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4815 Palabras
En la clase no miro en ningún momento a Félix, cuando me saluda le devuelvo el saludo. No se acerca a mí para explicar sobre por qué no me saludó esa noche en el bar. Tampoco le reclamo, porque no soy nadie para hacerlo. He decidido que no me afectará, y me alejaré de él. Afuera llueve, ha sido pronosticado que toda la semana será así. Me hace sentir bien. —¿Ha pasado algo entre Félix y tú? —Cami está en mi departamento comiendo una rebanada de pizza, se queda esta noche porque quiere hacer maratón de películas. —¿Cómo qué? —He visto que lo evitas, antes hablabas más con él. —¿Lo hacía? No recuerdo cruzar más que un saludo con Félix. —Recuerdo haberlo visto en el bar esa noche de fin de exámenes, estaba con una chica. —intento aparentar que no la he escuchado. —Se fue con ella, había creído que no estaba allí. Pero los chicos dicen que se la pasó afuera todo el tiempo, hasta que entró y se fue. —¿Ah sí? No lo vi. —En fin. ¿Qué planes tienes para este finde? —Dormir. —No seas aburrida. —Necesito recuperar mis horas de desvelo por culpa de mis exámenes. —Ven conmigo a un club, tengo ganas de beber. —No, gracias. —Porfis. —No. —No quiero ir sola. Solo quiero recuperar esas noches de chicas, cuando solíamos ir de copas. ¿Te acuerdas? Claro que lo hacía. Antes salíamos nosotras dos, fue después que conocimos a los chicos y comenzamos a salir en grupo. Tenía tiempo que no pasábamos un rato juntas. —Está bien, creo que me hará bien despejar la mente. *** Tercer mojito, y ya quería un cuarto. Cami estaba intentando arrastrarme a la pista para bailar, pero le dije que necesitaba más mojitos. Ella dijo que hasta que tomáramos cinco mojitos íbamos a bailar. Ok. Llegamos al quinto mojito. Es hora de hacerlo. Mis piernas me llevan a la pista con un ritmo bastante pegajoso. Nuestros cuerpos se compaginan, y eso me gusta. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que bailé tan liberada, se siente bien. —Voy al baño, sigue bailando —asiento con la cabeza, y Cami desaparece entre la multitud. Aunque debería ir a la barra por otro mojito, decido quedarme a bailar. Lo hago bien. Y es cuando le veo. Félix está aquí, y está con Cami, ella toma algo y lo guarda en su bolsillo trasero ¿qué es? Parece ser la misma situación como la de la otra vez, le pregunté a él y me dijo que no era nada. Ahora si se veía como si fuera algo. Como sea, no me interesa lo que tengan esos dos. Sigo bailando a mi ritmo, ahora se ha acercado un chico por la parte de atrás, siento su roce con mi espalda, no me molesta, sigo el baile y es cuando me giro para verle, sonrío. El chico es mono, no hace mal a nadie. Se inclina y me susurra si quiero ir a otro lugar más tranquilo. Me echo una carcajada y sacudo la cabeza, el tipo hace una mueca y se va. Me encojo de hombros, no es mi culpa. Solo vine a divertirme con mi amiga. Miro hacia donde vi a Félix con Cami, ya no hay nadie. Minutos después Cami regresa conmigo a la pista, pero algo ha cambiado. Ella se delata con los pequeños rastros de polvo que quedaron en su nariz. Me inclino y susurro que se limpie la nariz. Me sonríe, no parece avergonzada que la haya cachado con ello ¿eso fue lo que le trajo Félix? ¿era su mercader de cocaína? No creía que fuera capaz de ello, pero a este punto ya no sabía que esperar de él. No hago preguntas, ni pienso hacerlas, es un asunto que no me incumbe, aunque esté muriendo de la curiosidad. *** El lunes no voy a clases, he cogido un virus que impide levantarme de la cama. Mi cuerpo duele, y siento los ojos cansados, es como si estuviera quebrándome en pedacitos. La gripe es mortal y siempre que me da, me tira en cama por dos días a lo mucho, recibo mensajes de mis amigos y les digo que solo me he cogido una gripe que iré mañana. Tomo paracetamol, para aliviar el dolor muscular. Para el segundo día, siento temperatura, esto está subiendo de nivel. Me preparo un té y es lo que mi garganta toca todo el día, no tengo apetito, tengo inflamada la garganta. Si no mejoro para mañana tendré que ir al doctor. Cami dice que se pasará mañana para ver como sigo, pero le digo que no es necesario, que ya estoy mejor. No quiero que se contagie ninguno por mi culpa, así que me aíslo. A mamá se le ocurre hacer una llamada ese día, pero no respondo y le envió un mensaje de que estoy en clases de tutorías. Que después le devuelvo la llamada. Gracias a Dios, no vuelve a llamar. Estoy acostada en mi cama cubierta de dos edredones, mi cuerpo tiembla. Mi celular suena con una llamada, pero no respondo. Estoy cansada de estar respondiendo los mensajes. Cierro los ojos y descanso, me vendrá bien. Mis oídos están sensibles, puedo escuchar a alguien tocando la puerta. No quiero levantarme, pero si no van a tirar mi puerta. Me siento en la cama y trato de enfocar mi vista, mis huesos se sienten tan débiles, pero tomo la poca fuerza que tengo y me levanto, camino con pasos lentos hasta que llego a la puerta, y la abro. Enfrente de mí está Félix. Entrecierro los ojos, ahora ya estoy alucinándolo. —¿Félix? Sus ojos me recorren de pies a cabeza, debo parecer un manojo de cabello revuelto y no lavado, debo apestar. Llevo dos días sin bañarme, no he tenido las fuerzas para hacerlo. —Adel, no te ves bien. Suelto una risita, era obvio que no me veía bien. —Me veo como la mierda. —Te he estado llamando, no has respondido, así que he venido a ver como estabas. Camila me dijo que estabas enferma. Aun moribunda puedo escuchar la diferencia en el nombre de mi amiga, no la llama Cami, dice Camila. ¿De qué va esto? —Si, he cogido una gripe. Nada de qué preocuparse. —Eso parece ser lo contrario. ¿Segura que estás bien? Asiento con la cabeza. Siento mi boca reseca. Necesito líquidos, estoy demasiada deshidratada. —Estoy bien, iré a la cocina por agua. —Intento girarme, pero mis pies fallan y resbalo. Mierda. Félix está a mi lado tratando de levantarme y cuando lo hace, mi cuerpo no soporta mantenerme en pie, mi vista se nubla y me desplomo. Entre sueños, siento una toalla húmeda en mi cabeza, pido agua y unas manos me ayuda a beber. No sé cuánto tiempo pasa, que siento un sabor a caldo de pollo en mis labios, es caliente y la primera vez que lo pruebo me quemo. —¿Estará bien? —Ya la he alimentado y he cambiado los paños, también le subí la dosis de paracetamol según lo que me dijo el doctor. Ha estado entrando entre sueños. —esa voz. —Espero mejore, he traído los sueros que me pediste. —Gracias. —¿Puedes llamarme cuando ella despierte? —Si, está bien. Lo haré. —Gracias. Tengo sed. Abro los ojos y veo todo a oscuras, mi cuerpo se siente débil pero no tanto como antes. Parece ser que he mejorado, las pastillas me hicieron bien. Miro hacia la mesita que tengo a mi lado y veo dos sueros sellados, tomo uno y lo bebo. Es refrescante. Tengo hambre, miro por las ventanas, afuera oscureció, debí quedarme dormida todo el día ¿Qué día es hoy? Miro mi celular, llamadas perdidas y mensajes de mis amigos. Mierda, es miércoles, ¿he pasado tres días enferma? Joder, casi muero por una tonta gripe. Necesitaba reforzar mis defensas. Me bajo de la cama y voy a la cocina, enserio necesito comer algo. Espero encontrar restos de pizza de la otra vez, o algo. No se me da muy bien cocinar. En mi camino a la cocina, me doy cuenta que hay un bulto en el sofá de mi sala, salto y grito ¿Qué mierda? ¿se han metido a mi casa a robar? Lo dudo, un ladrón no se quedaría a dormir ¿o estará viendo si es cómodo para llevárselo? Sacudo la cabeza y enciendo las luces. —¿Félix? —su cuerpo se está levantando del sofá, lo he despertado. —¿Qué haces aquí? —estoy realmente alarmada por qué está en mi casa y durmiendo en mi sofá. —Te has despertado. Que bien ¿cómo te sientes? —se frota los ojos para espantar el sueño. Se mira cansado, como si se hubiera quedado despierto por mucho tiempo. —Bien. Algo hambrienta, pero bien —frunzo el ceño. —¿Qué haces en mi departamento? Se levanta y camina hacia mí, doy dos pasos atrás y no sé por qué, no es como si fuera hacerme daño ¿o sí? —No te lastimaré. ¿No te acuerdas de nada? —le miro como si se hubiera vuelto loco. Sacudo la cabeza. —Vine ayer a ver como estabas y te desmayaste en la entrada de tu puerta. Te he movido a la cama y he estado cuidándote desde entonces. —mis ojos se agrandan recordando lo que me acaba de decir. —Mierda, ahora lo recuerdo. —Quiero encontrar un hoyo en mi piso y enterrar la cabeza. —¿Haz estado cuidándome desde ayer? —Si. Tenías la temperatura alta, tuve que quedarme para que bajara y te subí la dosis que me indicó mi amigo. —ve mi confusión y aclara —tengo un amigo que es doctor, le he llamado para saber que hacer. —Gracias. Funcionó porque tengo apetito. —¿Tienes hambre? Asiento con la cabeza. —Estos días no he podido comer, no me daba apetito, pero ahora parece que tengo un ogro en mi estómago. —Entiendo. He preparado un caldo de pollo. —¿Cocinaste? Sonríe. Es un gesto lindo. —Si, no tenías comida en el refrigerador. Además, tenías que comer, —mis mejillas se sonrojan. Casi nunca tengo comida en el refrigerador. —Vamos, pondré a calentar el caldo. Él se mueve por mi cocina como si fuera suya, me imagino que pudo acostumbrarse el tiempo que estuvo aquí cuidándome. —¿No has ido a tu casa desde ayer? —miro su ropa que es la misma que le vi cuando se presentó en mi puerta. —No he podido dejarte sola. He tenido que tomar prestado tu ducha, espero no te moleste. —No, para nada. —sonrío cuando pone un plato lleno de caldo de pollo, huele rico. Tomo una cuchara y me llevo una porción a la boca, me quemo. —Te pasó lo mismo ayer, te quemaste. Debes esperar que se enfríe un poco. —Ya veo. —Gracias por cuidarme. —No hay de qué. Me da gusto que estés mejor. Saca su celular y hace una llamada. —Si, ya despertó. Se siente mejor. —me mira mientras como, —está bien, te espero. —¿A quién llamaste? —A Camila, me dijo que le llamara cuando te despertaras. Viene en camino. Asiento con la cabeza. Como en silencio hasta que Cami llega, y se tira a mis brazos. —Me da gusto que hayas mejorado. —Todo gracias a Félix. —musito. Lo abraza, siento una punzada en el pecho. —Gracias, Félix. Por cuidarla. —No hay nada que agradecer. —me da una mirada tímida. —Ahora que ya estás en buenas manos, puedo irme. —¿Ya te vas? ¿por qué no te quedas? —esa es Cami. —Tengo que ir a mi departamento a cambiarme. —Es cierto, no te ha dado tiempo. —hace un puchero. —Gracias una vez más, te he dado muchas molestias. —lo encamino a la puerta. —No te preocupes. Todo está bien, cuídate, recuerda hidratarte y comer sopas o caldos. Te hará bien. —me da una mirada tímida —Deja de comer tanta comida basura —siento el calor de mis mejillas con su reprimenda. —Lo haré. —musito. —Gracias. Cerré la puerta y sentí un vacío dentro de mí. Cami comenzó a hacerme un montón de preguntas, las cuales no respondí. Se quedo esa noche a cuidarme y al día siguiente amanecí como nueva. No dejé de tomar sueros, y fui de compras al supermercado para hacer sopas y caldos como me dijo Félix. El resto de la semana fue normal. Los chicos me trajeron muchas frutas e igual muchos sueros. Alex se molestó conmigo por no contarle la verdad de mi estado, me dijo que hubiera ido corriendo a cuidarme. Cami contó a ellos que Félix me había estado cuidando, evité todas las preguntas, pero no me pasó desapercibida la mirada herida de Alex. Llamé a mamá y expliqué todo, aunque le mentí sobre estar enferma. Ella se preocuparía más que mis amigos y volaría hacia mí en un santiamén. No encontré a Félix en los siguientes días, conseguí su número con Cami y le llamé, pero no respondía. Pensé que le había contagiado mi gripe, pero me respondió en un mensaje que estaba bien, que estaba de viaje porque había surgido algo. No fue hasta el martes que le vi. Se veía cansado, y su cabello estaba hecho una maraña de revoltijo. Parecía que había tenido una mala noche. —¿Sucedió algo? No te vez bien. —Todo está bien, solo que no he podido dormir. —aunque parecía cierto, había algo que no me estaba contando. Había pensado en olvidar lo que pasó en el bar, después de todo cuidó de mí mientras estuve enferma. —¿Problemas en casa? —me da una mirada tan triste que me duele el pecho. Yo sé que algo le sucede, pero no quiere decirme. —No, bueno sí. Algo así. Nada de qué preocuparse. —pero sí que lo era, si lo tenía de esa forma. —Si necesitas algo, cuenta conmigo. —sus ojos se iluminan. —Toma, —le entrego mi café —te hará bien. Sonríe. —Gracias. Creo que es lo que necesito. Y es así como siento que algo nos une. *** Félix y yo, nos habíamos unido más o eso pensaba yo. Pasaba mucho rato con él hablando de cosas triviales, pero nunca tocamos el tema de su familia, al parecer no tenía una buena relación con ellos. Yo le conté lo que todos mis amigos saben de mí, mis padres son divorciados, amo a mamá, tengo una tía genial y no tengo hermanos. Esta noche estamos yendo a un bar para divertirnos, mis amigos vienen también. —Estas bellísima Adeline, —Alex se acerca a mí y me besa en la mejilla. —Hoy estás despampanante ¿A qué se debe? —Hay una sonrisa de oreja a oreja ¿por qué lo emociona? No es como si fuera su novia ni nada parecido. Me limito a devolverle la sonrisa, —Gracias, Alex. —Pediré cerveza ¿quieres? —asiento con la cabeza. —Chicos deberíamos ir a bailar —Cami se acerca a nosotros con una cerveza en su mano, está de buen humor. —Yo iré después, puedes acompañarla Luis. —este frunce el ceño, pero acepta. Gustavo solo los mira irse. Cuando me pilla mirándole solo saluda con la cabeza, pongo los ojos en blanco y bebo de mi cerveza. —¿Cuándo llegará Félix? —pregunto a Alex. —Me envió un mensaje de que estaba en camino. Los próximos minutos no aparece Félix, sigo bebiendo con los chicos. Cada uno encuentra pareja, mientras yo bailo con Alex, me dice que tiene que ir al baño y yo quiero ir por otra cerveza, solo que la barra está llena. Intento hacerme un espacio entre ellos, pero no puedo. un tipo me empuja. —Oye ¿Qué sucede contigo? —me mira de pies a cabeza. Sonríe. —Hay una fila. —Yo estaba antes que tú, acabas de llegar y me has empujado. —Estoy molestándome. Me ignora. —¡Oye! —le empujo. —Voy a pedir mi cerveza. —Me da una mirada asesina. —Quítate, perra. —¿Perra? ¡Jódete, idiota! —mi mano se conecta con su mejilla en una sonora bofetada. Ahora lo he enojado, las personas se mantienen absortas en pedir sus bebidas. Levanta la mano y estoy esperando esquivar el golpe que no llega. Su mano ha sido detenida en el aire. Miro a la persona que lo ha detenido de golpearme. Sus ojos me miran con furia. Está molesto, pero no conmigo. —¿Qué mierda pensabas hacer? —es una pregunta obvia, pero aun así lo hace ver tan malditamente peligroso. Lleva unos jeans y un jersey n***o con cuello de tortuga, está peinado, por primera vez lo veo sexy, creo que el chico ya lo es, pero verlo arreglado de esta forma le hace resaltar su belleza, sensualidad y lo peligroso que puede llegar a hacer. Se mira como esos mafiosos poderosos con dinero. —¿Quién eres tú? —intenta zafarse de su agarre, pero Félix no cede. —Suéltame, hijo de puta. Asoma una sonrisa de lado, y doble mierda. Me hace tragar saliva porque mis labios se han resecado. —Soy su novio y patearé tu trasero. ¿Intentabas golpear a mi novia? —abro la boca sorprendida por su confesión. Pero él sigue mirando al tipo. Las personas comienzan a ponernos atención. Verle allí confrontando a la persona que estaba agrediéndome, me hizo sentir cosas raras. —Tu noviecita es una perra entrometida. —Eres hombre muerto —su mano libre se convierte en un puño que impacta el rostro del tipo, tirándolo al suelo. Cubro mi grito con mis manos, estoy hiperventilando ¿qué demonios sucede aquí? —¿Qué está pasando? —Cami está a mi lado sorprendida, los chicos igual llegan. —¿Qué mierda sucede? —ese es Luis. —Un tipo quiso atacar a Adeline —espeta Félix. Su mirada es de enfado hacia Luis y Gustavo, culpándoles por no estar cuidando de mí. La seguridad del club llega, —Saquen a este idiota de mi vista —espeta molesto. Es como si ellos conocieran a Félix. Sacan al tipo arrastrando. —Gracias —articulo una vez que estoy a su lado. Sus ojos me miran con una intensidad que me hace perder el equilibrio y él me sostiene. Su cercanía me llena de escalofríos, y mi respiración se vuelve descontrolada. —¿Por qué le dijiste que era tu novia? —susurro para que solo él lo escuche. Se separa de mí, y pide un whisky. Pido una cerveza. —Lo hice creíble para que tuviera mis razones de golpearlo. —sonríe. —Entiendo. Gracias. —¿Qué ha pasado? —Alex llega asustado y me inspecciona —¿estás bien? Gustavo me ha marcado. —Si, estoy bien. —¿Qué sucedió? —Un tipo intentó agredirme, pero Félix lo detuvo. —se gira para mirar a Félix y le agradece. —¿Dónde estabas? —Alex había estado desaparecido por un largo rato. —Te dije que iba al baño —frunzo el ceño, tardó mucho. —Había mucha fila para entrar —asiento con la cabeza. —pediré algo para tomar. La noche pasa tan rápido, nos concentramos en bailar y beber. Alex me deja en casa con Cami. —¿Tienes algo con Félix? —suelta Cami en el desayuno. Me atraganto con mi cereal. —¿De qué hablas? —Anoche vi como ustedes dos se miraban, parecen muy cercanos. —No. —Parecía que ustedes dos se entendían. —¿Lo hacíamos? —Si, claro. Sacudo la cabeza férvidamente. Mi amiga está alucinando ¿fumó hierba muy temprano? Intento oler en el aire, pero no hay rastro de que lo haya hecho. Pasamos viendo películas de comedia y pedimos comida todo el día, a mí no me gusta cocinar y a ella no se le da muy bien la cocina que digamos. Se va el domingo. Dice que sus papás quieren comer con ella. Llamo a mamá. —¿A qué se debe tu repentina llamada? —Pongo los ojos blancos. —¿Necesito una razón para llamarte, mamá? —No, solo que es raro tener una llamada tuya los fines de semana. Siempre las hago yo ¿no es eso curioso? —Mamá, solo llamé para saludarte. Lo siento, si no te llamo tan seguido. Apenas he terminado de mis exámenes, no ha sido fácil. —Lo siento, hija. He sido algo agresiva contigo. Te entiendo. Llama cuando puedas, aquí estoy. —Gracias, mamá. Te amo. Hablo un rato más con ella sobre otras cosas, como su salud, y cómo le va en el trabajo. Mamá es divorciada, papá le da una pensión por mí. Casi no lo veo, porque se la pasa viajando por su trabajo. Es un hombre de negocios. Ella es asistente de una dentista, la pensión de nuestro padre es demasiado acomodada como para que no necesite trabajar, pero lo toma como un pasatiempo, además de que igual suele tener unas que otras relaciones cortas con hombres de su edad. Y de no decir que su forma de vestir ha cambiado mucho desde entonces, no la juzgo. Quiere sentirse libre y querida, si yo no puedo darle esa seguridad no se la quitaré. Aunque al principio supuso un problema para mí, después lo entendí. *** —¿Cómo estás? —la voz de Félix me sorprende cuando me intercepta en el estacionamiento. —¿Ah? Hola, bien ¿y tú? —ladea una sonrisa. Mis manos comienzan a sudar ¿Qué mierda sucede aquí? —Bien, de hecho, me he levantado con buen humor. Frunzo el ceño. —¿A qué se debe? Se encoge de hombros. —Eres raro —sonríe ampliamente y ladea su cabeza un poco, no lo sé, pero se me hace tierno. Sus ojos trasmiten un brillo divertido y eso me ocasiona una risa. —Y el raro soy yo —bromea. Sacudo la cabeza. —Vayamos a clases. Entre risas sin saber qué lo ocasionó, entramos al campus. Alex es el primero en vernos, lo saludo y se acerca a nosotros. —¿Cuál es el chiste? —hay un deje de broma con seriedad en su voz. —No lo sé ¿cuál es Adeline? —lanza Félix con entusiasmo. —¿Adeline? —Inquiere Alex. Su mandíbula se endurece. Frunzo el ceño, y dejo de reír. Félix también lo hace. —Su nombre es Adeline. Me gusta como suena. —Entiendo —resopla con una sonrisa Alex, intentando resolver la incomodidad que ha ocasionado. —Llegaré tarde a mi clase —anuncio y me largo de allí. No sé qué estaba pasando entre esos dos. —Te acompañaré, también es mi clase —ese fue Félix. Cuando tomamos asiento me atrevo a preguntarle por lo que acaba de pasar. —No tengo idea. Pero parecían celos. Abro los ojos como platos. —Estás loco. Alza una ceja. —¿No es posible? Se ve que le gustas a Alexander. —Para nada. Somos muy buenos amigos, solo está protegiéndome. Se pone celoso porque piensa que alguien puede quitarle su lugar, solo es eso. —Si tú lo dices. —espeta. —Claro que sí, —refuto. —No quiero escuchar nada mas de eso. Me concentro en la clase tanto que olvido todo el suceso de esta mañana. Alex es uno de mis mejores amigos, solo está tratando de protegerme de cualquier idiota que pueda aparecer y hacerme daño, como el tonto de Caleb que inventó chismes de mí. Solo es eso. Es como un hermano para mí. —¿Ahora ustedes dos van a todos lados juntos? —Cami se sienta en la mesa donde yace Gustavo y Luis, no hay rastro de Alex ¿se habrá molestado? No creo. Alex, no es de las personas que le afecte cosas tan triviales. —Me dijo Alex que los vio en la mañana llegar juntos ¿es cierto? Miro a Félix, él alza una ceja. No creo que eso sea posible. —No, me lo encontré en la entrada —respondo. —y fuimos juntos a la misma clase ¿hay algo raro en ello? Cami se encoge de hombros. —No, nada —sonríe, pero veo que le lanza una mirada intrigante hacia Félix. —Por cierto, ¿dónde está Alex? —pregunta Gustavo. —Me pareció verlo irse en su camioneta. —Responde Luis. —Le pregunté si iba a comer con nosotros, pero no me respondió. Parecía molesto. Miro a Félix, él está concentrado en su comida. ¿será cierto lo que me dijo Félix? Tiene que estar pasando algo más con Alex. Para cuando termino las clases, llamo a Cami y le pregunto si sabe algo de Alex. Me dice que no, hago los mismo con los chicos, pero nadie sabe nada. Le marco y me manda a buzón. Manejo hacia su departamento. Cuando estoy en su puerta toco varias veces para que abra, pero nadie lo hace. Al parecer no está aquí tampoco. Me voy desilusionada, estoy saliendo del ascensor cuando lo veo llegar, se mira sorprendido. —¿Adel? ¿Qué haces aquí? —camino hacia él preocupada. —¿Estás bien? Te he estado llamando ¿por qué no respondes? —Mi celular se ha quedado sin batería. ¿Qué haces aquí? —He venido a buscarte, me he preocupado. Contacté a todos para saber si sabían algo de ti, pero nadie tenía respuesta tuya. Luis dijo que te habías ido en tu camioneta enojado después de las clases ¿hice algo mal? Frunce el ceño y sacude la cabeza. —No, no has hecho nada mal, Adel. Salí de esa forma porque tenía que ver a alguien. —me toma de los hombros y hace que le mire. —No estoy enojado contigo ¿ok? Asiento con la cabeza. —¿Has venido a hablar de eso a mí departamento? —Si, estaba preocupada por ti. Por nuestra amistad. En la mañana parecías molesto con Félix. —Bueno, esa es otra historia. Arrugo la nariz. —¿Otra historia? —Aún no me fio de él. —¿Por qué? —Ya sabes, siento que no es del todo sincero con nosotros. —Es misterioso, le gusta tener en privacidad sus cosas, supongo. —Aun así, hay algo que no me cuadra. —¿Cómo qué? —No es nada, olvídalo. Cosas mías —no le creo nada. Algo está pasando y no me está diciendo. —¿Quieres cenar? Asiento con la cabeza. —Déjame consentirte entonces, te preparé algo delicioso. Subimos a su departamento, todo está limpio y ordenado. —Lindo lugar. —Regalo de mis padres. —cierto, era hijo único de dos abogados importantes en Nueva York. Él no quería seguir sus pasos, y comenzó a estudiar Tecnología de la información aquí. Quería estar muy lejos de ellos, al parecer no tenían una muy buena relación. Alex estaba más avanzado que yo, le faltaba poco para terminar la carrera. —¿Qué vas a cocinarme? —Es una sorpresa. —¿Quieres que te ayude? —ofrecí sabiendo que solo sería más un estorbo que ayuda. —No, gracias. —Ok. ¿puedo ocupar tu baño? —Si, al fondo a la derecha. Caminé viendo las fotografías monocromáticas en sus paredes, todo era una tonalidad de gris con n***o, algo frío. No me imaginaba así su departamento. Alex es muy cálido. Hice pis, y me lavé las manos, hasta el baño gritaba elegancia. Todo era demasiado perfecto, ¿fue porque sus padres le enseñaron ser así? Tal vez por eso él se alejó de ellos y está comenzando a ser más diferente en su personalidad. En mi regreso a la cocina, la puerta de su habitación estaba entreabierta, sabía que estaba siendo entrometida pero no me aguanté las ganas de conocer su interior, empujé la puerta para poder entrar. Las paredes eran de un color gris/plata con motas blancas. Estético. Frío, una cama y un escritorio, no había nada más, quedaba un gran espacio sin ocupar. Dejé la puerta como la había encontrado y regresé con Alex.
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