Vania Isabel —No pienso quedarme —vuelvo a exigir que se me escuche. Pero todos los ojos de la sala me miran como si fuese un cachorro recién nacido que necita protección. —Es por tu seguridad —espeta papá. —No lo entienden, necesito estar ahí. No pueden dejarme aquí encerrada. Voy a ir y no estoy preguntando. Mamá me toma del rostro y me obliga a mirarla. Está molesta, lo sé, pero no levanta la voz cuando dice: —Eres mi hija, Isabel, te conozco, así que entiendo que quieras estar ahí, pero ¿qué pasa si algo sale mal? Respiro profundo, porque sé que lo que diré va a lastimarla. —Entonces Vikram me asesina y se acaba todo. No tomará otras vidas, solo la mía. —¡Eso no va a pasar! —Răzvan grita exasperado, aparta la mirada de mí y se levanta para salir de la casa. Una vez que él sa