Ragnar En menos de un minuto él se adueñó de la carretera, el viento golpeaba con fuerza haciéndonos volar y tal como dijo, debí sostenerme muy fuerte de su cintura, pero no solo por la velocidad a la que iba, sino porque me sentía muy bien al tenerlo de nuevo conmigo. Estuvimos recorriendo varios lugares durante una hora con el río Harlem de compañía, hasta hacer conexión con otra carretera donde esta vez fue el río Hudson quien nos dio la bienvenida junto al amanecer. Varios kilómetros después Oz hace un desvío en Manhattan, más exactamente en un parque frente al río, lugar en el que aprovechamos para estirar un poco las piernas y pedir un café en lo que seguimos viendo el amanecer, claro que la idea de desayunar en el restaurante que había ahí fue imposible al estar cerrado, pero por