Alessandra Cavani. Con el paso del tiempo, he aprendido a diferenciar algunas situaciones, entre ellas, la capacidad para saber si estoy soñando o viviendo en carne propia, otra vez, mi única y eterna pesadilla. Ahora mismo puedo asegurar que sigo dormida a pesar de sentir mi cuerpo frío y tembloroso. Solo me basta la bruma, esa niebla espesa que se asienta frente a mí, para asegurarme; porque lo único a mi alcance son mis propias manos. Pegajosas. Ensangrentadas. Un pinchazo insoportable estremece el lado derecho de mi cabeza y la urgente necesidad de retorcerme en el lugar, para palear el dolor, me llena; sin embargo, no puedo moverme. Nunca puedo moverme en mis pesadillas. Eso lo hace peor. Un entumecimiento cubre todo mi rostro, a medida que el calor viscoso aumenta y corre por