera mis mensajes y llamadas. Él debió decirle que me mintiera, estoy segura.
Abro la puerta del auto y bajo.
—¿Qué estas haciendo? —pregunta Alex bajándose.
—Enfrentando la realidad.
—¿Estás segura? —escucho su nerviosismo en su voz.
—Nunca lo he estado tanto en mi vida como ahora. —limpio mi rostro de cualquier rastro de lágrima. No quiero que vea que he llorado por él ni por su traición.
Mis pies sienten el camino pedroso, pero no dejo que me tambalee. Toco a la puerta con Alex atrás de mi siendo un espectador.
Escucho risas en el interior, cierro los ojos sintiendo el dolor. Tomo unas respiraciones antes de enfrentarlos, cuando ella abre la puerta sus ojos se desorbitan. Sonrío como me lo permito. Por eso vine. Quiero que sepan que lo sé, que estoy aquí para solo decirle la basura que son y que ya no seré la misma tonta que ellos pensaban que era.
—Hola, Camila. —No le diré como antes solía llamarla, ya no es mi amiga. Su labio inferior comienza a temblar, tiene miedo. —Veo que te has mudado a un nuevo lugar. —miro el interior de la casa. La empujo para pasar.
—Adeline, espera. Puedo explicarlo —tartamudea. —No es lo que piensas. —veo las compras en la mesa, en el sofá hay sabanas, de seguro anoche tuvieron sexo ahí. Le miro decepcionada. ¿Puedo decepcionarme más?
—No creí que eras ese tipo de perra traidora. Pensé que eras mi amiga —comencé. —Realmente te quería en mi vida, nunca dudé de tu amistad. —ella comienza a lloriquear, alejo mi mirada de la asquerosa escena.
Escucho pasos acercándose. Me preparo para la siguiente batalla. Esta me va a doler más.
—¿Adeline? —Su rostro se encuentra estupefacto. —¿qué haces aquí? —todavía tiene la estupidez de preguntar eso. Me río, pero es una risa vacía.
—¿No tienes una mejor pregunta? —espeto con veneno.
Pronto su mirada se convierte indiferente. Eso duele, otra puñalada. Ya no puede seguir engañándome.
—Adel, podemos explicarlo. —Camila se pone junto a Félix para que la proteja. Él la toma de la cintura, no paso desapercibido el sonido de mi corazón rompiéndose. Después de todo la está protegiendo. Que irónico, no soy la mal aquí. Tampoco es como si los estuviera apuntando con un arma, aunque me hubiera gustado haberla traído. Ellos merecen morir.
—¿Explicar qué? ¿Qué me estuvieron engañando todo este tiempo? —sacudo la cabeza. —No existe explicación alguna, más que la traición. —trago el nudo en mi garganta. —¿Por qué Félix? —le miro lanzando dagas.
—Estás malinterpretando las cosas, Adeline. Sé que es difícil de comprender, pero no es lo que piensas. Camila y yo, no estamos juntos. Nunca te traicionamos. —mi pecho duele. no puedo sostener más lágrimas, las dejo caer por mis mejillas, el dolor es punzante. —Tranquilízate, vamos hablar. —se acerca para tomarme de las manos, pero retrocedo. Caigo de culo cuando me tropiezo con algo en los pies. Golpeo sus manos para que no me toquen, Alex está allí para levantarme. —¿Qué le haz dicho? —esa va hacia Alex. —Eres un maldito mentiroso.
—Yo solo he dicho la verdad, cosa que tú nunca pudiste —escupe. Félix se acerca con las manos empuñadas a punto de golpearlo, pero le digo que no.
—¡No te atrevas a tocarle! —defiendo. Sus ojos me miran como si lo estuviera traicionando, cuando en realidad el traidor es él. Alex ha sido más amigo que ellos dos. —él solo me ha contado donde vivías, ahora sé por qué nunca me dijiste sobre la dirección. No querías que se cayera el show.
Él sacude su cabeza. —Deberíamos hablar otro día, cuando estés en mejores condiciones. —abro la boca sorprendida por sus palabras, pero ¿Qué mas me queda? Chasqueo la lengua.
—Si, otro día. Deberíamos quedar en un café los cuatro para hablar ¿te parece a las cinco, mañana? —sueno sarcástica. —¿Me crees una tonta? Félix me has engañado con mi mejor amiga y han estado viviendo juntos desde el año pasado. ¡No puedes seguir negándolo!
Camila se acerca para decir algo, pero estoy cabreada. Mi mano se conecta con su mejilla en una sonora bofetada. Ella se muestra atónita por mi violencia, llevando su mano al lugar golpeado, lágrimas surcan sus ojos derramándolas. Félix se interpone entre nosotras.
—¡Vete! Es mejor que te no estés aquí, Adeline. —¿está corriéndome? Otra punzada. Estoy destrozada. ¿Qué más puedo esperar? Podría hasta golpearme con tal de defender a Camila, no me sorprendería.
—¿Es enserio? —siento como se estruje mi corazón cuando miro a sus ojos indiferentes de mí, no me quiere aquí. Nunca me quiso, solo fingió un amor que yo cree. Alex tenía razón, él solo creó un personaje para entrar a la obra que yo inventé en mi cabeza.
—Será mejor que te vayas, no te encuentras en condiciones de hablar ahora mismo. —escupe despóticamente. —Camila, es solo una víctima aquí.
—¡YO SOY LA VICTIMA AQUÍ! —Grito histérica. Sé que estoy perdiendo los estribos. Alex me sostiene de los hombros, e intenta sacarme de allí, pero me rehúso.
—Adel, vámonos. Él no te quiere aquí. No hace falta quedarse. —sisea.
Me deshice del agarre de Alex, y caminé hacia Félix. Lo miré a los ojos con todo el odio que pudiera transmitirle y dije: —Te odio. —alcé mi mano para darle una bofetada, pero él la detuvo en el aire. Me llené de coraje, alcé la otra, pero igual la detuvo. Sacudió su cabeza.
—No me odias. Te sientes herida, pero no me odias, no puedes odiar a alguien que quieres.
—Pensé que me querías. —musité las palabras llorando.
—Yo también lo pensaba. —mi corazón sintió la frialdad de la verdad. —a veces te convences de que quieres a alguien, creas una imagen de esa persona en tu cabeza, tienes expectativas altas de su imagen, la idolatras. Pero cuando hace algo que creías no era capaz en tu mundo de ficción que creaste para ti, es cuando en un segundo toda esa imagen se desmorona y todo a tu alrededor también lo hace. Ese amor que creías infinito, que nunca se acabaría, desaparece también y terminas viendo a la persona por lo que realmente es. —deja caer mis brazos, porque sabe que no le haré daño. Lágrimas resbalan por mis mejillas. Ahora me doy cuenta de la persona que tengo enfrente. La real. Se ha quitado la máscara. Y con ello el mundo a mi alrededor se desmorona, todo lo que cree en mi mente comienza a deshacerse, porque no era real. —Lo siento, Adeline. No soy la persona que pensabas que era.
Trago el nudo en mi garganta y limpio mis mejillas con mis manos enojada, le miro a los ojos. Él lo ha elegido de esta forma. Solo él tiene la culpa de que terminemos de esta forma, y no hay vuelta atrás una vez que diga las palabras. —Ahora seremos dos extraños. —le regalo una de mis últimas sonrisas genuinas. —Adiós, Félix. —me giro para irme, está siendo difícil caminar hacia la salida. Alex me sostiene del brazo, estoy tan débil cuando miro el cielo azul. Quiero gritar.
Mi celular no deja de sonar, así que esta vez respondo. Es mamá. Cuando venía hacia la casa de Félix recibí un mensaje de su parte para que le devolviera la llamada. No lo hice.
—Es tu abuelo, tuvo un derrame cerebral. Está muy grave. Estoy tomando el avión hacia Oregón, te veo allá. —intento comprender lo que me dice, me siento aturdida.
—¿Cómo? No puede ser cierto, mamá —lloriqueo.
—Apresúrate. No sé si lo logre. —cuelga. Los latidos de mi corazón resuenan en mis oídos. Abuelo. Está en peligro. Comienzo a tener un ataque de pánico por primera vez, mis manos tiemblan y todo mi cuerpo. Alex me atrapa antes de la caída.
—Hey, cuidado. —estoy llorando. No puedo perderle, a mi abuelo no. —¿Qué sucede? —su mirada es de preocupación.
—Es mi abuelo. Ha tenido un derrame cerebral, está grave, tengo que ir a Oregón.
—¿Ahora? —asiento con la cabeza.
—¿Puedes llevarme al aeropuerto? ¿por favor? —lloriqueo. No puedo dejar de temblar.
—Si, claro. No te preocupes. Intenta caminar, estás teniendo un ataqué de pánico. —sus manos me sostienen hasta que estoy dentro del auto. Durante todo el camino no paro de llorar y pensar en si llegara tarde no me lo perdonaría. Mamá ha estado tratando de contactarme, pero no he respondido por pensar solo en mí. He sido egoísta. El nombre de Félix me llega a la cabeza, él tiene toda la culpa. Si algo le pasa a mi abuelo, lo odiaré más.
Cierro los ojos y trato de tomar respiraciones. Conduce hacia mi departamento donde solo tomo mi pasaporte, visa y algo de dinero.
Al llegar al aeropuerto, corro a la puerta que me corresponde. Alex me ha comprado un boleto durante el camino. Él ha sido de gran ayuda.
Me dejo caer en mi asiento, y cierro los ojos, esperando porque mi abuelo resista hasta verme. Rezo por primera vez para que su vida se salve.
Abuelo, espérame.