14. El sabueso de los Baskerville-2

2379 Palabras

Sir Henry yacía insensible en el lugar donde había caído. Le desabrochamos el cuello y Holmes respiró aliviado al ver que no había señal de herida alguna y que el rescate había sido oportuno. Las pestañas de nuestro amigo comenzaron a agitarse y él hizo un débil intento de moverse. Lestrade puso su botellín de coñac entre los labios del baronet, quien abrió sus ojos horrorizados. —¡Dios mío! —murmuró—. ¿Qué era eso? ¿Qué era eso, por Dios? —Fuera lo que fuese, está muerto —dijo Holmes—. Hemos terminado con el fantasma de la familia de una vez para siempre. El animal, que yacía a nuestros pies, era ya terrible sólo por su tamaño y fuerza. No era un sabueso de r**a ni un mastín puro, sino que parecía ser un cruce de ambos: gigantesco, salvaje y del tamaño de una leona pequeña. Incluso en

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