Seis meses de relación eran realmente buenos hasta ahora, no habíamos discutido ni nos hemos lastimado haciendo algún comentario o acción que nos enojaría. Algo que aún seguía molestándome era la ausencia de Cami. Aunque ya había respondido a mis mensajes y llamadas, aún no estaba segura de que estuviera bien. Me dijo que estaba quedándose en casa de una de sus amigas en Los Ángeles. Y que regresaría para el siguiente curso. Cuando le pregunté cómo llevaba el divorcio de sus padres, ella solo dijo que todo estaba bien, no le creí. Sé lo que se pasaba por ello. Era terrible no tener con quién hablar o apoyarte en su hombro para llorar. Le dije que me tenía a mi y si quería quedarse en mi departamento el tiempo que quisiera no había problema, respondió que lo pensaría.
—¿Quieres que te traiga un batido para nuestro almuerzo? —sonrío. Es el novio más atento.
—Por favor, que sea de mora. —me guiña el ojo y se va. No coincidimos este curso en las materias, pero puedo verle al menos durante los términos de periodos de clases o cuando comemos. Es algo.
Intento llegar a mi otra clase corriendo, es dos pisos arriba y estoy muriendo porque mi respiración ha sido errática. Cuando he subido el primero piso, intento recomponer la compostura tratando de sostenerme de la pared.
—¿Estás bien? Pareces agitada, ¿quieres agua? —miro la botella y después la mano que la sostiene recorriendo mi mirada hasta su rostro.
—Gracias —tomo la botella y la destapo para beber un sorbo de ella. Intento que mi respiración se tranquilice.
—¿A dónde vas con tanta prisa? —dice Alex. Sus ojos azules me sostienen la mirada y siento un escalofrío recorrerme.
—A clases del Sr. Freeman. El elevador no funciona hoy.
—Es cierto, he visto a varios llegar tarde a clases y también corriendo por los pasillos —me da una mirada divertida.
Cuando le llamé hace unos meses para intentar arreglar nuestra amistad, él me dijo que lo dejáramos así. Que era mejor que me mantuviera alejada de él y también me dijo que lo hiciera de Félix. Le respondí que mi novio no era una mala influencia para mí, y que no podía odiarlo por la pelea de esa noche en el club. No dijo nada más. Sabía que Alex me ocultaba algo, pero no quiso decirme.
Él estaba haciendo su pasantía en Quántico, Virginia.
—¿Qué haces aquí? ¿no se supone que debes estar en Virginia? —me da una mirada de soslayo.
—He tenido que venir a dejar una documentación, no me la han querido recibir por correo.
—Entiendo. —era la primera vez en meses que hablábamos en persona. Me dolió que dejara las cosas así y se distanciara de mí, aún no tenía con certeza por qué lo había hecho, pero no quise preguntar más del asunto.
—¿Cómo haz estado? —intento sonreírle, pero fallo. Es incómodo este momento entre nosotros, cuando antes era tan fácil hablar con él, extrañaba su cercanía.
—Bien, todo marcha genial aquí. ¿Y tú?
—El entrenamiento va más que bien, —frunzo el ceño.
—¿Entrenamiento? —no sabía que había que entrenar a los de la carrera de ciencia y tecnología de la información. —¿Qué tipo de entrenamiento? —él se aclara la garganta y sonríe nervioso.
—No, me refiero a que para mi es un tipo de entrenamiento antes de saltar al mercado laboral. Ya sabes como es todo esto después de graduarse. —asiento con la cabeza. Miro mi reloj.
—Mierda —exclamo al ver la hora, voy diez minutos tarde. Rezo para que el Sr. Freeman me deje pasar a su clase. —Tengo que irme, gracias por el agua —intento darle la botella, pero la niega.
—Quédatela, vas a necesitarla para llegar a tiempo. —suena burlón. Sonrío.
—Me dio gusto verte. —estoy metiendo la botella a la mochila cuando pregunta por Cami.
—¿No sabes nada de ella? ¿dónde se queda?
—Respondió mis mensajes hace unos meses. Dice que está con una amiga en Los Ángeles. Que volverá para el siguiente curso.
—¿Eso te dijo?
—Si ¿por qué? —sacude su cabeza con el ceño fruncido, como si no estuviera del todo seguro de mi respuesta. —¿Pasa algo? ¿ella te ha contactado?
—No, solo quería saber si estaba bien.
—Ok. Entonces me voy —corro escaleras arriba para intentar llegar a mi destino con mis pulmones comenzando a gritar por aire, era una pésima deportista.
***
Félix y yo, estamos en el club que solía frecuentar con mis amigos, ahora me doy cuenta que no los tengo. Solo me queda Gustavo, pero está haciendo de igual forma su pasantía en una empresa de telecomunicaciones en Toronto. Me doy cuenta que Cami y yo, éramos las únicas de segundo año, este es nuestro tercer año y el próximo estaría en pasantía. Luis estaría por graduarse este año, pero no lo logró. Cuando lo recuerdo es inevitable que no me embargue una tristeza y vacío, tenía mucho por delante. Gustavo me había comentado que estaba teniendo muchos problemas económicos con su familia y no podía darse el lujo de repetir materias, eso lo llevó a consumir drogas eventualmente, tanto que acabaron con su vida. A veces cuando quieres salir del estrés, o problemas, recurres a algo que te haga feliz a ratos, el problema comienza cuando no es suficiente y se vuelve una rutina para tu vida. Cuando iniciaste consumiéndola, ella terminó consumiéndote.
Triste, pero verdad.
Recuerdo cuando probé la cocaína en una fiesta, y volví por más. Es adictivo ese pedazo de felicidad. No volví a consumirla.
—¿En qué piensas? —la voz de Félix me saca de mis pensamientos. Le miro a los ojos y sonrío.
—En ti, —dejo un casto beso en sus labios y me dirijo al barman para pedir una margarita.
Entrecierra los ojos. —Supongamos que te creo —comienzo a reír. —¿Qué te parece si bailamos tanto como podamos esta noche? —su propuesta me desconcierta. Por lo que sé, casi no le gusta bailar. Aunque es bueno en ello.
—¿No trabajas mañana? —es viernes. Me dijo que suele trabajar a veces los fines de semana por la tarde o entre semana. Nunca me ha dicho de qué, y yo no he querido insistir en el tema. Solo me dijo que no me preocupara, porque no era nada peligroso.
—No, estoy libre este fin de semana para ti —sus manos viajan a mis caderas y aprieta. Trago saliva, con mi pulso comenzando a palpitar, he estado siendo un poco difícil cuando me ha pedido quedarse a dormir conmigo, porque sé lo que puede pasar. Aunque llevemos meses de estar en una relación no creo estar preparada aún. Entregarse a alguien en cuerpo y alma es demasiado íntimo, se intercambian energías. Pero cada vez que estoy cerca de él es difícil mantener sus manos lejos de mi cuerpo, y mi respiración se descontrola. No soy virgen, pero ha pasado algo de tiempo realmente sobre tener sexo. Estoy oxidada, y no quiero que tenga expectativas sobre mí cuando eso suceda. —¿Puedo quedarme en tu departamento? —ronronea —quiero hacerte el desayuno —besa mi cuello y electricidad viaja en mi cuerpo haciendo choques de fuegos artificiales. Joder. Me veo asintiendo mientras gimo en su oído. —Ahora vamos a bailar. —termino mi bebida y vamos a la pista.
Nuestros cuerpos se unen como si fueran hechos el uno para el otro en un espiral de movimientos. Sus manos encajan bien en mi trasero, estas me acercan más a él y puedo sentir el bulto, dejo escapar un gemido. Sus labios comienzan un juego por mi cuello hasta alcanzar mi boca y devorarlos con su lengua. Para entonces mi ritmo cardiaco se ha alterado tanto que no puedo controlar mi respiración, lo necesito, lo quiero, lo deseo.
—¿Quieres tomar una copa en mi departamento? —susurro en su oído.
—Estaría encantado —su voz es ronca y sexy. Un escalofrío pasa por mi cuerpo. Tomo su mano y nos dirijo hacia la salida.
Sirvo la tercera copa de vino. He preparado unos bocadillos que no hemos tocado, sus ojos no salen de mi cuerpo.
—Te gusta mucho el vino —afirma. —Lo digo, porque siempre que vengo a tu departamento me das vino.
—¿No te gusta el vino? —pregunto horrorizada. Suelta una risita.
—No es eso. Me gusta, aunque prefiero el whiskey.
—¿Por qué no me haz dicho? También tengo whiskey y un poco de tequila —alza una ceja. Pongo los ojos en blanco —a mi abuelo le encanta el tequila, me lo dio de regalo de navidad también.
—De hecho, la única vez que no bebí vino, fue esa vez que me llamaste ebria —hay un deje de humor en sus palabras.
—¡No estaba ebria! —suelto demasiado rápido recordando esa ocasión.
Comienza a reír. —Si lo estabas. Si no la llamada nunca la hubieras hecho —siento el calor en mis mejillas. —¿Desde entonces tenía sentimientos por mí? —no respondo. —Porque yo sí, comenzaba a interesarme por ti, por eso vine esa tarde. Estaba preocupado.
Hago un puchero. —Eres lindo. —otra carcajada gutural de su garganta.
—No lo soy, y lo sabes.
Nuestras miradas se conectan y siento el aire electrificante. Mi pecho era un sube y baja rápido. Me vi a mi misma yendo hacia él como un imán atrae a otro, me senté a horcajadas en su regazo y le quité la copa de la mano dejándola en la mesita. Estando en el suelo era más fácil tener el control sobre su cuerpo.
—¿Segura que quieres esto? —dice apenas en un susurro, su respiración es inestable igual que la mía.
—Te necesito. —jadee. Sello nuestros labios en un beso urgido convirtiéndolo más apasionante en una danza exquisita. Nuestras lenguas se encontraron y jugaron una batalla perdida.
Nuestras ropas comenzaron a esparcirse por el suelo y sus manos apretaron mis pezones, pronto su boca bajó a ellos para succionarlos, incliné mi cabeza hacia atrás para que él pudiera tener más acceso a mi cuerpo. Su boca hizo un recorrido por toda mi piel haciéndome recostar en la alfombra, quitó mi falda y bragas en el camino dejándome desnuda ante sus ojos. Le vi mirarme antes de bajar a mis piernas y convertir el paisaje en un delicioso recorrido de lengüeteo y mordiscos. Los temblores llegaron a mi cuerpo después de unos minutos.
—Estás tan humedad, cariño. —rugió —y sabes delicioso. —lame sus labios y después me besa, dejando caer el peso de su cuerpo en cada lugar correspondiente. Su m*****o se frota con mi centro y me arranca un jadeo, el pantalón aún puesto de su parte lo hace exquisitamente irresistible. Su boca y manos están por mis pechos, mientras sus caderas empujan a mi centro frotando y torturándome. —¿te gusta esto? —asiento porque no encuentro mis palabras.
Me tortura un poco más y cuando pienso que va a quitarse los pantalones, su celular comienza a sonar. Gruñe.
—Ignóralo. —pido, está torturándome. —Te quiero dentro de mí. —suplico. Mis piernas se enredan en su trasero y lo empujo más cerca de mi centro. Se me escapa un gemido.
El celular no deja de sonar.
—Mierda —murmura antes de levantarse de mi cuerpo —Lo siento, parece urgente.
No puedo creer que ha tomado la llamada en una situación así. Siento como mi cuerpo comienza a enfriarse, y tomo mi camisa para ponerla encima de mí, ya que comienzo a sentir una enorme vergüenza.
—¿Qué dices? Espera, tranquilízate. No entiendo nada de lo que dices. —se abrocha los pantalones y se pone la camisa, se va a ir. —Ok, quédate ahí. Voy para allá. —se pone de pie y yo también.
—¿Qué sucede? —parece preocupado y enojado a la vez.
—Tengo que irme, es urgente. —coge su chamarra y deposita un corto beso en mis labios. —Te recompensaré después. —hay una leve sonrisa, y se da la vuelta llevándose una parte de mí.
Me dejo caer de nuevo en la alfombra y sirvo una copa de vino.
—Esto es un desastre. —y es que lo era. Después de tantos meses esperando, él viene a escoger a alguien por encima de mí, de nuestra noche más íntima ¿quién era esa persona? Quería matarla ahora mismo. Por en la forma que hablaba, pareciese que era una mujer, la sangre me hirvió, esperaba que no estuviera poniéndome el cuerno. De todas formas, le llamaría mañana para ver como iban las cosas. Mientras me tomé el resto del vino que quedaba.
El fin de semana no respondió mis llamadas y tampoco los mensajes. Eso me hizo sentirme nerviosa y preocupada por si le hubiera pasado algo. Odié no saber donde vivía para ir a su casa a verle que todo estuviera en orden.
***
Cuando lo miro en los pasillos corro para alcanzarle. —¿Por qué no ha respondido mis llamadas? —le detengo y en su mirada no veo nada.
—Se me descompuso el cel. Lo siento, no había forma de que pudiera contactarte. —pero no escucho lamento en su voz por no hablarnos el fin de semana, es como si para él estuviera bien todo esto.
—¿No pudiste llamarme del teléfono de tu casa o de un amigo?
—No me sé tu numero —se encoge de hombros. Eso hiere mis sentimientos. Llevamos seis meses saliendo y aún no se sabe mi número, que extraño. Porque yo he memorizado el suyo con tantas veces que le he llamado.
—Entiendo. —intento que no vea la herida que me causa esto. —¿Todo estuvo bien? Por la llamada que recibiste el viernes. —se le ha salido una hebra de cabello hacia al frente y su mano la lleva hacia atrás, le ha crecido más el cabello. Ahora que me doy cuenta parece cansado, hay círculos debajo de sus ojos. —¿está todo bien? Te miras cansado.
Me da una sonrisa para que me tranquilice. —Si, todo está bien. Mi amigo tuvo un problema en su casa, entraron a robarle y quería ayuda.
—¿Está él bien?
—Si, lo está. No se llevaron mucho de valor, no es que digamos tenga muchas cosas —ríe por lo bajito. —Ahora todo está bien.
—Pensé que era una chica la que te había llamado esa noche. Sonaba como que lo era —intento armar piezas de su llamada de la otra noche. Estaba segura de ello.
—No, era un amigo. No te preocupes —me da un beso en la parte superior de mi cabeza. —Nos vemos después, voy a clases.
Y estoy segura que me está mintiendo. Mi sexto sentido me dice que me mantenga alerta. Y descubriré que es lo que está pasando aquí.
***
Casi no le veo el resto de la semana, no puedo llamarle ni enviarle mensajes porque su celular se descompuso. Dijo que se iba a poner en contacto cuando se lo hubieran reparado.
Félix es más complicado que cualquier otro chico que haya conocido.
***
Las graduaciones están sucediendo. Gustavo está aquí y he venido a echarle porras, también Alex se encuentra en las gradas.
—¡Felicidades! —me cuelgo de su cuello y doy unas flores que he traído para Gus. —¡Ya eres libre! —río cuando me da vueltas en el mismo eje. —¡Para! Voy a marearme. —me deja en el suelo y siento como da vueltas todo.
—Uh, tranquila. —ríe. —Gracias, Adel. Por venir.
—Eres mi amigo, no podía faltar.
—Hermosas flores, tómame una foto. —saco mi celular y hago muchas de ellas, en todas él hace caras graciosas.
—Yo también quiero fotos —la voz de Alex nos interrumpe.
—Que tal amigo, felicidades. —Gus le da palmadas en la espalda y este lo abraza.
—Igual, felicidades.
—Chicos, posen para una foto. —pido y les saco varias.
—Ahora ven aquí con nosotros. Tu serás la próxima el año que viene. —me ponen en medio de ellos y Gus se encarga de tomarla. Alex me pone cuernitos en mi cabeza, le reprendo golpeando, pero no le hacen nada mis puños. Nos carcajeamos, se siente bien. Es como los viejos tiempos.
—¿Vienen a comer para celebrar? —pregunta Alex.
—Si, claro —respondo.
—Lo siento. Mis padres están esperándome para ir a comer. Pero pueden ir ustedes dos. —miro a Alex, se encoge de hombros. —Iremos después, se los prometo. —sonríe.
—Está bien —digo. —Disfruta tu día. Te envío más tarde las fotos.
Se aleja de nosotros dejándonos allí parados como dos tontos.
—¿Y tu novio? —suelta repentinamente.
—No ha podido venir. Tenía que trabajar.
—Si, eso pensé —es sarcástico. Pienso en decirle algo, pero no lo hago, no quiero terminar peleando con Alex el día de su graduación.
La comida está riquísima. Puse mi mejor empeño para entablar una conversación que no fuera nada de tocar el nombre de Félix. Estuvo bien. Hablamos sobre sus proyectos a futuros. De que se mudará a Detroit porque le ofrecieron un trabajo allí, no quiso decirme de qué. Dijo que era una sorpresa.
—¿Y tú qué tal? —me encojo de hombros.
—No hay mucho que contar. Aún no sé donde hacer la pasantía. Lo llevo a mi paso.
—Deberías checar en vacaciones, las mejores cadenas de televisión de periodismo tienen muy pocas vacantes. Deberías apresurarte si no quieres perder una buena oportunidad.
—Tomaré tu consejo, lo checaré en vacaciones.
El resto de la comida fue de su familia, sus padres no habían podido venir porque estaban en un viaje de negocios. Me dijo que estaba acostumbrado a la ausencia de ellos, pero que esta vez en verdad pensó que iba hacer diferente. Lamenté mucho su situación y lo invité a tomar un café antes de que se fuera a Detroit. Una oficina lo esperaba con ansias. Volaría el día de mañana.
***
—¿Como que odias volar en avión? —pregunté divertida. No esperaba que Alex le tuviera miedo a nada, media 1.90m, cinco centímetros más que Félix. Era todo musculo y podía derribar a un hombre gordo de 105kg. Me carcajee. El rubor en sus mejillas se me hizo tierno.
—Lo sé, es ridículo. Pero creo que me traumaticé viendo destino final, ya sabes lo vi muy pequeño. Así nacen las fobias. —se burla de si mismo. —además odio las alturas. Llevo pastillas para dormir para que no tenga un ataque de ansiedad.
—Lo siento, debe ser terrible para ti.
—Lo es, créeme. No se lo deseo a nadie.
—Sabes, no pude comprender el hecho de que nos hayamos separado tanto cuando éramos tan unidos. El grupo de cinco personas se redujo a nada —digo con voz apagada. —¿Cómo sucedió esto?
Desvía la mirada hacia otro lado, no quiere verme. —No fue tu culpa, Adel. De que todo esto pasara, de que yo me alejara y de que Cami igual lo hiciera. Nada de esto es tu culpa —frunzo el ceño.
—¿Por qué lo dices?
Sacude su cabeza. Hay una vena saltándole en la frente. —Luis tampoco debió morir. —su tono es cabreado.
—Todos sabíamos que tenía un problema con las drogas, pero pensamos que nunca nos haría caso. Y así fue, cada vez que uno de nosotros le decía que dejara de consumirlas solo se reía. —hago una pausa —Cami y Gustavo igual las consumían, pero no tan seguido como él. Yo llegué a consumir cocaína una noche, pero no volví a hacerlo.
Hay sorpresa en sus ojos. —¿Qué hiciste qué? —ahora está enojado conmigo.
—Fue en la fiesta que Cami nos invitó a todos. Era la primera vez que la probaba y sentí curiosidad. Solo inhalé dos veces, nada más.
—¡Joder, Adel! ¿sabes en el peligro que estuviste? Mierda —no quiere mirarme a los ojos, está enojado.
—Alex, fue hace mucho tiempo. Olvídalo.
—No puedo creer que hayas sido tan tonta. —escupe despóticamente. Hiere mis sentimientos.
—¡Oye! —pero tiene razón. Fui una tonta. —Lo siento.
—Deja de disculparte. Sueles ir por la vida disculpándote de todo, con todos. —reclama —no vuelvas hacer eso. —pienso que se refiere a la droga y que me deje de disculpar. Asiento con la cabeza.
—¿Quién te dio la cocaína? —ahora hay curiosidad en sus ojos. Frunzo el ceño.
—¿Por qué? ¿piensas comprarle para ti? —pregunto burlona, pero él no sonríe. —¿Quién fue, Adel? —otra vez esa voz autoritaria y seca.
—No sé, una chica. No recuerdo su nombre. Ella entró al baño a darse un toque y pues yo estaba ahí y le pedí. Aunque ya no recuerdo muy bien como fueron las cosas.
—No te la vendieron, entonces —sacudo la cabeza. ¿debieron hacerlo? No sabía que vendían droga en las fiestas de casa. Enserio, que estaba muy deslocalizada de cómo funcionaba todo esto de las drogas. —Deberías alejarte de Félix. Ya te lo he dicho.
¿y ahora por qué mierda metía a mi novio en esto?
—¿Por qué? Dame una buena razón para hacerlo.
—Él no es sincero contigo. Ha inventado un personaje adecuado para acercarse a ti. Es una farsa.
Abro la boca para comenzar a decir una letanía de groserías, pero no lo hago porque mi celular comienza a sonar.
—No deberías hablar así de las personas que no conoces.
—Oh, si que lo conozco. —frunzo el ceño.
—Cuéntame, hazme cambiar de opinión a cerca de él.
Deja ver una sonrisa sarcástica ¿me cree una tonta? oh, sí. La chica dulce es engañada por todos. Comienza a molestarme.
—¿Qué sabes de él?
—Deberías contestar el teléfono, parece importante. —sacudo la cabeza.
—Quiero que me digas, que es lo que sabes sobre él.
—¿Sabes donde vive? —mierda. Puntos para él. Nunca me ha dicho donde es que vive cada que le pregunto. No sé el nombre de sus padres, ni el de su hermano. Lo único que sé es lo poco que me contó esa noche que cenamos juntos. Mientras él conoce casi toda mi vida y mis gustos. Mi silencio le da la respuesta. —eso pensé. Ni siquiera te ha dicho donde vive, ni te ha llevado a su casa.
—No le he pedido que me lleve a su casa. —sonríe.
—¿Quieres ir allí ahora? —no entiendo a qué quiere jugar. —Si, sé donde vive. No preguntes cómo. —se levanta de su silla —¿vienes o no?
Miro su mano extendida hacia mí. Indecisa si es buena elección, dejo escapar un suspiro y la tomo.